La vida después del fútbol

¿Qué pasa luego de que un deportista termina su carrera profesional? Nombres coreados ayer por los hinchas ahora forman parte de empresas, de instituciones públicas y de centros de formación deportiva. Unos ligados todavía al fútbol y, otros, al rubro de la gastronomía.

Veizaga jugó en Wilster y la selección en los 80. Hoy maneja una Terminal.



Revista Escape (La Razón, 7 septiembre 2008)

Texto: Jorge Quispe. Fotos: David Gutiérrez / Fernando Cartagena y Archivo

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El fútbol siempre está presente en las conversaciones, aún así ellos hayan dejado de jugar. La charla puede empezar con el Mundial de 1994 para terminar en una Copa Libertadores… luego el diálogo se calienta con brasas y parrillas, unas empanadas de queso, las telecomunicaciones y los niños en las escuelas de fútbol.

Son los ex jugadores de fútbol que ahora, tras su retiro, viven diferentes suertes. Por ejemplo, el defensor Marco Antonio Sandy Sansusty ahora despeja los balones en una plaza de comidas, el ex mediocampista Eduardo Villalón Bernal distribuye empanadas, el ex lateral Harry Roberto Veizaga Sanabria maneja una Terminal de Buses y el ex volante José Milton Melgar Soruco enseña a 950 niños y jóvenes los secretos del balompié en tres países.

Sandy tiene sus propias brasas

«Para comenzar, un queso provolone a la parrilla. Después pides una buena punta de s, que es uno de los mejores cortes de carne que tenemos en casa». La invitación viene de parte del ex mundialista en 1994 y subcampeón de la Copa Sudamericana 2004, Marco Sandy, en Las Brasas del Toro. Una opción para degustar churrascos desde el 2004.

A su izquierda está la Casa Criolla y al lado Pasta y Curry, tres restaurantes que administra junto a su esposa Susana Lazcano en La Jungla, la plaza de comidas de Sopocachi, La Paz.

Hace dos años, Sandy aún jugaba al fútbol como uno de los símbolos de Bolívar. A fines del 2006 le llamaron para que se haga cargo de la dirección técnica del club celeste y en los primeros días del 2007 aceptó el cargo de DT.

El 29 de agosto cumplió 37 años, 25 al menos de ellos en el fútbol. «Esto de la gastronomía es diaria, como el fútbol. No importa lo que hiciste ayer, podíamos haber tenido lleno el local ayer, pero hoy hay que trabajar como en el fútbol: día a día».

Sandy apuró su retiro del fútbol y aceptó la función de director técnico, pero luego renunció. «Y me quedé sin jugar, ni dirigir. Fue cuando le dije a mi esposa que no importa, al menos no nos vamos a morir de hambre».

Este año volvió como asistente técnico de Jorge Habegger en la Academia, sin embargo, cada día aprende más de gastronomía.

Mientras Sandy habla, en una de las mesas de la plaza de comidas, dos personas se acercan para saludarlo. Aún es el ídolo de los niños y otros simpatizantes, como una señora mayor que se le acerca, ni se percató de que dejó el fútbol.

¿Qué pasó, Marco? ¿Por qué perdieron el domingo? Sandy responde con gentileza. Es la imagen del negocio. Tiene a su mando a 70 empleados y no se cansa de agradecer a los vecinos de Sopocachi que respondieron ante el desafío de poner una plaza de comidas. La segunda filial está en Miraflores.

El partido hoy es otro: impulsar La Jungla, donde se puede encontrar comida criolla, mexicana, hamburguesas, carnes a la parrilla, pastas y comida oriental.

Marco se considera el «probador oficial» del local. «Puedo comer hasta cinco silpanchos en una semana», desafía el ex jugador nacido en Cochabamba.

Empanadas Wilstermann

Entre las calles Ladislao Cabrera y Uruguay, en Cochabamba, se venden las «empanadas Wilstermann». Se llaman así porque el ex mediocampista Eduardo Villalón Bernal es uno de sus propietarios.

«Tenemos incluso una empanada en doble ‘w’, la doble ‘w’ de Wilstermann», invita el ex volante que nació en Maitenes, en la quinta región de Chile, pero que vive en Bolivia desde 1974.

