Las razones detrás de la purga en Cuba

Andrés Oppenheimer | Claves americanas

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Por Andrés Oppenheimer



Martes 10 de marzo de 2009 | Publicado en edición impresa

Diario “REFORMA” de México

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MIAMI.- Los castrólogos, o sea quienes practican esa oscura ciencia que es tratar de interpretar las acciones de los hermanos Castro, están divididos respecto de la purga del gabinete que tuvo lugar en Cuba la semana pasada: algunos la consideran una señal de cambio, mientras que otros la interpretan como una señal de resistencia al cambio.

Antes de compartir con ustedes mi propia interpretación de los hechos, echemos un rápido vistazo a las tres teorías principales sobre los motivos detrás de la destitución de una docena de altos funcionarios cubanos, entre ellos el ex canciller, Felipe Pérez Roque, y el ex zar económico Carlos Lage. Desde hace tiempo se rumoreaba que ambos estaban entre los probables sucesores del presidente Raúl Castro.

Pérez Roque, de 44 años, ex ayudante privado de Fidel Castro y "fidelista" incondicional, era un funcionario de línea dura. Un hombre de limitado alcance intelectual que se enorgullecía de ser considerado un "talibán" cubano, en una oportunidad me aseveró con total seriedad que en Cuba había más libertad de prensa que en Miami. (Si así fuera, le respondí, Cuba tendría que tener varios opinadores anticastristas en sus medios de difusión.)

Lage, por el contrario, era un reformista. Médico de profesión, de 57 años, Lage fue responsable de las reformas económicas que permitieron la recuperación cubana tras el "período especial" que siguió al colapso del bloque soviético.

A fines de la semana pasada, como suele suceder tras todas las purgas en regímenes estalinistas, Pérez Roque y Lage firmaron sus respectivos mea culpa, después de que el octogenario Fidel Castro los acusara de haber sucumbido a la "miel del poder", y señaló que "el enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos".

Entre las explicaciones más frecuentes de la purga, están:

-La teoría de la "señal de cambio": el presidente Raúl Castro consolida su poder, destituyendo a los hombres de Fidel y reemplazándolos con sus propios cuadros -casi todos militares- en los cargos más altos del gobierno, anticipándose a medidas del presidente Barack Obama para levantar algunas sanciones contra Cuba. Al nombrar a sus propios cuadros, Raúl también promueve una nueva generación de líderes que estarán mejor equipados para enfrentar las nuevas realidades políticas y económicas, según sostiene esta teoría, la más respaldada por los castrólogos.

La teoría de la "resistencia al cambio": anticipándose a las medidas de Washington para iniciar una posible negociación con Cuba, los hermanos Castro destituyeron a los miembros más jóvenes, más conocidos y más conectados internacionalmente del gabinete para enviar una señal de que no habrá ninguna grieta en el régimen.

Lo que ocurrió en Cuba es una reconcentración de poder: si Estados Unidos levanta algunas de sus sanciones económicas a la isla, el régimen querrá hacerle frente a la nueva situación como un bloque monolítico, según sostiene la teoría.

La teoría del "chivo expiatorio": la característica más notable del régimen de Castro, como la de cualquier dictadura, es la constante búsqueda de responsables. Como señaló el periodista independiente cubano Odalis Alfonso Toma: "Siempre que llegamos al clímax en las crisis administrativas o ejecutivas, aparecen nuevos cargos de malversación y abuso de poder en las altas esferas del gobierno".

Mi opinión: lo que ocurrió la semana pasada fue una combinación de la segunda y la tercera teoría. El artículo de Fidel Castro en el que declara que los enemigos de Cuba se habían llenado de "ilusiones" de cambio con los funcionarios destituidos me induce a concluir que la purga fue un movimiento defensivo de los hermanos Castro.

Es lo que ha ocurrido una y otra vez. Cada vez que hechos externos amenazan con presionar a Cuba para que permita libertades fundamentales, o que alguien del régimen surge como potencial líder de una transición, los Castro han reaccionado cerrando filas y retrocediendo a posturas de línea dura.

A fines de la década de 1980, cuando la Unión Soviética inició el proceso de apertura de la perestroika, Fidel Castro destituyó -y luego ejecutó- al carismático Héroe de la República, general Arnaldo Ochoa, un reformista que quería cambios dentro de la revolución. En 1992, en medio de la democratización de los ex aliados cubanos de Europa del Este, Castro destituyó a Carlos Aldana, el segundo funcionario poderoso del Partido Comunista, y otro encumbrado reformista.

Ahora que Washington se apresta a distender las sanciones, la familia gobernante vuelve a cerrar filas. Los Castro quieren seguir haciendo pequeños cambios disfrazados de continuidad en lo económico, y ponerle freno a cualquier presión externa que pueda poner en riesgo su ejercicio absoluto del poder y su total falta de respeto a la voluntad del pueblo cubano.