Las cantidades de droga decomisadas revelan el aumento alarmante de su producción

Las grandes cantidades de cocaína que se están decomisando, revelan que la producción se ha incrementado en forma alarmante. La solución de este mal que pone en peligro a capas amplias de la sociedad, requiere grandes principios, honestidad y valentía.

image Editorial Opinión.

Las cantidades, ciertamente grandes, de cocaína que se han decomisado últimamente, demuestran que la fabricación de esta droga se ha multiplicado en proporciones alarmantes, capturar ciento veinte, ciento cincuenta o doscientos kilos, develan, con claridad indiscutible, que su producción es equivalente a esas cantidades. Acerca de la energía, puntualidad y universalidad con que actúan los organismos pertinentes de represión, haremos un comentario en otra oportunidad. Los aparentes éxitos no son tanto por el nivel de las entidades respectivas, sino por la cantidad y quizá por la audacia y desaprensión con que los narcotraficantes actúan en estos días.



Aunque algunos inocentes o cómplices de esta actividad criminal creen que el dinero proveniente de la fabricación y comercialización delictiva de cocaína, representa una cierta contribución económica al país, lo evidente es que tal actividad destruye aspectos esenciales de la sociedad. Ningún país del mundo puede fundar ni siquiera una parte mínima de su existencia sobre recursos provenientes del crimen. Si el desarrollo de los pueblos no es fruto de su trabajo, de su producción y productividad, no es desarrollo. La prosperidad deformante y circunstancial niega la cultura misma de la gente y en esa dimensión su capacidad de trascender la pobreza y el atraso con su propio esfuerzo.

El aumento alarmante de cocaína, tiene causas que están a la vista, en primer lugar, está la producción de la materia prima, el incremento es grande e inocultable. Es cierto que la coca no es cocaína, pero no es menos evidente que la coca que no es destinada al consumo tradicional, va automáticamente al ámbito delictivo de su uso. Mientras haya coca habrá cocaína. El control de estas plantaciones debe ser más racional y estricto, quizá con la participación consciente, de los propios agricultores.

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Pero, el cultivo excesivo de coca y aun la cocaína no existirían si no hubieran consumidores. No sólo en ámbito de las economías de mercado, sino en las relaciones humanas de todo nivel, nadie consume lo que no necesita o lo que no desea. Está demás decir que lo que nadie consume ni desea, obviamente, nadie produce. Las plantaciones de coca y su delictiva conversión en cocaína tienen como causa determinante los grandes mercados del mundo. Este es uno de los lados más complicados y difíciles del problema.

Pero, las dificultades no están en el hecho social mismo, sino en las características de las condiciones imperantes. Unos quieren ganar cada vez mayor cantidad de dinero, sin tomar en cuenta los daños que ocasionan a sus semejantes y otros responden a las exigencias, muchas veces superfluas, vanidosas y secundarias de su medio. En relación con estos componentes, la solución se refiere a medidas estructurales más serias, más honestas, más valientes. Históricamente, las prohibiciones no siempre han sido las mejores respuestas a ciertas conductas humanas.