Entre paréntesis….Cayetano Llobet T.
Como hemos sido paridos con las formas de la solemnidad altoperuana (lo que no es un piropo), vivimos enamorados de la pose y de la rimbombancia. El Presidente y sus ministros, poseídos por la gloria de estar entrando a Roma conquistada, anuncian por decreto, y a ritmo de cueca, la aprobación de la Constitución “que asombrará al mundo”.
Y cuando en un acto de súbita dignidad o de simple hartazgo por todo lo que ha tenido que oír y leer de su pasado, presente y futuro, el señor Exeni anuncia que rechaza el padrinazgo del referéndum, es inmediatamente calificado de traidor y Evo Morales, ¡desde Teherán, nada menos!, informa al universo que Exeni se ha entregado a las fuerzas de la derecha reaccionaria. Traidor… ¿porque era suyo?
¿Qué es lo que ha cambiado desde la “Tutada” revocatoria? Hay elementos que no son menores. Las humillaciones sufridas por la Policía parecen haber calado en ese cuerpo y en la resolución de no aparecer simplemente como un brazo represor del proyecto masista. En los incidentes de Trinidad, los protagonistas eran efectivos militares y los refuerzos enviados, también.
Y en el Conalde, las cosas no parecen relatadas en verso. Es un secreto a voces que protagonistas de bloqueos, perjuicios, sopapos y pateaduras en Tarija, Yacuiba y Villamontes no sonríen de oreja a oreja viendo en Santa Cruz más preocupación por su feria, que por la recuperación del IDH.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Pero en el fondo, ¿qué ha cambiado? El gobierno sigue montado en una correlación de fuerzas incontestablemente mayor, desde el punto de vista cuantitativo. Puede hacer pronunciamientos, organizar marchas, cercar el Congreso, buscar la expresión numérica de su apoyo -eso es el referéndum-, aprobar su Constitución… ¡pero sigue sin tener la fuerza ni la presencia de Estado para imponerse al conjunto!
Porque el Evo y el MAS -a diferencia del 52 y de Paz Estenssoro- no saben de Estado. Y no tienen la menor idea de que para imponerse definitivamente al conjunto social tienen que cruzar una línea, tienen que dar un salto que es el empleo de la fuerza. Es perfectamente posible y más que probable, que en unos días más, el Congreso protagonizará el acto mágico de conversión de su decreto en ley, -¡algún senador de Podemos debe estar sintiendo orgasmos anticipados ante la posibilidad de ayudar una vez más al gobierno!- Esa ley no le va a dar la posibilidad de copamiento territorial.
Por lo demás, ¿quién les ha contado que por el paso de los meses y el correr de las aguas, su Constitución se ha vuelto legal? El tiempo no es un factor de santificación y siguen pendientes las cuestiones que salieron corriendo de La Glorieta y pasaron matando por La Calancha.
El gobierno, ingenuo, está convencido -por lo menos es ése su discurso – de que el Estado se impone por la cantidad. Eso sucede en las democracias maduras, con referencia y confianza de institucionalidad. En las sociedades desagregadas, caóticas y enfrentadas, las imposiciones son de fuerza. El gobierno, ignorante, mueve a su gente ¡donde ya se ha impuesto! Pero no tiene la fuerza para imponerse allí donde quiere ser fuerte.
No tengo la menor de las dudas de que más de uno en el gobierno
suspira ante la posibilidad de emplear la fuerza -¡no sólo los senadores de Podemos tienen derecho a los orgasmos del poder!-, pero ¿será tan sencillo?
Los estados maduros emplean la fuerza como parte de su institucionalidad. Las sociedades desinstitucionalizadas usan la fuerza como parte de la guerra… ¡y es ahí donde la cosa se pone jodida!