Termómetro político

El Nuevo Día

El Gobierno está recorriendo un camino sin retorno al quemar todas sus naves. El nivel de abuso no le permitirá volver a la democracia y la reconciliación. Nadie se opone a los cambios, pero sí a la reelección.



I. La semana pasada

La semana que pasó, vino otra vez marcada por el huracán de fuerza física que está ejerciendo el gobierno contra sus opositores.

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Tres hechos que en cualquier democracia hubieran levantado todas las alarmas internas e internacionales, han pasado como cosa normal en nuestra realidad:

Primero, el gobierno impulsa un cerco con sus sindicatos contra el Congreso. ¿Alguien se imagina al partido laborista inglés organizando y pagando a huestes armadas con dinero extranjero (por ejemplo ruso) para cercar el parlamento inglés y obtener de él una norma que le permita perpetuarse en el poder?

Segundo, el arresto violento de un periodista, que es acusado de terrorismo por decir cosas en contra del gobierno. Sin duda, el periodista arrestado no debe ser lo máximo en neutralidad y calidad periodística. Pero en democracia, eso no se castiga con cárcel.

Y tercero, la orden política de arrestar a la hermana de un líder de la oposición (la hermana de Branko Marinkovic), violando también todo procedimiento.

La realidad es que el gobierno está quemando todas las naves. Está recorriendo un camino sin retorno. Fue lo que le ocurrió a Fujimori el ‘92. Tanta represión, que no le quedó más que sistematizar e institucionalizar el autoritarismo. Porque no hay retorno posible a la democracia y a la reconciliación, cuando se llega a esos niveles de abuso y de represión. Después de ejercer esos niveles, a cualquier gobierno no le queda más remedio que vencer o morir. La democracia boliviana no está funcionando.

Ningún cambio -ni el de Fujimori, ni el de Banzer en los años ‘70, ni el del MNR el ‘52- merece la pena si va a traer una dictadura. Pero además en Bolivia, nadie se ha opuesto a los cambios del MAS.

En efecto, lo interesante del caso boliviano es que la represión del gobierno no intenta imponer cambio alguno. Porque todos están de acuerdo con el cambio. Con una simple mirada al panorama político, se nota que ningún actor del sistema se opone a los tibios cambios sociales y económicos que postula el MAS.

¿Nacionalización?: claro que sí. ¿Más derechos a los pueblos indígenas? Claro que sí. Nadie en el abanico político boliviano niega la necesidad de operar tales cambios. Costas, Marinkovic, Cossío y los autonomistas en general, son tan nacionalistas, tan populistas y tan indigenistas como cualquier militante del MAS. Los autonomistas (basta ver sus documentos y escuchar sus discursos) ya son parte de una época marcada por el estatismo y la reivindicación de lo originario. Marcada por el nacionalismo. Época que, por cierto, no ha inventado el MAS, ni mucho menos.

Y por eso, la represión que está desencadenando el MAS contra su oposición, no tiene nada que ver con impulsar cambios o no impulsarlos. La represión del gobierno (el cerco al Congreso de esta semana, el encarcelamiento del periodista, la orden de arrestar a la hermana de Branko Marinkovic) es simplemente, la ejecución de un plan para instalar un sistema político en el cual, el gobierno opera sin ninguna oposición.

El actual debate del Congreso ha tenido esa virtud; ha puesto sobre la mesa el tema que ocupa y preocupa con obsesión al MAS: la cuestión del poder. El gobierno quiere nueva constitución para permanecer en el poder el mayor tiempo posible. No para hacer más ni menos nacionalismo, indigenismo, o autonomías. Podemos y la oposición parlamentaria, han puesto el dedo en la llaga del MAS: la reelección, el mandato y todas esas cosas relacionadas con la cantidad de tiempo que los masistas ejercerán sus cargos.

II. La semana que viene

La semana siguiente traerá más de lo mismo: más represión y más lucha por la reelección.

La temperatura política

En una escala del uno al diez, donde uno significa mucha estabilidad política y diez, significa alta inestabilidad, ¿cuánto le pone UD a la situación boliviana? La situación está en un cinco. Nunca ha habido más estabilidad en los últimos 2 años. El MAS, prácticamente, gobierna solo.

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