Guillermo Capobianco Ribera
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De acuerdo a la definición de los clásicos en la materia, Bolivia estaria en este momento al borde del agotamiento de la “política” como instrumento esencial de la convivencia social y a punto de ingresar a la continuación de la misma pero por otros medios.
El país estaria al borde de “la guerra” en cualquiera de sus formas.
El gobierno central, prevalido del “triunfo” logrado en las urnas del Referéndum Revocatorio del 10 de agosto con el 67% del favor del electorado, está desplegando todo su poderío estatal-gubernamental para hacer aprobar de inmediato su texto constitucional e implantar en Bolivia un estado social-comunitario.
Está decidido a llevar adelante sus propósitos en base a una “lectura” unilateral y sesgada de los resultados del 10 de agosto donde evidentemente recibió un respaldo mayoritario, pero donde también la ciudadanía se pronunció a favor del país autonómico emergente ratificando a sus gobernadores.
El mandato popular de las urnas ha sido claro y contundente: apoyo al “proceso de cambio” que encabeza el Presidente Morales y su Partido pero a la vez apoyo al país autonómico emergente y a sus liderazgos departamentales.
Tan legitimo es el triunfo del bloque de poder que expresa y representa el gobierno central y su Proyecto , como la victoria apabullante del bloque regional y su Proyecto de país democrático y autonómico.
El mandato ciudadano expresado en las urnas a la clase política gobernante y a los líderes autonómicos de los cinco departamentos el 10 de agosto, es la del Pacto Social Histórico de coexistencia pacifica y democrática de ambos regímenes o sistemas, preservando la unidad territorial y nacional del estado boliviano soberano e independiente que fundaron los libertadores hace 183 años.
El Gobierno Central sin embargo, no lo percibe de esta manera y más bien considera que ha llegado el momento de completar el proceso de liquidación del estado de derecho y de implantar en el corazón de Sudamérica un estado autoritario bajo formas seudo democráticas.
“Todo el poder al MAS” pareciera ser la consigna de los líderes gubernamentales que en una especie de paranoia revolucionarista hacen esfuerzos supremos por parecerse a los bolcheviques de la Rusia Zarista después del asalto al Palacio de Invierno.
Están jugando con fuego.
Al parecer mediante el temor institucional de la expulsión y del despido o el dolo del bono de lealtad, han logrado hasta el momento la neutralidad de las Fuerzas Armadas que después de las experiencias traumáticas del pasado reciente en materia de represiòn al pueblo, se mantienen por el momento a la expectativa.
De persistir el empeño autoritario del gobierno central por implantar su “modelo de estado social-comunitario” e intentar aplastar, mediante el empleo de la fuerza pública a sus “enemigos” de la media luna, las Fuerzas Armadas serán tal vez el último reducto de la lucha por la pervivencia de la nacionalidad.