Los Tiempos / Tras el paréntesis carnavalero
El Diario / País peligroso para el turismo
La Razón / Carnaval, fiesta mayor de Bolivia
Opinión / Las Fuerzas Armadas no están para reprimir ni a políticos ni a la población
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La Prensa / Retamani, el drama de una ciudad
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Los Tiempos / Tras el paréntesis carnavalero
Hay motivos para temer que tras el paréntesis carnavalero, nos espere un traumático retorno a la realidad
Uno de los estereotipos que más hondo ha calado en la conciencia colectiva de los bolivianos, pues es una de las pocas lecciones de historia que ha quedado grabada en nuestra memoria tras haberla oído año tras año desde nuestra más tierna infancia, es aquel según el cual perdimos el Litoral porque no quisimos que las malas noticias relativas a la invasión chilena interfieran con el entusiasmo de las comparsas y sus festejos.
Ahora, estamos gozando una vez más de ese paréntesis en el que la rutina impuesta por la realidad cotidiana se suspende para dejar su lugar al reinado del dios Momo y toda su corte. Lo que podría no ser del todo malo si todos, sin excepción, acataran las reglas del juego. Es decir, si mientras unos festejan y se divierten, no hubiera otros que no sólo continúan actuando en la “realidad real”, sino que, además, aprovechan la distracción carnavalera para llevar a cabo sus maquinaciones.
Desgraciadamente, es eso precisamente lo que parece estar ocurriendo. Y hay razones para temer que, cuando se cierre el paréntesis y pasen los efectos de la resaca, volveremos a una realidad ante la que las máscaras de las comparsas serán sustituidas por otras, unas que no se guardarán hasta el próximo año. Nos referimos, por ejemplo, a las máscaras que cubren el rostro autoritario de un gobierno que ha decidido poner en vigencia un nuevo régimen en nuestro país.
Será sin duda mucho lo que podrá decirse sobre esa realidad. Pero nadie podrá declararse sorprendido. Es que con extraordinaria franqueza, se nos ha advertido y se nos ha anunciado lo que está porvenir. Ha sido el Vicepresidente del “Estado Plurinacional” quien ha sugerido que empecemos a “acostumbrarnos” a ver tropas en las calles del país. Y si bien no lo dijo explícitamente, por el contexto en el que lanzó la amenaza queda claro que eso incluye a militares ingresando a hogares en horas de la madrugada para detener a “terroristas y traidores a la patria”.
Tales palabras no pueden dejar de traer a la memoria aciagos tiempos en los que las Fuerzas Armadas de nuestro país apuntaron sus fusiles contra los “enemigos internos”. La semejanza con lo que fue la “doctrina de seguridad nacional” de la época de las dictaduras militares es por demás evidente.
Si a eso se suman las recientes declaraciones del Ministro de Defensa, según quien el Órgano Ejecutivo está considerando la posibilidad de designar mediante decreto supremo a ministros del Tribunal Supremo de Justicia (actual Corte Suprema) y magistrados del Tribunal Constitucional, el panorama se hace aún más estremecedor.
Con esos antecedentes, se puede temer que tras el paréntesis carnavalero, nos espere un traumático retorno a la realidad.
El Diario / País peligroso para el turismo
La guía francesa de viajes “Petite Fufe” ubica a Bolivia entre 11 países peligrosos para el turismo, como Irak, Afganistán y Georgia que son atacados por epidemias, en tanto que nuestra República es considerada peligrosa “por las constantes tensiones y conflictos que confronta el presidente Evo Morales Aima con los gobernadores de las regiones autonómicas, incluso llega a decretar Estado de Sitio en la Provincia (sic…) Pando”. Esta advertencia causa perjuicios difíciles de revertir, porque mucha gente que quiere conocer los atractivos turísticos bolivianos se ve impedida de cumplir ese deseo. También campañas para que el Parque Nacional Madidi o el Lago Titicaca sean incluidos entre las nuevas siete maravillas del mundo quedan afectadas por la información sobre los enfrentamientos que origina el Ejecutivo, no sólo con las autoridades políticas y comités cívicos de los departamentos autonómicos, sino fundamentalmente por los ataques a instituciones y organismos de prestigio nacional. Los responsables de la administración estatal ponen en práctica su estrategia de desinformación para evitar los problemas que se presentan dentro del Gobierno, pero que de todas maneras salen a la luz pública.
