Entre paréntesis….Cayetano Llobet T.
Ni me corresponde, ni pretendo extender certificados de moral. Pero nadie me puede quitar la posibilidad de confiar o desconfiar, asumiendo integralmente el riesgo de equivocación. Y, asumido ese riesgo, confieso que confío en la actual Corte Nacional Electoral. Presumo que debe estar sometida a presiones sin límite y tengo claro que el gobierno de don Evo Morales hubiera preferido mantener a sirvientes como Exeni. Es obvio que prefiere el padrón adulterado y han sido burdas y confesas las maniobras para evitar la implantación del padrón biométrico. Aprobación de leyes a velocidad de Fórmula 1, elaboración de escenarios de “padrón mixto” -¿cuándo no, don Charly Börth?-, admoniciones vicepresidenciales sobre “el cumplimiento del mandato popular el 6 de diciembre”, han sido manifestación casi cínica de su temor a un nuevo padrón.
Grave error, porque en las filas del oficialismo no deberían tener ninguna duda respecto al triunfo de Evo Morales en la próxima elección. Al contrario, dada la actual correlación de fuerzas en el país, deberían insistir en un padrón impecable, para que su triunfo sea indiscutible. Que me perdonen las quince, veinte, o treinta candidaturas de oposición -o de supuesta oposición-, pero ninguna tiene la posibilidad de enfrentar razonablemente al liderazgo nacional del actual Presidente, y ninguna tiene la posibilidad de convertirse en alternativa nacional. Que me guste o no, es otra cosa.
Y es que lo primero que me importa en una elección es saber si mi voto cuenta. Y si logro que eso no dependa del gobierno sino de un órgano independiente, celoso de su institucionalidad, no he ganado sólo yo, ¡ha ganado la democracia! Tengo que suponer que si la actual Corte, para efectuar una adjudicación como la del padrón biométrico, acude a gente honrada, que ha sido símbolo de honorabilidad y conocimiento, como don Iván Guzmán de Rojas, no nos está engañando. Porque estamos hablando de nombres y de gente que fueron los que superaron la nefasta época en la que la Corte Electoral recibió el consagratorio apodo de “la banda de los cuatro”. Nombres que recuperaron institucionalidad pero, sobre todo, ¡lograron el milagro de la confianza!
Los sistemas electorales funcionan como los bancos. Para hacer un depósito, ningún empleado tiene que abrir las bóvedas y mostrar los billetes. Se deposita, porque se confía. Si no hay confianza, no hay depósito, o no hay votos. Y cuando no hay votos, hay que inventarlos, llenando urnas, resucitando muertos, boleteando cédulas de identidad en las oficinas del partido de gobierno, duplicando, triplicando o quintuplicando identidades, abriendo el Registro Civil a los oficiales venezolanos, impidiendo campañas con sus grupos de choque, utilizando conscriptos del ejército para llenar papeletas de voto, amedrentando a los posibles votantes de oposición, castigando físicamente a los que se opusieron, robando urnas donde suponen que perdieron, etc., etc., etc…
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Estoy haciendo un depósito de confianza en la Corte Nacional Electoral. En sus medidas, en sus adjudicaciones, en su calendario, en la probidad de sus componentes y de sus asesores. No estoy apostando a un resultado electoral, sino a la validez de mi voto. Es obvio que estoy emplazando a la respuesta a mi confianza. Si me equivoco, esta columna será la constancia de mi error… y la Corte Nacional Electoral podrá extenderme, con toda la razón del mundo, el certificado de imbécil de solemnidad.