Democracia y revolución

SUSANA Susana Seleme Antelo

Desde el presidente al más humilde de los masistas, independiente de su origen-posición de clase, etnia, cultura, cargo en la función pública o sindicato, les asiste la certeza de que el triunfo democrático de 2005 fue carta blanca para construir una nueva Bolivia, destruyendo la anterior. Creen que han hecho la revolución, como en la Rusia zarista, la China de Mao, la Cuba de Fidel, que sí destruyeron desde los cimientos ‘el antiguo régimen’, en guerras a sangre y fuego.

A los antiguos y ‘arrimados’ hombres del MAS, les vale madre la diferencia entre democracia y revolución. Antes de la victoria en las urnas, con ayuda de propios y extraños, amén de organismos internacionales hasta hoy -OEA y Naciones Unidas- idearon este remedo de revolución, del siglo XXI dicen, para imponer su hegemonía. ¿Cuál hegemonía: la de Lenin, sinónimo de ‘dictadura del proletariado’, o la de Gramsci, ‘seducción-coerción’ vía intelectuales orgánicos y copamiento de la superestructura estatal -justicia, educación, religión, medios de comunicación e información- para llevar a la clase obrera al poder? No hace al meollo de la cuestión la diferencia, sino los resultados. En Bolivia, sin proletariado ni partido obrero de vanguardia, han sido sustituidos por una masa originario-indígena-campesina, cero conciencia de clase, a nombre de lo ‘nacional popular’, y subordinada a los apetitos pequeño burgueses de la elite masista. Ella elimina todo control de constitucionalidad y como instrumento vital para su reproducción política, comanda el asalto a la antigua Corte Nacional Electoral imparcial.



Los hombres del MAS usan los mecanismos de poder para aplicar ‘su proceso de cambio’ merced a 53 % de votos democráticos, más la escalada de posteriores fraudes electorales. Acorralan a los aparatos ideológicos del Estado, violan, ajustan las leyes, las instituciones y el Estado de Derecho a su proyecto político hegemónico, burlando garantías procesales, derechos y libertades civiles. Hacen uso de una literal y metafóricamente ‘licencia para matar’, forzando toda realidad a sus objetivos: exterminar todo vestigio anterior y actual de contrapoder, sea político, económico, cívico, cultural y social. Anulan la diversidad y las diferencias de pensamiento bajo la sospecha de que toda oposición democrática al gobierno es subversión. Uno de sus objetivos es homogeneizar la sociedad y por eso niegan la libertad de cada persona o de grupos de personas, para crear su propia identidad, con los materiales con los que siempre se ha construido la identidad: la historia, la geografía, la cultura, la religión, las formas productivas y reproductivas, el poder y los mitos, como garantía de pleno desarrollo humano.

El MAS y sus hombres buscan someter a juicio penal la práctica política plural que todavía sobrevive, pero ahí están Leopoldo Fernández y los demás presos políticos. Sus tácticas de coyuntura apuntan a ‘distraer’ a la oposición y a la sociedad con globos de ensayo, como pedir la renuncia del presidente de la Corte Suprema de Justicia, mientras atacan al aparto productivo, a favor del contrabando y la corrupción .

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Podrán imponer y vencer, gracias al monopolio de la fuerza, al poderoso aparato mediático informacional y electoral, mas no podrán convencer. El mañana dependerá de que partidos políticos y las-los demócratas bolivianos recuerden que la unión hace la fuerza.

Domingo 29 de marzo 09