Gobierno vs periodismo libre

Una muestra del tipo del periodismo que quiere imponer la dan los medios de comunicación en los que sólo se oye la voz oficial



los_tiempos_beta Por Redacción central | – Los Tiempos

Más de una vez, en este espacio editorial, hemos afirmado que el victimismo, entendido éste como la tendencia a considerarse víctima o hacerse pasar por tal, es la principal característica del modo como el actual gobierno de nuestro país se relaciona con el mundo que lo rodea. El quejido lastimero, mediante el que se transfiere a factores externos la causa de los males que se padecen, es la principal manera como el victimismo se manifiesta.

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Una extraordinaria muestra de cómo funciona ese mecanismo psicológico de defensa la hemos visto durante la exposición hecha por los representantes del gobierno “indígena” de Bolivia ante los delegados de la Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP), quienes tuvieron que atender una sarta de reclamos sobre la supuesta maldad con que los medios de comunicación juzgan las acciones gubernamentales.

Todo el acto fue un bochornoso despliegue de acusaciones respaldadas en medias verdades, en unos casos, en groseras distorsiones de la verdad, en otros, y en descaradas mentiras en los demás. En conjunto, en otras circunstancias, la aparente inocencia con que los funcionarios gubernamentales intentaron justificar la hostilidad que les inspira la libertad de información y la crítica a sus actos, sólo podrían merecer sonrisas burlonas.

Sin embargo, ante la evidente mala intención con que se pretende allanar el camino hacia el ideal de periodismo que el régimen se propone imponer en el país, resulta ineludible la necesidad de abordar el asunto con la seriedad que merece. Es que además de las palabras aparentemente inofensivas con las que se pretende descalificar la labor periodística, hay motivos para temer que tras ellas hay el firme propósito de pasar al terreno de los actos.

La intención hecha pública hace algunos días por los presidentes de Venezuela, Ecuador y Bolivia, de promover la instauración de una instancia internacional que “vigile” la labor periodística, indica que está ya en marcha un plan de acción encaminado a imponer en nuestros países un modelo cuyas características principales ya se pueden sospechar.

Un anticipo de ellas son los ejemplos que a diario dan los medios de comunicación gubernamentales en Venezuela y Bolivia. Un periodismo cuyo rol se reduce al de una caja de resonancia que amplifica la voz oficial sin que la perturbe ni el menor atisbo de crítica.

Cuba, donde el gobierno posee el monopolio de la información, donde está prohibida cualquier opinión que desagrade al régimen, y donde los medios de comunicación privados han sido totalmente eliminados es, sin duda, la máxima expresión del modelo que se proponen reproducir.

Por eso, a pesar de la facilidad con que pueden prestarse a las burlas los ataques oficialistas contra la prensa libre, no es algo que deba ser visto con desdén.

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