Desde hace unos años los gobiernos de turno han empezado a dar importancia a la actividad turística nacional, al ser una de las actividades empresariales que capta divisas. La llamada “industria sin chimeneas” fue incorporada en los programas de gobierno de las diferentes candidaturas, porque constituye una fuente de trabajo no sólo para las operadoras de turismo, como las agencias, los hospedajes y el transporte, sino que tiene un efecto multiplicador, ya que aporta al desarrollo de las artesanías de cada región del territorio nacional, el cuidado y preservación de los atractivos turísticos, la preparación y organización de festivales y ferias artísticas, folklóricas, gastronómicas y culturales, paseos por los atractivos naturales que son conocidos a nivel mundial, pero las autoridades bolivianas no los explotan racionalmente.
Mientras algunos sectores en el país se esmeran por llevar adelante campañas que demandan mucho sacrificio y recursos económicos para lograr que el Lago Sagrado, el Parque Nacional Madidi, una de las reservas ecológicas más grandes del planeta, y el Salar Uyuni ingresen en la categoría de nuevas Maravillas del Mundo, los gobernantes no brindan seguridad para que los turistas tengan una estadía inolvidable en el país. Pero resulta que cuando los visitantes concluyen su periplo en Bolivia, los vuelos de las compañías aéreas son suspendidos con frecuencia por problemas internos en el territorio, mientras el transporte por tierra está supeditado al bloqueo de caminos que puede darse en cualquier momento, como también los derrumbes y destrucción de taludes y terraplenes de vías, lo que perjudica el desplazamiento de personas. Todo esto crea malestar en los turistas y afecta la imagen de que está considerado como uno de los 11 países en el mundo peligrosos para el turismo.
A diferencia de otros países, incluso vecinos, Bolivia es el que menos seguridad ofrece a quienes visitan su territorio por diversos motivos, sobre todo los turistas, muchos de los cuales son víctimas de los delincuentes que merodean en las terminales aéreas y de transporte terrestre, como también en las zonas donde se desarrolla con más intensidad la actividad turística. Si bien existe una policía turística, el trabajo que realiza no es suficiente, por lo que los robos de objetos y documentos son constantes.
Mencionemos que tres turistas europeos fueron secuestrados para obligarles a revelar las claves de las tarjetas bancarias que poseían y vaciar sus recursos de los cajeros bancarios. Cumplido ese objetivo, después de torturarlos y vejarlos los delincuentes optaron por quitarles la vida y enterrar sus cuerpos en un cementerio clandestino de la ciudad sede de Gobierno. Los autores del hecho, prontuariados, contaban con la complicidad de un oficial de la Policía Nacional.
Ante la información que circula en el mundo acerca de que Bolivia es uno de los 11 países peligrosos para el turismo, el Gobierno debe aplicar una política de seguridad para los turistas, desde que ingresan a territorio nacional y durante su estadía su vida, con la finalidad de evitar que el país sea tildado con calificativos que dañan su imagen a nivel mundial.
La Razón / Carnaval, fiesta mayor de Bolivia
Este año, diabladas, morenadas, tinkus, caporales y muchas danzas más volvieron a brillar con luz propia, sentando nuevamente soberanía sobre un patrimonio que otros países ponen en entredicho cada tanto, pretendiendo adueñarse de lo que no es suyo.
El Carnaval en Bolivia tiene cada vez más atractivos, tanto en forma de espectáculo como de diversión y alegría. En estos días festivos, el Rey Momo impone sus leyes, que no son otras que las de disipar las tensiones del diario vivir y entregarse a participar o ser entusiasta espectador de las entradas y corsos para celebrar el acontecimiento.
Al margen de las tradiciones que preceden al Carnaval, como los jueves de compadres y de comadres, muy arraigadas en departamentos como Tarija, por ejemplo, hay costumbres que se han impuesto al paso del tiempo y se expresan en demostraciones folklóricas o, simplemente, en desfiles con trajes típicos.
El juego con agua y el colorido de la serpentina adornan esta fiesta, pero no son éstos sus únicos ingredientes. La moda también se ha inmiscuido en el Carnaval, como lo publicó La Razón en su revista Mía, que se publica cada jueves, al mostrar cómo principalmente niños y jóvenes gustan de la pintura artística para lucirla en estas intensas jornadas.
