Luis llegó al país el martes pasado junto a su hijo de 7 años. Como a muchos repatriados, sólo les tomaron la temperatura en el aeropuerto y desde entonces nadie lo revisó. “Acá estamos a la buena de Dios y a mí nadie me asegura que no hay otro huésped con coronavirus”, dijo a Infobae
En la primera mañana que pasó en el hotel donde cumple la cuarentena obligatoria, a Luis y a su hijo de siete años les dieron para desayunar dos manzanas, agua mineral y dos saquitos de té. Uno de los voluntarios del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires le dejó la comida en el piso, al lado de la puerta de su habitación, sin todas las condiciones de salubridad necesarias -denunció el hombre- para el contexto que vive el mundo. Pero a Luis no le importa la alimentación en este momento. No pretende comida de lujo y entiende que el aislamiento es necesario. Lo que en realidad más le preocupa es la falta de atención de las autoridades médicas desde que está alojado en el piso 15 del hotel Grand View del barrio de Balvanera. Y el motivo es Juanito, su hijo, quien hace un tiempo fue sometido una delicada operación en el corazón tras sufrir una cardiopatía congénita, por lo que no es un huésped más.
“Acá estamos a la buena de Dios y a mí nadie me asegura que no hay otro con coronavirus. A mi nene lo operaron del corazón y con el encierro corre riesgo. Yo no soy médico, soy simplemente un ingeniero, pero tengo noción de esto y sé que el estrés puede hacer generarle algo. El problema es que nadie vino a vernos desde que llegamos. Ningún sanitarista, un médico, nadie. Sólo se nos acercó personal administrativo. Logré comunicarme con una médica que me dijo que sólo vendrían si teníamos algún síntoma”, contó Luis en diálogo con Infobae.
El hombre, empleado de un importante banco, viajó a Miami el pasado 7 de marzo junto al menor, su novia y un amigo. Tenían que haber regresado el 22 pero les cancelaron el vuelo y recién pudieron volver el martes pasado en un vuelo de Aerolíneas Argentinas. Como suele ocurrir, les tomaron la temperatura a todos los pasajeros y los dividieron en grupos. Aquellos que viven en la provincia de Buenos Aires fueron llevados hasta su domicilio. En cambio, los residentes de la Ciudad de Buenos Aires fueron trasladados hasta diferentes hoteles dentro del territorio porteño.
A Luis y Juanito, como tienen domicilio en Villa Urquiza, los alojaron en Balvanera, mientras que a su novia, que vive en Avellaneda, la autorizaron a ir hasta su casa. Su amigo, en tanto, viajó a Mar del Plata, que es donde reside.
«Era gente administrativa las que nos revisó en el aeropuerto. Nos informa que vamos a pasar la cuarentena en un hotel de la Ciudad de Buenos Aires. Le digo a la persona encargada que mi hijo es un chico que había sido operado del corazón. Ya el vuelo había sido un estrés y le dije que no lo iba a confinar en un hotel a la buena de Dios. Que yo tenía como alternativa hacer la cuarentena en Avellaneda, en el domicilio de mi novia. Me dijeron que no. Le dije que yo estaba en Ezeiza y me que me estaban aplicando una ley de la Ciudad de Buenos Aires.
Luis le explicó que estaba dispuesto a cumplir la cuarentena pero le insistió al personal de la Ciudad que lo dejaran ir a Avellaneda. La respuesta fue negativa e incluso lo intimaron. “Me dijeron que no, que si no subía a los micros para llevarnos a los hoteles, daban intervención a la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Por estar con Juanito ahí, decido no confrontar con la Policía e ir al hotel bajo protesta. Hablo con el jefe de la Policía que me asegura que vamos a estar controlados todos los días. Que vamos a tener contención psicológica si la necesitábamos. Que nos iban a chequear todos los días y si no teníamos nada nos iban a llevar a mi casa. Me dejó su teléfono y me dijo que lo llame. Accedí y nos llevaron al hotel”, relató.
