El diferendo peruano – chileno y el presidente


Marcelo Ostria Trigo

Cuando se opina sobre las posibilidades de solución de la mediterraneidad boliviana, con frecuencia se corre el riesgo de inflamar pasiones y de desatar polémicas poco constructivas. Pero, eventualmente, surgen nuevos elementos e inquietudes, lo que ciertamente es comprensible en un asunto sensible y que afecta a toda la nacionalidad. Con ese riesgo, y sabiendo que hay mucho más por decir que no cabría en este limitado espacio, abordo el tema.

Desde hace poco más de tres años, se ha añadido un elemento adicional que renueva la preocupación y el debate: el diferendo peruano-chileno sobre la  delimitación del espacio marítimo de los dos países, tomando como base la llamada línea de la Concordia.



Este es un asunto bilateral. Bolivia no ha participado –y obviamente no ha suscrito nada- en el arreglo de la “partija” de 1929, cuando Chile retuvo el territorio de Arica, que fuera peruano antes de 1879, y devolvió Tacna al Perú. Pero, aunque bilateral, si afectara una expectativa de solución a la mediterraneidad, sería natural que haya generalizada intranquilidad y preocupación de Bolivia.

Este es un asunto que debe ser manejado con prudencia y realismo. El chauvinismo no ayuda a comprender su alcance ni sus consecuencias, más aún cuando el gobierno de Chile, al que reclamamos la solución de la mediterraneidad, advierte que la pretensión peruana haría imposible que nuestro país obtenga una salida útil al mar, refiriéndose obviamente a un corredor al norte de Arica, que sería afectado con la tesis peruana.

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Aquí hay que separar dos asuntos:

Primero: ¿La advertencia chilena se basa, en verdad, poque está ya dispuesto a ceder a Bolivia una franja territorial hasta el mar, como solución a la mediterraneidad, como la que fue materia de negociaciones en 1975?

Segundo: ¿Se trata de un esfuerzo chileno para que el gobierno de Bolivia se alinee frente al Perú, simplemente ofreciendo una remota posibilidad que se ve que no tiene intención de concretar? Porque en Chile persisten posiciones abiertamente opuestas a este tipo de solución, como se vio con las reacciones adversas ante la referencia de Fidel Castro a la presidenta Bachelet de que debería solucionar este problema de internes continental.

Ciertamente esta estrategia chilena parece que está rindiendo frutos. Como es su estilo, el presidente Evo Morales, creyó –aparentemente su Cancillería no le aconseja adecuadamente– oportuno lanzar, en tono de arenga callejera, que “la actitud del Perú y de algunos círculos cruceños (la obsesión contra Santa Cruz es una charada recurrente en el oficialismo) entorpecen las negociaciones marítimas”. Es notorio que el presidente no cuenta con la información correcta, y comete errores que comprometen a todos, porque no se sabe que haya una negociación formal con Chile para la solución de la mediterraneidad y atribuye al Perú el designio de buscar, con su demanda, “afectar y retrasar una de las posibles soluciones a nuestro pedido histórico que es su acceso soberano al mar”. Es ostensible que no está enterado de las posiciones de Perú y Chile en este diferendo y, si una de ellas –la peruana-, realmente entorpecería una eventual solución a nuestra mediterraneidad, con una fórmula como la de 1975.

Reiterando: ni el canciller Choquehuanca, y menos el presidente Morales, parece que han examinado, sobre un mapa, las pretensiones de los dos países en disputa judicial internacional. A ver: si Chile tuviera la intención de ceder a Bolivia una franja al Norte de Arica y el límite marítimo con el Perú se inclinara al sudoeste, el límite  de Bolivia, conservado el ancho de la costa del territorio otorgado, también se desplazaría en ese sentido. Resultado: no habría obstáculo físico. Más aún, podría suceder que el desplazamiento sea menor, si la Corte de La Haya fallara por una solución intermedia. Este es un mapa que prueba este aserto:

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Para Chile, la frontera marítima con el Perú es la línea del paralelo (línea azul), lo que deja sin mar a las provincias peruanas del sur

El Perú, considera que le correspondería seguir una prolongación de sus costas (línea verde), pero que eso no sería justo para Chile. Lo justo y equitativo para ambos países sería trazar una línea media (línea roja) para definir la frontera entre ambos países.

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Pero eso no es todo. Buscando pescar en río revuelto, el opositor jefe de PODEMOS, se embarca en afirmaciones que, igualmente, muestran ignorancia histórica. Acusó al Gobierno de “omisión negligente y culposa” por “mantener una posición de brazos cruzados mientras Chile y Perú se disputan ante la Corte de La Haya el derecho sobre aguas en el Pacífico que históricamente y por derecho le corresponden a Bolivia”. Realmente tendría que repasar lecciones elementales del pasado: las aguas en disputa limítrofe fueron  históricamente peruanas, no bolivianas. Las que “históricamente corresponden a Bolivia”, están al sur de Tarapacá, del río Loa. Y se sabe que Bolivia no es parte en el litigio, este es bilateral: peruano-chileno.