Graves deslices diplomáticos


Se puede vislumbrar, claramente, que existe una gran confusión en la Cancillería de la República; que el ministro David Choquehuanca cuenta poco en los asuntos diplomáticos; y que en los últimos incidentes con nuestros vecinos, otros han realizado declaraciones.

laRazon Editorial La Razón

Desde el inicio del gobierno del presidente Evo Morales —cuando se desbarató el Servicio Exterior— se han producido deslices diplomáticos, pese a que fueron disimulados al comienzo por la tolerancia que se tenía con la nueva administración y por la simpatía y curiosidad que despertaba, a nivel internacional, la asunción a la Primera Magistratura de Bolivia de un indígena en el sentido estricto de la palabra, ya que negaba formar parte de la mayoría mestiza del país.



Las equivocaciones de la Cancillería fueron innumerables y produjeron el distanciamiento con EEUU y con Perú, principalmente. La negativa de negociar el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Washington, además de rehusar a cumplir con las normas para preservar las preferencias arancelarias estadounidenses en el ámbito del ATPDEA y las pautas establecidas con la Cuenta del Milenio, perturbaron las relaciones con la potencia del norte. Pero, a esto se agregó la expulsión de su embajador en La Paz, sin razones suficientemente claras, el retiro de Usaid y la DEA, y el incesante incremento del narcotráfico, lo que indujo a que los estadounidenses adoptaran una actitud de molestia y recelo que se mantiene hasta hoy.

En cuanto a Perú, el problema se fue acumulando desde poco antes que asumiera el poder Alan García, cuando el Gobierno de Bolivia atacó al entonces presidente Toledo y se manifestó abiertamente partidario del candidato populista Ollanta Humala. A eso siguió una disputa con Perú en torno a los TLC con EEUU y con la Unión Europea (UE), a desencuentros en el seno de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), además de inéditas expresiones del Mandatario boliviano contra su colega de Perú. Esto ha culminado con un anticipado anuncio del presidente Morales en sentido de que Perú perdería en su litigio sobre áreas marítimas con Chile, sorprendiendo a la opinión pública nacional; con la protesta por el asilo que Perú otorgó a tres políticos del régimen de Sánchez de Lozada; y con el profundo malestar de autoridades peruanas por una presunta intromisión del mandatario Morales en los luctuosos sucesos acaecidos en la nación vecina, con la pérdida de decenas de vidas. Jamás las relaciones boliviano-peruanas pasaron por un trance semejante.

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Pero, además, Bolivia ha tenido que disculparse públicamente ante Paraguay (y ha hecho bien) por la incursión de policías armados en territorio guaraní. Y ha tenido que guardar un incomprensible silencio, que no guardó con Perú, cuando Brasil otorgó refugio a 58 ciudadanos bolivianos que estaban siendo perseguidos por los dolorosos acontecimientos ocurridos en septiembre, en el departamento de Pando.

Se puede vislumbrar, claramente, que existe una gran confusión en la Cancillería de la República; que el ministro David Choquehuanca cuenta poco en los asuntos diplomáticos; y que en los últimos incidentes con nuestros vecinos, quienes han realizado declaraciones han sido el Presidente, el Vicepresidente, y los ministros de la Presidencia, Gobierno, Defensa y Justicia. El Canciller estuvo ausente de todo. Esto requiere de un reordenamiento inmediato, antes que se produzcan nuevos conflictos diplomáticos y se tenga que responder improvisadamente. Urge construir un equipo profesional en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Cultos que reemplace a quienes fueron desplazados por motivos políticos.


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