Finalmente llegaron. En el lobby del hotel los recibió una mujer, encargada del establecimiento, quien les fue asignando las habitaciones. Luis le explicó la patología de su hijo, a quien le hicieron dos conexiones intraventriculares y le cerraron la punta del corazón que estaba abierta, y pidió que los revisara un doctor. Pero nada de eso ocurrió y fueron llevados hasta la habitación.
“Le expliqué que Juanito era un chico operado del corazón, que ya veníamos con un estrés muy alto del vuelo, en Ezeiza con el operativo y que necesitaba que nos revisara un médico y constatara que estaba todo bien. Lo único a lo que atinó fue a darle un barbijo a mi hijo. Después nos llevaron”, detalló.
El hombre admite que la habitación es relativamente cómoda pero pide que vean su caso, ya que para él no es lugar para pasar 14 días de cuarentena. Las condiciones en las que le dieron la comida, la falta de limpieza en la habitación y sobre todo, la salud de su hijo, son motivos suficientes para que lo autoricen a ir a su casa.
“Es muy chico el ambiente. Nos instalamos y al rato escuché ruidos en el pasillo y nos dejan un desayuno. Era un agua mineral, dos manzanas envueltas en bolsas y dos vasos descartables con dos saquitos de té. Tenemos una cafetera acá eléctrica. Una heladerita chiquita. La comida estaba tirada en el piso y eso me llamó la atención porque si estamos en medio de una crisis sanitaria, el tratamiento de los alimentos debe ser mejor. Yo no sé si la persona que me trae la comida tiene coronavirus, toca todas las bandejas. Pero bueno”, lamentó.
Los horarios de comida no son los ideales. Les llevan la comida cuando pueden y en el caso de Juan, eso puede ser un problema. De hecho, Luis tuvo un altercado con el personal de la Ciudad por este tema y trató de llamar a la encargada, peor nunca más la vio.
“Reclamé si iba a haber un control médico y no. Recién a la noche pude hablar con una médica. Me dijo que si yo tenía síntomas debía avisarle y ahí me cayó la ficha. Cómo el gobierno de la ciudad estructuraba esto. No hay un control médico un chequeo, ni una observación diaria. Acá hay gente que está sola, yo estoy con un menor. Esto más que un operativo sanitario, es un operativo de seguridad. Nos tratan como si estuviéramos presos. Al no haber una revisión diaria nadie sabe cómo estamos. Me puedo caer de la ducha, me desmayo y la gente se entera cuando Juanito salga a pedir ayuda. Se cae alguien en la bañera, en la ducha y se enteran cuando haya olor a cadáver. No sabemos si hay gente afectada acá con 40 de fiebre, si está afectada con coronavirus. He visto hasta tres bandejas al lado de las puertas y nadie se pregunta nada”, criticó el hombre.
Lamenta que no haya una contención médica ni psicológica. Pese a lo prometido. Cree que no saben ni cómo están ni cómo entraron al hotel. “Imaginate si hubo gente que subió a un avión con síntomas y lo ocultó, por qué acá debería informarlo. Hay gente que está desde antes y nadie los fue a ver”, ejemplificó.
Los días se hacen largos. El nene pasa las horas mirando tele, videos en un celular y jugando como puede. Luis mira redes sociales, lee los medios y habla con su familia. Dentro del grupo de huéspedes crearon un chat en Whatsapp donde intercambian experiencias y se hacen compañía, al menos virtualmente. El papá del pequeño pidió elementos de limpieza para higienizar la habitación porque el personal del hotel prácticamente no lo hace.
“Nos enteramos lo del muerto en el hotel de Recoleta. Como nadie hace chequeos nadie sabe nada. Acá ya se está hablando de hacer una pueblada dentro del hotel. Falta una chispa nomás”, advirtió.
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Fuente: infobae.com