Los golpistas hondureños tendrán que recular y el proyecto del Socialismo del Siglo XXI habrá recibido así otra victoria de regalo
Por Redacción central | – Los Tiempos
Durante los últimos tiempos, pero con especial insistencia durante las últimas semanas, nos hemos referido en este espacio editorial al enorme riesgo que para el futuro de la democracia en nuestra región representan algunas corrientes políticas que recuerdan con nostalgia los tiempos en los que las hordas militares, a través de golpes de Estado, intervenían en la vida política de gran parte de los países de Centro y Sudamérica.
Decíamos también que entre quienes con sus actos más contribuyen a la consolidación de los regímenes con aspiraciones totalitarias están quienes, por su incapacidad para lidiar en los escenarios democráticos, caen fácilmente en la tentación de recurrir a los métodos violentos. Son quienes se niegan a reconocer que, muy a pesar de sus deseos, ya no son viables los regímenes cuya legitimidad proviene de las bayonetas.
Dos claros ejemplos de lo inviables y contraproducentes que son los intentos de llevar las luchas políticas por los caminos de la violencia los vimos en Venezuela, en abril de 2002 y en Bolivia entre agosto y septiembre de 2008. En ambos casos, la oposición fue rotundamente derrotada y, como contrapartida, los regímenes de Chávez y Morales se afianzaron en el poder.
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Con esos antecedentes, y dada la similitud de las circunstancias, no es difícil prever que el conato de golpe de Estado que durante el pasado fin de semana se ha producido en Honduras está también condenado al fracaso. Los promotores de la arremetida contra el presidente Zelaya tendrán que recular y el proyecto del Socialismo del Siglo XXI habrá recibido así otra victoria de regalo.
Si ese es el desenlace de la crisis hondureña, como todo parece indicar, se habrá demostrado una vez más que quienes no respetan a las instituciones democráticas, aun cuando la correlación de fuerzas les es adversa, a la larga resultan siendo los mejores aliados de quienes quisieran gobernar sin el estorbo de la legalidad republicana.
Como la experiencia lo confirma, los sectores antidemocráticos de la oposición son los mejores aliados de los proyectos políticos totalitarios tanto en Honduras como en Venezuela o Bolivia; razón más que suficiente para marcar las distancias correspondientes deba figurar entre las tareas prioritarias de la oposición democrática.
Entre las muchas razones que condenan de antemano a los golpes de Estado, sea cual fuese la forma que en que éstos se produzcan, es que no hay ningún gobierno en el mundo civilizado que esté dispuesto a avalar ese tipo de actos. Por eso, quienes proponen contrarrestar los avances del “Socialismo del Siglo XXI” con métodos propios de los años 70 no sólo que están perdiendo el tiempo, sino que están contribuyendo en gran medida a la consolidación y legitimación de los regímenes que pretenden combatir.