Editorial, El País-Madrid. Enfoque internacional.
Bolivia vota hoy la eventual revocación en el cargo de su presidente, el indígena e indigenista Evo Morales, a la vez que la de sus mayores adversarios, al menos seis de los nueve gobernadores provinciales. La cita llega en un muy tenso clima de enfrentamiento civil y acusaciones del poder de que sus enemigos preparan un golpe de Estado, de lo que se hace eco también el Ejército boliviano, al tiempo que dice garantizar la lealtad de sus componentes. Morales enarbola un proyecto de constitución que devalúa el ordenamiento jurídico en favor de una ancestralidad precolombina. Todo ello bajo la bandera del «socialismo del siglo XXI» que enarbola Hugo Chávez, quien lleva semanas calentando el ambiente con advertencias sobre planes norteamericanos de liquidación del «bolivarismo».
El referéndum revocatorio se basa en el voto negativo: si los gobernantes reciben un voto en contra superior a aquel con que fueron elegidos, cesan en sus puestos. Las encuestas apuntan a una confirmación de Morales y, con mayor dificultad, de sus detractores. Pero, aunque los votos de presidente y vicepresidente se cuentan nacionalmente, en alguna provincia rebelde, como Santa Cruz, puede perder Morales, dando así alas a los que se dicen autonomistas, pero que obran por una secesión de hecho. Cuatro provincias organizaron y ganaron referendos que carecían de respaldo constitucional, para proclamar una autonomía regional cuasi soberana. Ése es el gran centro opositor a Morales.
Por su parte, en Ecuador, bajo la presidencia de Rafael Correa, se prepara para septiembre el referéndum sobre su nueva Constitución. Correa se enfrenta a la oposición cerrada de los poderes económicos a su populismo de izquierdas, aunque las encuestas le adjudican una mayoría como la de Morales para su redefinición, en este caso en clave más política que antropológica, del país.
Ambos presidentes manejan con desparpajo la legalidad. Correa ha hecho aprobar por la asamblea, a la carrera y casi en secreto, su proyecto de constitución, y Morales reducía la mayoría de dos tercios a simple para sacar adelante el suyo. Sólo una negociación entre las partes, donde se archiven secesionismos y radicalidad indigenista, puede devolver a Bolivia a la senda del sentido común. En vez de dos Bolivias, la paz sólo puede hacerse conviniendo en que no hay más que una.
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