Si bien el festejo se extiende por cada uno de los rincones del país, una ciudad en particular, Oruro, vive su momento más esplendoroso en estas jornadas de feriado nacional. Su Carnaval, reconocido por la Unesco como Patrimonio Cultural e Intangible de la Humanidad, compite con la espectacularidad del de Río de Janeiro, aunque sus dimensiones, en cuanto a cantidad de público y recursos económicos invertidos, sean todavía muy inferiores.
Las danzas que engalanan la capital del folklore boliviano se caracterizan por su variedad, colorido y por la alegría y la devoción de los bailarines hacia la Virgen del Socavón. Esta mezcla de atractivos seduce al turista nacional y extranjero, que con su masiva presencia hace rebalsar la capital orureña, todavía limitada para estos eventos de gran magnitud,
Este año, diabladas, morenadas, tinkus, caporales y muchas danzas más volvieron a brillar con luz propia, sentando nuevamente soberanía sobre un patrimonio que otros países ponen en entredicho cada tanto, pretendiendo adueñarse de lo que no es suyo.
Bolivia lució ante el mundo el arte del bordado de trajes confeccionados por manos habilidosas, que, con trabajo y mucho empeño, han logrado montar toda una industria en torno a esta fiesta. Los diseños causaron un gran impacto en la belleza de rostros que representaron a la diversidad nacional.
Otra demostración cultural que ha crecido mucho y revoluciona a sus habitantes es la de Santa Cruz, cuyas hermosas mujeres hacen un verdadero culto a la belleza. Allí se da fiel cumplimiento al conceptuoso término de “saltar”, dando rienda suelta a una alegría prácticamente sin par en el país. Una característica de esa fiesta es que no discrimina con las edades: todos, juntos, saltan al ritmo de la música camba.
La Anata Andina reunió este año a 117 comunidades de Oruro con la participación especial del presidente Evo Morales, quien, entre pinquilladas, moseñadas y tarqueadas, bailó y se adhirió al culto de agradecimiento a la Pachamama.
No hay sitio en Bolivia que se quede sin celebrar el Carnaval. Ninguna otra celebración moviliza a tanta gente, en días consecutivos. Los excesos con el consumo de alcohol suelen empañar el festejo; que este 2009 impere la conciencia.
Opinión / Las Fuerzas Armadas no están para reprimir ni a políticos ni a la población
Ojalá que las Fuerzas Armadas no sean utilizadas para fines políticos partidistas, y que no se las dañe politizándolas con proyectos sectarios. Sería no solamente retroceder a épocas tristes de la historia boliviana, importaría jugar con su propia sobrevivencia y unidad.
La Constitución Política del Estado, la actual, como las anteriores que han regido la vida republicana de Bolivia, en términos más o menos similares, sostienen que las Fuerzas Armadas de la Nación tienen como misión principal defender y conservar la soberanía nacional, su independencia, el honor nacional, defender la Constitución Política y cooperar en el desarrollo integral del país, y por supuesto garantizar la estabilidad del Gobierno legalmente constituido.
Durante los años de democracia que viven los bolivianos, a partir de la recuperación del sistema, en 1983, las Fuerzas Armadas se han caracterizado, en términos generales, por cumplir estos preceptos tan venidos a menos en gobiernos de las dictaduras que las utilizaron como mecanismos de represión y de conculcación de los derechos ciudadanos. Es cierto, que este fenómeno se dio en varios países de Latinoamérica, donde incluso se formó una especie de eje militarista que tomó el control de los gobiernos de algunos países y que realizaban tareas coordinadas en la represión, a nombre de combatir a la izquierda internacional. La gente que vivió esos momentos no puede menos que guardar recuerdos de miedo y animadversión contra esta institución.
El posterior desarrollo democrático reubicó a las Fuerzas Armadas en su papel esencial, constituyéndose luego, en muchos casos, en una especie de guardián de la democracia.
Debe ser por todos estos resumidos antecedentes que la población cuando escucha que son las Fuerzas Armadas que intervienen en operativos de detención de ciudadanos, como se ha denunciado últimamente en Pando, retorna al temor y a la incertidumbre, posiblemente acrecentados, cuando son altas autoridades de Gobierno que advierten, que la presencia militar en ese departamento será mayor y que los ciudadanos tendrán que acostumbrarse a esta situación.
