Las elecciones regionales decidirán el futuro político de Chavez

El presidente venezolano plantea los comicios como un plebiscito.

JOAQUIM IBARZ, CARACAS (ENVIADO ESPECIAL DE LA VANGUARDIA)

Los venezolanos acudirán hoy a las urnas concientes de que lo que está en juego no son los cargos de gobernador y alcalde que han de elegirse, sino el futuro político de Hugo Chávez. La continuidad de la  llamada  revolución bolivariana dependerá de lo que pase en estos comicios. Aunque no figura en ninguna lista, el presidente Chávez ha hecho una campaña desaforada como si fuera candidato en todos los estados y en todos los municipios.



Pese a que plantea una batalla desigual con un contrincante que ha usado y abusado de todos los recursos económicos y legales del Estado, la oposición podría generar un cambio en el mapa político y poner al chavismo en la coyuntura más difícil en 10 años de gobierno. Según analistas consultados por “La Vanguardia”, los candidatos no oficialistas lograrían controlar entre cinco y ocho gobernaciones y al menos la mitad de las 330 alcaldías.

La derrota en el referéndum constitucional de hace un año, y el desgaste que afecta al Gobierno por una corrupción sin control, sumado a la alta inflación y a la menor capacidad de gasto por la caída del precio del crudo, llevaron a Chávez a convertir esta elección en un plebiscito. Por ello, insta a los venezolanos a votar por él con “pasión patriótica”. Más que ganar la mayoría de gobernaciones, el presidente tiene como meta sumar más votos que la oposición en el conjunto del país.  De lograrlo, el año próximo buscaría plantear de nuevo un cambio constitucional para posibilitar otra reelección.

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No existe arma a la que no recurra o barrera que no salte con tal de perpetuarse en el poder. Más aún cuando se trata de quitar del medio a cualquier líder con potencialidad para ocupar la presidencia. Antes de comenzar la campaña, Chávez utilizó el control del aparato judicial y un amplio arsenal jurídico, para inhabilitar o enjuiciar a importantes candidatos opositores que ofrecían un triunfo holgado para la oposición, como Leopoldo López para la alcaldía de Caracas, el ex gobernador Enrique Mendoza para la gobernación de Miranda, con lo cual cambió el escenario de la elección. 

En un Estado plenamente democrático, la limpieza de estos comicios ya estaría muy cuestionada. Chávez ha vulnerado repetidamente la ley electoral, las normas de propaganda y las más elementales reglas de respeto al insultar con epítetos vulgares a cuanto candidato opositor le ha venido en gana. Resulta insólito que en vísperas electorales realice cadenas nacionales de radio y televisión, sin que la oposición tenga acceso a los medios públicos. Sólo hay un canal privado, Globovisión, que rompe algo el monopolio audiovisual.

Los partidos opositores han hecho esfuerzos por presentar candidaturas únicas y por movilizar a los electores. Aunque no lograron presentar un frente común en todos los estados ni posee un líder con carisma que plante cara a Chávez, las fuerzas democráticas confían en consolidar nuevos espacios.

Para proclamar victoria, la oposición no tiene que lograr la mayoría de gobernaciones y alcaldías. Le basta con apropiarse de un grupo de símbolos relevantes que le permitan retar el poder de Chávez y mostrar que es más vulnerable que en el pasado. El triunfo o la derrota no se medirán en el número de gobernadores que se ganen, ya que Chávez obtendrá más de la mitad. Son claves los estados  de Zulia, Barinas (tierra natal de Chávez), Miranda, (el estado que rodea a Caracas), la alcaldía de Caracas y la del violento municipio caraqueño de Sucre. De volver a ganar la oposición en Petare (el barrio pobre más grande de América Latina), como ocurrió el año pasado, se rompería el mito de que Chávez es invencible en las zonas populares. Ahora la oposición sólo gobierna en dos estados de un total de 24 (incluyendo el Distrito capital), otros cuatro están en manos de disidentes del chavismo.