Villalón Bernal es considerado un símbolo del equipo aviador durante los 70 y 80. Dejó el fútbol en 1986 a raíz de una rotura de ligamentos a sus 32 años.

Eduardo siguió ligado al deporte como entrenador de Metalsán y Wilster, pero el negocio de las empanadas que había creado su difunta suegra fue su nueva actividad. «En nuestra tienda vendemos empanadas con queso valluno. Hay unas blancas y otras rojas con cebolla, frituras y locoto», explica el ex jugador que llegó a la selección boliviana en 1977.

«Empanadas Wilstermann», como se conoce a la tienda, cumplió 40 años en el mercado.

Las camisetas de Wilster y la selección ahora están guardadas en un lugar especial, pero mientras Eduardo alista una bolsa con diez empanadas, el cliente puede abordar por unos minutos una deliciosa charla sobre fútbol, sobre el clásico entre Aurora-Wilster, la selección o el jugador de moda.

Veizaga es el empresario

Dejó el fútbol a sus 25 años. Harry Roberto Veizaga Sanabria fue figura de Wilstermann en 1986, 1987 y 1988, y la selección del Preolímpico de 1987, pero fue en el mundo de las empresas donde más halagos consiguió.

No fue una lesión la que alejó a Harry de los campos de fútbol. «Fue una falta de valoración de parte de los dirigentes nacionales que no querían respetar mi contrato, lo que determinó que me retire», recuerda el actual jefe operativo de la Terminal de Buses de Cochabamba.

Harry es multifacético. Después de colgar los botines en 1988, se dedicó a la agropecuaria en el Tunari. Era un entendido en insecticidas, pero en 1996 ganó, junto a su hermanos Raúl y Jaime, una licitación para administrar la terminal terrestre. «Soy además abogado, pero me considero un administrador de empresas».

El ex lateral de Wilster y Petrolero se graduó como abogado, pero no ejerce. En el momento, además de ser jefe operativo, está vinculado a las telecomunicaciones y posee una imprenta.

Con nostalgia recuerda su paso por la selección, que en 1987 tuvo una destacada actuación en el Preolímpico. «Entre otros, mis compañeros fueron Eduardo Villegas, Álvaro Peña, Víctor Hugo Antelo y Eduardo Terrazas».

A diferencia de quienes se dedicaron a la dirección técnica, Harry escogió las empresas, donde se labró su propio destino.

Las maravillas de Melgar

Cerca de 950 niños y jóvenes en tres escuelas de fútbol en Santa Cruz, Argentina y Estados Unidos buscan hoy emular las maravillas que José Milton Melgar desplegaba en la cancha. «Yo no me dediqué a otra actividad más que al fútbol», sintetiza el ex jugador Boca y River, de Argentina.

A sus 48 años, el ex viceministro del deporte se dedica todavía al cien por cien al fútbol, tal cual lo hizo durante 20 años de carrera, pero insiste en que no todo es fácil. «En Bolivia no hay condiciones para seguir ligado con el fútbol después que te retiras, porque no existe una Escuela de Entrenadores y tampoco existe una Universidad del Fútbol», sentencia el ex mediocampista de equipos como Bolívar, The Strongest, Oriente Petrolero, Blooming y Real Santa Cruz.

Con ese panorama, Melgar considera que únicamente el empeño y la perseverancia le permitieron abrir tres escuelas de fútbol. «En Argentina tenemos al menos unos 300 niños entrenando, en Evansville, Indiana, Estados Unidos acabamos de dictar un Curso de Verano a 150 niños y jóvenes y en Santa Cruz tenemos al año unos 500 inscritos».

Viaja entre Estados Unidos, Argentina y Santa Cruz. Ya no juega porque su agenda siempre está llena. «Mi vocación siempre fue el fútbol. Fui viceministro, pero fue algo circunstancial», cuenta el ex mundialista que dejó el balompié activo en 1997. «Donde haya una pelota, siempre estaré ahí, ésta es mi pasión. Ya no juego, ahora me toca enseñar», finaliza el ex capitán de la selección de 1994.