La pendencia permanente

Pocas veces un gobierno mostró tanto deseo de pendencia. Es ostensible el afán de enfrentamiento, como muestra de resentimientos nada edificantes. Es más: no hay lugar para la concertación y se advierte una escalada de odio que está inspirando el empeño en establecer una autocracia.

MarceloOstriaTrigo Marcelo Ostria Trigo

La política boliviana no siempre fue ejemplo de temperancia y de respeto entre rivales. Hubo violencia, abusos y demasías, como característica de los gobiernos de facto, de fuerza, autocráticos. Ahora –esto es inexplicable-, quien fue electo por una mayoría inédita, está dominado por la iracundia y con un permanente ánimo de pendencia que no unifica ni contribuye a la armonía social.



Ya es agobiante que en todo discurso, declaración, anuncio o propaganda oficial, se apele al ataque contra enemigos reales o imaginarios. No hay oportunidad, ni aun en sus festejos, en la que no aflore el odio y el resentimiento. Se sigue con la idea de que: “el que no está conmigo, está contra mí”, por supuesto que no en el sentido del Evangelio según Lucas 11, 15-26, sino como expresión de la intolerancia y el sectarismo.

El pasado de la Patria, para los que nos gobiernan, es abyecto y sin glorias.. Es, para ellos, como si el mundo se hubiera paralizado cuando terminó el Tahuantinsuyo conformado por quechuas dominantes y aymaras sometidos. Y se advierte el propósito de revancha –no está claro a quiénes se culpa por esas supuestas desventuras- usando un poder pretendidamente permanente e impune, y con el uso de mercenarios: los ponchos rojos y los llamados movimientos sociales encargados de los cercos, las amenazas y los ataques a personas e instituciones.

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De la agresividad oficial no se libran las instituciones fundamentales de la Nación. La justicia está bajo el intenso fuego del oficialismo para dominarla y ponerla a su servicio. En los hechos, por obra del gobierno, ya no funcionan el Tribunal Constitucional ni el Consejo de la Judicatura y, ahora, el MAS ya descabezó la Corte Suprema de Justicia. Es fácil darse cuenta que entre sus objetivos está poner al sistema judicial al servicio del régimen. ¿Democracia sin justicia independiente? Vaya disparate…

Esta inquina no se limita a la política interna. Tiene su equivalente en la acción internacional estridente. Se llevan al límite las tensiones con países con los que hay tradición de amistad. La diplomacia de las cancillerías, ha sido sustituida en Bolivia por mensajes en discursos ante concentraciones políticas, ante auditorios prestos a aplaudir las bravatas y las afrentas a países amigos y a sus mandatarios. Se actúa con la errada convicción de que, con la ruda agresión verbal, se consigue afirma la soberanía y se logra doblegar la voluntad de otros países, violando compromisos jurídicos, como el respeto al derecho de asilo. En este lenguaje y estilo hay similitudes con la rústica conducta del presidente venezolano Hugo Chávez.

Este es el penoso panorama creado por un oficialismo desenfrenado, incapaz de respetar otras visiones ni de aceptar yerros que, al final, dañarán amistades y oportunidades más allá de nuestras fronteras. Y, lo que es peor, no se reconocen las limitaciones y carencias del país para quedar, eventualmente, aislado, precisamente cuando ya se advierten otros vientos en el continente.