El Nuevo Día. 8/9/2008.
Hay que plantear un pacto. Un pacto entre la Bolivia autonomista y la Bolivia andina (indigenista y socialista) del MAS. Un pacto entre estas dos visiones, que prácticamente representan dos naciones: la andina y la autonomista. Un pacto para garantizar un Estado con dos sistemas.
La ley del conflicto
La semana que se nos fue nos dejó un dato: el conflicto se impone. Y por tanto, el futuro puede ser violento.
Riesgo de muertes, de ruptura democrática e incluso, de violencia amplia. El gobierno intenta imponer su constitución para perpetuarse en el poder y las autonomías luchan por sobrevivir. El gobierno apostó duro. Los autonomistas aceptaron el desafío. ¿Quién ganará y cómo?
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El objetivo del MAS es una década de poder. Por lo menos. El mensaje es este: la fuerza popular mayoritaria, que quiere el cambio indigenista y socialista, y la fuerza oligárquica y minoritaria que se opone. Con este mensaje del MAS asegura su base pero opta por la confrontación. Ese mensaje sirve para tener la mayoría pero no sirve para gobernar en paz.
El gobierno puede resistir esa confrontación y tiende a ganar con el tiempo pues no hay protesta que dure cien años.
Pero el riesgo para el gobierno – y para todos – es que la confrontación se desborde en el corto plazo. Es decir, que los bloqueos se descontrolen y frenen el envío de gas a Brasil y Argentina. En ese caso, el gobierno no tendría más remedio que meter palo en serio. Un Estado de Sitio…que se sabe como comienza, pero nunca como termina. Un mal camino.
Por otro lado, el objetivo de la media luna aun no está claro. ¿Qué quiere? ¿Frenar al MAS? ¿Frenar al centralismo? ¿Construir una sociedad distinta a la del MAS? ¿Cuál es esa sociedad entonces? ¿Y de verdad el problema de fondo – para la media luna – es el cómo se organiza territorialmente el Estado y por eso la solución es la autonomía? ¿O el problema es más grave? ¿El problema es que la Bolivia andina se impone desde su visión indigenista y socialista sobre la Bolivia autonomista?
La media luna tiene que decidir muy pronto lo que quiere. Tiene solo dos opciones. La primera es el camino de «moderar la radicalidad» del MAS. Si decide eso, debe seguir jugando como lo hace desde el 10 de agosto. Esto es, seguir presionando al MAS para que NO se lleve el IDH y para que NO apruebe su constitución. Jugar al NO: jugar a la defensiva. Es justo lo que hizo la COB en sus buenos tiempos: oponerse para frenar alguna política o para «obtener» alguna decisión del gobierno.
En esta estrategia, la media luna no lucha como una opción de poder. Esta estrategia no quiere tomar el poder, quiere presionar sobre él. Y esta estrategia desgasta al gobierno, pero también desgasta a las propias fuerzas autonomistas en su propio público. El gobierno estará molesto porque esa estrategia de presión autonomista le complica la gobernabilidad; pero también estará contento porque este es un combate que no pone en juego lo esencial: la titularidad del poder.
Sin embargo, la media luna puede escoger otro objetivo: en vez de presionar para que el MAS «se modere», y en vez de jugarse todo a influenciar, presionar y hasta resistir frente al poder, puede proponer la toma del poder. Y eso es cosa distinta. Eso es política de verdad.
En efecto, la media luna, puede proponer un camino (alternativo al MAS) para construir el futuro. Puede proponer un camino distinto al indigenismo y al socialismo del MAS. Puede proponer un futuro de democracia, economía exportadora, empleo y modernidad. Y eso significa proponer una estrategia para la toma del poder.
Por supuesto, esta toma del poder, no puede hacerse sobre los territorios masistas que ya han elegido el socialismo y el indigenismo como camino de vida. Allí, debe gobernar el MAS: eso es lo legítimo y lo justo. Esta toma del poder por parte de los autonomistas, debe hacerse por voto y en los territorios que aún permanecen libres del control masista. Es decir, debe hacerse dentro de la media luna.
¿Cómo se hace? Hay que plantear un pacto. Un pacto entre la Bolivia autonomista y la Bolivia andina (indigenista y socialista) del MAS. Un pacto generoso entre estas dos visiones, que prácticamente representan dos naciones en Bolivia: la andina y la autonomista. Un pacto donde, manteniendo la unidad de Bolivia, cada una de estas dos visiones, en su respectivo territorio, escoja el sistema político, económico y social que cree merecer. Un pacto para garantizar un Estado con dos sistemas.
Es pacto, no solo mantendría la unidad de Bolivia, sino que garantizaría la paz social del país y así, crearía condiciones para que los bolivianos, en lugar de dedicarse a pelear, se dediquen a solucionar sus grandes desafíos económicos.
Plantear este pacto es una opción estratégica de la media luna. La otra, es seguir como hasta hoy.