Al ministro de Gobierno, Alfredo Rada, le gusta hacer el ridículo y lo hace con el mayor entusiasmo. Cada uno es libre de jugar en esta vida el papel que mejor le caiga pero cuando se trata de una autoridad, por pocas luces que tenga, lo menos que se le puede pedir es sensatez.
Estos son los jóvenes profesionales implicados en el caso por el Gobierno (foto Los Tiempos)
Definitivamente no puede concebirse que la autoridad encargada de la seguridad del Estado, con carácter de verdad absoluta muestre en un programa televisivo una fotografía de un supuesto grupo “terrorista” con sus miembros vestidos con aterrador uniforme camuflado y portando “moderno armamento”
Pero los conmovedores esfuerzos del ministro Rada para sustentar de algún modo su teoría sobre la existencia de una truculenta conspiración contra la persona de Evo “el magno” cayeron en forma estrepitosa cuando los supuestos conspiradores se presentaron a varios medios de comunicación y aclararon que practican un pasatiempo que consiste en enfrentamientos simulados a campo abierto, con armamento también simulado que solo es capaz de disparar mortíferas cápsulas de plástico.
Mostraron su letal “armamento” y el ministro Rada debiera quedarse lampiño de la verguenza ya que el máximo daño que podrían ocasionar los supuestos “terroristas” es acariciar los costosos sacos que usa Evo o estropear los trajecitos del siempre atildado García Linera.
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La «fotoprueba» mostrada por el ministro Rada (foto La Estrella del Oriente)
Pero no se trata solo de las insostenibles “pruebas” de la conspiración que dice tener el gobierno. No se puede pasar por alto la forma por demás prepotente con la que Evo Morales pretende que propios y extraños nos traguemos sin chistar sus píldoras cuadradas.
La soberbia de Evo es conocida por todos. Es una persona que, paradójicamente, se jacta de su humilde origen y se proclama militante de la “cultura de la vida” pero sin embargo considera que está por encima del bien y del mal.
Afirmar con tanto desparpajo que ningún país tiene el derecho de averiguar por la suerte de sus ciudadanos y llegar a amenazar con procesarlos muestra que algo no anda muy bien en su cabeza. Lo que hizo el presidente en su contacto con la prensa extranjera significa nada más y nada menos que desconocer los derechos humanos.
Cualquier país tiene el derecho de indagar y velar por el bienestar de sus connacionales, se encuentren donde se encuentren. Lo contrario significaría que una persona al salir de su país de origen podría ser maltratado y hasta eliminado por cualquier motivo sin que nadie, según la percepción de Evo, pueda averiguar sobre su situación.
Se trata de una nueva muestra de soberbia presidencial que no le hace ningún bien al país y que, por el contrario, confirma la mentalidad autoritaria de Morales que considera que no debe rendir cuentas de nada ni a nadie.
Que el terrorismo, del signo que sea, es una lacra que debe ser combatida, ni duda cabe. Por eso mismo se expresó en muchas ocasiones la preocupación por la permanencia en el país de individuos vinculados a grupos como el MRTA, Sendero Luminoso y las FARC colombiana y que, es más, uno de ellos, Walter Chávez, fuera un importante asesor del presidente Morales en temas comunicacionales.
Sin embargo debe también convenirse que todas las personas, incluidos los terroristas, tienen derechos que deben ser respetados por los gobiernos democráticos. El combatir el terror con el terror no ha dado resultados o si los dio, estos fueron catastróficos. No olvidemos la “guerra sucia” desatada en la década de los 70 en Argentina y Chile, por ejemplo, donde a título de combatir al terrorismo, se cayó en otro, el más repudiable y perjudicial: el terrorismo de Estado.
Lo que está haciendo el régimen de Morales es instrumentalizar políticamente el descubrimiento de un supuesto grupo terrorista para justificar futuras acciones violentas contra opositores y descalificar las aspiraciones autonómicas de los departamentos del oriente y del sur y, al mismo tiempo, hacer que la gente se olvide de la enorme corrupción que campea en su gobierno.
Los gobernantes autoritarios se nutren de manera recurrente de supuestas conspiraciones. Si estas no existen, las inventan. El caos es frecuentemente un buen caldo de cultivo para el surgimiento de regímenes autoritarios y por tanto Evo y sus colaboradores se han dado a la tarea de alimentarlo de forma sistemática. Esta actitud nihilista es claramente proveniente del vicepresidente Alvaro García Linera quien desde su concepción anarco-indigenista considera que el “Estado plurinacional” solo puede nacer de las cenizas del “Estado neoliberal”.