Ojalá que las Fuerzas Armadas no sean utilizadas para fines políticos partidistas, y ojalá que no se las dañe politizándolas con proyectos sectarios. Sería no solamente retroceder a épocas tristes de la historia boliviana, importaría jugar con su propia sobrevivencia y unidad.
Durante el pasado Estado de sitio que dictó el Gobierno en Pando, donde hubo una fuerte presencia militar, se atropellaron derechos ciudadanos y se registraron detenciones sin observar ninguno de los procedimientos legales y trasladando a los detenidos a La Paz. Esta práctica que parecía superada y soportada sólo por dicho Estado de excepción, se ha vuelto a repetir hace pocos días con la detención de siete ciudadanos. Grupos encapuchados, sin orden legal y en horas de la madrugada, irrumpieron en forma violenta en domicilios de ciudadanos pandinos con el argumento de investigar los sucesos del pasado 11 de septiembre en Pando.
Si en estas acciones participaron militares sería algo nefasto, que recordaría acciones de militares y paramilitares que actuaban durante las dictaduras de Banzer y de García Meza. Los militares no están para reprimir ni a políticos de oposición, ni a la población en general.
La Prensa / Retamani, el drama de una ciudad
El problema de fondo, además de las aguas subterráneas y las fallas geológicas, es la falta de autoridad para frenar la presión social sobre los terrenos inestables de las laderas…
Una falla geológica se activó en Retamani el lunes 16 por causa de las aguas subterráneas y la impericia de asentamientos humanos sin control a la vista de autoridades municipales que, hay que admitirlo, hicieron poco para evitar una tragedia que se podía prevenir.
Unas 75 familias fueron afectadas por el derrumbe de un cerro que destruyó casas y avenidas cual si se tratara de un terremoto. Esta noche, 49 grupos humanos aún dormirán en las frías y húmedas carpas de campaña cedidas por el gobierno municipal y ubicadas en las canchas de la avenida Zavaleta, vía que aloja a los cientos de desplazados por el colapso geológico.
¿No se podía hacer nada para evitar el desastre tal como asegura el oficial mayor técnico, Johnny Bernal, en una entrevista con La Prensa? El funcionario asegura que se trata de la reactivación de un deslizamiento antiguo detrás del cual se sumaron las aguas subterráneas, pozos ciegos y aguas residuales que quebraron el talud, cuya lamentable consecuencia fueron las decenas de viviendas convertidas en escombros.
Sin embargo, cabe una pregunta bastante obvia, ¿no se conocía la existencia de estas causas, en 2007, cuando una otra parte del cerro se vino abajo dejando a decenas de damnificados que hoy comparten otra de las canchas donde están albergadas las nuevas víctimas?
Obviamente que se conocían pero nuestras autoridades municipales hicieron poco o casi nada para evitar el desmadre de una zona de emergencia. Caso contrario no sería posible explicar por qué no se obligó a los asentados a dejar el lugar de manera inmediata y frenar el avance de las construcciones en el lugar.
El problema de fondo, además de las aguas subterráneas y las fallas geológicas, es la falta de una autoridad para frenar la presión social sobre los terrenos inestables de las laderas, donde los propietarios y loteadores no miden las consecuencias y proceden a construir, pese al riesgo que ello supone, sobre aquellos terrenos. Aquí cabe otra pregunta, ¿por qué se da vía libre a las autorizaciones municipales para construir en dichas zonas?
Mucho peor si se tiene en cuenta que las zonas de riesgo en La Paz se extienden por las laderas tanto del este como del oeste, las más populosas de la ciudad y donde se supone residen los sectores sociales de menores recursos económicos.
Está bien que la topografía de la urbe paceña hace titánica la obra de afrontar los eventuales deslizamientos, pero también es cierto que la acción humana en este escenario de riesgo es mayúscula.
Los ciudadanos, todos, debemos reflexionar sobre esta realidad. En Retamani no se lamentaron personas muertas o heridas, pero la destrucción dejó en la calle a cientos de ciudadanos que hoy esperan la solidaridad y la ayuda de los paceños y de sus autoridades.