Las sospechas sobre un fraude aumentan en la ciudadanía. Mientras tanto, el estigma del terrorismo puede perjudicar aún más a Bolivia.
En el Gobierno se perciben expresiones de algarabía en relación a un supuesto caso de terrorismo que coloca al país en un circuito nefasto en el mundo. Bolivia ya forma parte de la lista negra de los grandes productores de droga, sitial que no parece molestarle al MAS. Este sentimiento se repite sobre esta otra dimensión del crimen organizado, tal como se ha podido observar en las reacciones surgidas a raíz del hallazgo de cinco presuntos terroristas en un hotel y armas en un pabellón de la Feria Exposición de Santa Cruz.
Tal vez sea cierto todo lo que se ha estado diciendo sobre los hombres descubiertos con supuestas intenciones de matar al Presidente de la República. Eso es lo que tendrán que aclarar y demostrar la Policía y los operadores de la Justicia ante una población que cada día aumenta sus sospechas de un fraude.
Lo que está muy mal es que las autoridades del Gobierno, a la cabeza del presidente Morales hubieran lanzado, desde el primer minuto de conocido el lamentable suceso del hotel Las Américas, duras acusaciones contra personas e instituciones, sin haber demostrado ningún tipo de conexión con el hecho que se debe investigar. Fue aún más burdo que algunos funcionarios hubieran declarado que está plenamente esclarecido el atentado contra la casa del cardenal Terrazas ocurrido un día antes del operativo policial que terminó con tres personas muertas.
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Todas esas torpezas sumadas a los innumerables cuestionamientos al operativo policial en sí mismo, han ido acumulando aún más sospechas de las que surgieron el mismo día en el que se produjo la balacera, las muertes y las detenciones. No es exagerado decir que la investigación que está llevando adelante la Policía Nacional está absolutamente desacreditada, un tanto por su propios errores y otro tanto por la politización que impulsó el propio Gobierno en torno al caso.
Casi todos los sujetos involucrados en el caso son extranjeros y en sus países de origen han manifestado interés por conocer a ciencia cierta qué es lo que ha ocurrido. Sería conveniente brindarles todas las garantías y facilidades a los funcionarios de esas naciones amigas para evitar que se sigan anidando desconfianzas. Lo mejor sería, sin embargo, que una organización de probada independencia política, sea la que conduzca las investigaciones. Hablar de terrorismo, de tres muertes y de la imagen dañada de todo un país no es poca cosa, pero en el MAS parecen olvidarlo con tal de anotarse una victoria política y sobre todo, de buscar los instrumentos más eficaces para acabar de una vez por todas con sus opositores.
La política siempre estará llena de irracionalidades, pero es penoso ver a la Policía en un triste papel, alentando el misterio con acciones plagadas de irregularidades. En ese mismo tren está la Fiscalía, avanzando a toda velocidad en la destrucción de las instituciones. No se puede permitir que Bolivia caiga en una nueva estigmatización producto del “folclore” político que está yendo demasiado lejos. La guerra sucia, muy común de las campañas electorales, no puede llegar al extremo de jugar con la vida humana ni con la imagen del país.