La Frontera, un refugio de los adictos para drogarse y morir

Santa Cruz. ‘Barrio’. Está ubicado en una zona amontada próxima a la Pampa. En casuchas armadas con maderas viven cerca de 20 adictos a las drogas.

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Precarias. Las casas en este sitio son construidas con plástico, maderas viejas y calaminas. Los cuartos se comercializan



El Deber

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Christian Peña y Lillo H.

Un angosto sendero de tierra ‘adornado’ por basurales y barbechos conduce al ‘barrio’ La Frontera, donde se erigen casuchas armadas con maderas, calaminas y hule, que datan de hace 25 años y que actualmente dan cobijo a cerca de 20 adictos a las drogas.

Este espacio, parecido a una favela brasileña, está ubicado en una pequeña loma de tierra situada entre el cuarto y quinto anillo y la ruta a Cotoca, enclavado entre unas metalúrgicas, el Parque Industrial y la zona franca Winner. Las aguas servidas del canal Cotoca saturan de un mal olor el ambiente, al igual que un vertedero clandestino de basura, que se ha convertido en una ‘mina de oro’ para los drogadictos que escudriñan entre los desperdicios para reciclar plástico, vidrio y metal para venderlos y así solventar su vicio. También hay quienes asaltan.

“Desde 1983 frecuento esta zona”, cuenta William Flores Ortiz, un hombre, de 51 años, cuya dentadura parece haber sido carcomida por las caries. Él, gracias a su talento en la cocina, conoció Europa y Estados Unidos, según cuenta. Barbado y con la piel curtida por el sol, William, a quien también conocen como ‘Chiquichá’, se convirtió en nuestro guía en La Frontera. “Éste es un barrio y vienen personas de todos lados. Aquí se consume y… también se vende droga”, cuenta el chef, mientras mira algunas de las casuchas.

‘Chiquichá’ no tiene residencia fija en este pueblo de drogadictos, a diferencia de otros, como Rodolfo Capobianco (48), un beniano, delgado y de tez blanca, que compró su cuarto en Bs 200. Este hombre afirma que una terapia de seis meses no soluciona nada y afirma que la gente le da la espalda a los que, rehabilitados, buscan trabajo.

En esta zona roja (en la capital hay más de 17), que no figura en ningún plano, también hay mujeres envueltas en este mundo del vicio. EL DEBER pudo conocer la historia de una de ellas. Tiene 63 años, su acento al hablar la delata como migrante del occidente. Vive en La Frontera desde hace cinco años y comparte un precario cuarto con su hijo, Jhonatan. Ella pidió no publicar su identidad. “Tengo dos hijas que no saben dónde estoy y no quiero que se enteren así”.

Esta mujer fue al lugar en busca de su hijo. Cuando lo encontró, cuenta, apenas podía reconocerlo por los estragos que había hecho en él la pasta base de cocaína que fuma. “Le pedí que se saliera de esto, pero no quiso. Por eso decidí quedarme y acompañarlo”, recuerda la señora, que también empezó a drogarse y que lavaba ropa o limpiaba casas para sustentar su adicción.

Ella, luego de contar su historia, pidió que la sacaran del lugar. Richard Canelas, ex drogadicto y ahora instructor de Ebenezer (una casa de acogida para indigentes), la acompañó hasta el vehículo que la llevó al centro, donde asegura que se recuperará.

“Tengo que dejar este vicio y volver a recoger a mi hijo”, prometió llorando la mujer, que fue recibida con abrazos por la gente que se encuentra en esta casa de acogida.

La Frontera es un refugio seguro para vivir, para drogarse y para morir. Muchos de los que habitaron el lugar fallecieron como consecuencia del deterioro gradual de su salud, como es el caso de la esposa de un ex drogadicto, que hace poco murió aquejada de tuberculosis.

El deceso de la mujer hizo reflexionar al hombre, que decidió someterse al programa de desintoxicación de Ebenezer.

  Detalles 

Presencia. En la ciudad hay guaridas más antiguas que La Frontera, como una existente detrás de la terminal Bimodal y otros sitios, donde deambulan unos 150 adictos.

Patrullaje. Para hoy se confirmó la ronda con perros en el segundo anillo y avenida Piraí. Serán 20 policías y 10 canes los que comenzarán el plan de vigilancia en el área.

Liberados. Los 45 ‘topos’ arrestados por la Felcn el miércoles en el segundo anillo y la av. Piraí, fueron puestos en libertad. El fiscal Emerson Figueroa dijo que necesitan ayuda antes que un proceso.