A sus 48 años, la economista india vive en una mansión en Washtington con su marido y su hijo de 17 años.

Nacida en Calcuta, uno de los lugares más pobres del planeta, Gita Gopinath (48) logró en 2019 convertirse en la primera mujer economista jefa del Fondo Monetario Internacional (FMI) y esta misma semana la veíamos anunciar los pronósticos, no demasiado halagüeños, que se esperan a nivel global tras la crisis que está sufriendo el mundo entero por el Covid-19.
Gita llegó al mundo en 1971, momento en el que India estaba sumida en la guerra con Pakistán. Criada en el seno de una familia de clase media, su padre, TV Gopinath, es un conocido emprendedor (regenta Raita Mitra, un colectivo de granjeros), y su madre, VC Vijayalakshmi, socialista declarada que siempre impulsó a sus hijas a estudiar, puso en marcha una guardería en la que trabajó durante 35 años. Tiene una hermana mayor que se llama Anita, ingeniera y que actualmente vive en Delhi, donde trabaja en una compañía que exporta ropa. Cuando Gita tenía siete años, su padre la sentó en la mesa de la cocina y allí, con unas cuantas verduras en la mano, la enseñó a multiplicar.
For the first time since the #GreatDepression both advanced economies and emerging market and developing economies are in recession” said @GitaGopinah at the release of the latest World Economic Outlook #WEO https://t.co/93xXDRsg3B pic.twitter.com/3PmqaVCboH
— IMF (@IMFNews) April 14, 2020
La familia de la economista procede de Kerala, un antiguo matriarcado donde las propiedades pasan a la mujer y los niños toman el apellido de la familia materna, pero Gita tiene el apellido de su padre rompiendo así con la tradición de este lugar. Con nueve años, los Gopinath se mudaron a Mysore, en el suroeste de India, y Gita y su hermana comenzaron a asistir al colegio Nirmala Convent para después pasar al instituto Mahajana PU. Además de hablar inglés e indi a la perfección, la niña aprendió también Kannada en apenas tres meses para poder hacer nuevos amigos.
Podría haber sido atleta
Gran aficionada al atletismo, incluso llegó a competir en algunos torneos de su instituto, pero con 12 años se sentó frente a su padre y le dijo que lo dejaba. “En atletismo sólo llegas lejos si eres el primero, así que voy a centrarme en mis estudios para ser al menos la segunda y conseguir un buen trabajo”, le explicó con una madurez que dejó sin palabras a su progenitor. Tanto ella como su hermana siempre fueron muy responsables. Se acostaban a las siete de la tarde y en sus ratos libres, Gita tocaba la guitarra y hasta llegó a participar en algún desfile de moda.
Llegó el momento de ir a la universidad. Su padre soñaba con que su hija estudiara Medicina o alguna ingeniería y las notas le daban para ello, pero la joven apostó por la economía. Se trasladó a Delhi y allí comenzó un grado en Económicas en el Lady Shiram College de la Universidad de Delhi y más tarde obtuvo un máster en el Delhi School of Economics, donde conoció al que después sería su marido. Gita e Iqbal viajaban juntos a la universidad en el mismo autobús y allí surgió el flechazo. Después él la seguiría hasta Princeton en Estados Unidos.
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