Agustín Echalar AscarrunzCusi traducido del quechua al castellano es alegre. El nombre fue dado a varios miembros de la realeza inca, el más famoso fue Tito Cusi, posiblemente el más importante de los incas de Vilcabamba. El nombre ha vuelto a resonar en estos días gracias a las “alegres” aseveraciones de un magistrado del Tribunal Constitucional que no sólo ha declarado que él recurre a la coca para dilucidar un caso, sino que nada menos que ante una comisión congresal ha defendido tal práctica con un desparpajo verdaderamente admirable.El magistrado en cuestión ha logrado que se hable de él. Si uno pregunta en la calle o en los cafés el nombre del presidente del Tribunal Constitucional, de seguro que nadie lo conoce, pero de Cusi han oído hablar todos. El hombre es un genio del marketing, lo ha demostrado también a partir de la vestimenta que usó, y que ya ha sido denunciada en su caso como un vulgar (pero efectivo) disfraz. En la cita que tuvo con la gente del parlamento, el señor Cusi ha dicho unas cuantas verdades, y es que desde el punto de vista plurinacional, pluricultural, y de respeto a los usos y costumbres ancestrales, en otras palabras, siguiendo a la Constitución, no existen motivos para reclamar el que él quiera preguntarle a la “sagrada” hoja de coca sobre la inocencia o la culpabilidad de alguien. Sí, así de absurda es la Constitución de la Glorieta, pero también ha salido con una serie de sandeces como que sólo “giles” muy especiales como él pueden leer en coca.La primera impresión que se tiene de Cusi es la de un personaje anecdótico, alguien además al que se pueden echar tallas, y es que con su estilo hasta podría ser visto como un agente encubierto del imperio, que está allí para hacer quedar mal al “proceso de cambio” ; pero el asunto no se lo puede tomar de una manera tan cusi, digo tan alegre, porque en realidad pone en evidencia lo absurdo, y lo irresponsable de una parte del proceso de cambio.Cualquier persona razonable sólo puede alegrarse por el empoderamiento de los indígenas a partir de la elección de Evo Morales como presidente de la república, la exclusión de las mayorías, a la que estábamos tan acostumbrados que nos parecía normal, tenía que terminar; pero la revalorización de sistemas arcaicos, sea de justicia, de administración territorial, de educación, o de salud, ha terminado produciendo esperpentos del calibre del magistrado Cusi, que aparentemente reniega de sus estudios, y cree que poderes sobrenaturales lo pueden orientar a la hora de hacer justicia.Pero el asunto tiene una arista peor. Cusi, abogado a fin de cuentas, es un individuo profundamente aculturado, lo cual no lo hace ni mejor ni peor que nadie; es más, lo hace uno más de la inmensa mayoría de los bolivianos que somos irremediablemente mestizos; posiblemente de la misma forma que asumió un traje con pretensiones autóctonas, pretende ahora un discurso en el que él en realidad no cree. En otras palabras, tenemos en un importante puesto de la administración de la justicia de nuestro país a un impostor.Página Siete – La Paz