Nunca nos resignaremos a vivir sometidos al yugo de la opresión. No es justo que un pueblo sea condenado a que se atragante con sus ideas, que deje de ser testigo de la historia para convertirse en cómplice de los poderes de turno. Sabemos sin embargo, que la libertad es un bien escaso por el que la humanidad viene luchando encarnizadamente a través de los siglos, partiendo de la esclavitud donde los seres humanos dieron muestra de la indigna propensión que muestran quienes en uso de ciertos privilegios adquiridos se lanzan a explotar, silenciar y oprimir a otros seres humanos, usando cualquier pretexto como el color de la piel, la raza o la indefensión para someter a otros humanos a cuenta y riesgo del beneficio de un estado o un gobierno.
Esta lucha es un destino aciago que tiene que enfrentar una y otra vez el género humano, constantemente amenazado de ser privado del uso de la libertad de opinión, pensamiento y acción. Simón Bolívar se expresó en muchas ocasiones al respecto: “Como amo la libertad tengo sentimientos nobles y liberales; y si suelo ser severo, es solamente con aquellos que pretenden destruirnos” también dijo: “Más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía”. Y esto último se constituye en una verdad, toda vez que aquellos que luchan por la vigencia de las libertades están frecuentemente expuestos a graves riesgos y acusaciones y a que sobre ellos recaiga precisamente la fuerza colosalmente destructiva que suele desplegar el poder que pretende ser hegemónico y que para estos fines se apoya en acciones autoritarias que están del todo reñidas con las libertades ciudadanas.
En el mismo sentido John F. Kennedy planteó: “La libertad política es la condición previa del desarrollo económico y del cambio social”, y esto nos advierte que no se puede aceptar una perdida de libertades civiles ni permitir que esto suceda bajo el planteo que suelen usar algunos regimenes apelando a que se hace necesario quitar libertades a sus pueblos para lograr un cambio social, cuando en realidad se tendría que proceder en todo precisamente en el sentido contrario, primero afianzando los principios de libertades políticas, condición sine qua non y primer bien del que los ciudadanos y los estados deben gozar, para que de esta manera, gozando de libertades se alcance un desarrollo económico estable y un verdadero y eficaz cambio social.
La libertad es un derecho inalienable y vale la pena luchar por ella porque nada es comparable al gozo de saberse libre, de acción, de opinión, de credo, de asociación, de pensamiento.
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Esto es lo que está en peligro ahora en Bolivia, todo lo demás, el ataque a la propiedad privada, el ataque a profesar un credo, la persecución a los que abogan por los derechos humanos y la vigencia de la democracia, no es más que un serio intento por judicializar y criminalizar estas actividades que no responden al plan y el mandato del Estado que funge ahora como el gran becerro de oro que pretende que todos doblen las rodillas y le entreguen como ofrenda la mayor virtud, el principio superlativo, el único bien irrenunciable cual es el goce de la libertad.