La Supercholita no es la única: Kollaman, de rasgos mestizos, irrumpió en el cómic para «salvar a Bolivia». Estos personajes de ficción, trazan las desventuras de un país polarizado.
Supercholita, el cómic boliviano. | Foto archivo – Ap | Agencia
Por Ap | – Agencia – 11/06/2009
Puede detener un cuete en el aire y eludir misiles, pero ahora la heroína de historietas bolivianas llamada Supercholita tiene la complicada misión de acabar con la corrupción y la impunidad en este país andino donde la justicia mantiene bajos niveles de credibilidad.
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Al tomar fuerza las reivindicaciones de los pueblos indígenas en los últimos años, surgió también una novedosa variante a las historietas: la de personajes autóctonos que intentan cambiar el estado de cosas.
La Supercholita no es la única: Kollaman, de rasgos mestizos, irrumpió en el cómic para «salvar a Bolivia» con su colorido poncho indígena, su gorra de beisbolista y unas falsas zapatillas Nike.
Estos singulares personajes de ficción, diferentes pero con muchas cosas en común, con sus andanzas diarias trazan las desventuras de un país fuertemente marcado por una polarización política, social y regional.
En las historias los villanos son políticos y jueces corruptos, líderes regionales separatistas, dirigentes con poco amor por el país.
La Supercholita y Kollaman son tan distintos como sus creadores.
Rolando Valdez, de 34 años, es el creador y guionista de la heroína. Enfermero desocupado y divorciado, se gana la vida vendiendo Cds piratas en una feria popular de El Alto, ciudad vecina de La Paz, una de las urbes más pobres del país.
Juan Manuel Montes, de 19 años, es el padre de Kollaman. De clase media y estudiante de comunicación audiovisual en una universidad privada, Montes ha sorprendido con su historieta a una organización empresarial que impulsa a emprendedores jóvenes.
De ojos enormes y pestañas largas como las historietas japonesas, la Supercholita viste como las mujeres indígenas del país: pollera colorida y mantilla. Pero no luce un sombrero bombín porque vuela como Superman. También gusta de la comidilla, se conmueve con las desventuras amorosas de sus vecinas y baila en las fiestas populares del país.
La Supercholita hizo su presentación hace dos años durante un encuentro internacional de historietas. En la primera historieta aparece el presidente Evo Morales solicitándole ayuda «para sacar el país adelante». Suelta de cuerpo, la heroína le contesta:
«Lo siento, Evo pero milagros no hago», recuerda Valdez.
Desde entonces la revista alcanzó siete números, varios de ellos por encargo de organizaciones con fines educativos. En una de las series la Supercholita enseña a hacer chuño, papa deshidratada muy usada en la comida criolla de las regiones andinas. En otra educa sobre derechos y obligaciones de las domésticas, que en su mayoría son indígenas como ella.
En sus dos últimos números, la revista recrea hechos de una rebelión popular de 2003 que provocó la caída del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, llamado popularmente «el gringo», ahora demandado en un juicio por la muerte de 63 manifestantes.
En la última zaga, «El gringo contraataca», la supercholita debe enfrentar a poderosos señores de la impunidad y la corrupción judicial y hasta aparece el Tío Sam, en alusión al pedido de extradición a Estados Unidos donde vive Sánchez de Lozada.
«Yo he visto la masacre de cerca en mi barrio de El Alto y eso me ha marcado», dice Valdez y lanza una carcajada cada vez que evoca las historias risibles de la Supercholita. En una de ellas la heroína indígena acude a sofocar un incendio que ella misma había provocado al dejar su «ají (pasta picante) de fideo cociendo».
«Yo he sido creado a lo largo de los siglos soy tan poderoso que ni cien súper cholitas podrían acabar conmigo», le dice un poderoso señor que representa a la impunidad y que momentáneamente derrota a la heroína de los pobres.
El primer número de la serie tiró 500 ejemplares y el último 3000, el mayor tiraje para una historieta en un país en el que el comic es un moda reciente. Las ventas, no obstante, no le dan para vivir al autor. La revista no tiene una periodicidad fija porque sus creadores son estudiantes y con frecuencia «tienen exámenes y otras ocupaciones», señala Valdez.
La revista cuesta el equivalente a unos 30 centavos de dólar.
En una de las tiras la Sepercholita aparece conduciendo de la mano al borde de un abismo a niños de distinto color de piel que simbolizan a Morales y sus opositores, a quienes hace reflexionar para que de una vez por todas se entiendan.
«El cómic es más un gusto, no es como cuando tienes que levantarte de cada mañana para ir a trabajar y te da flojera. Es algo que te gusta hacer», dice el autor.
Kollaman nació hace un año como un experimento universitario que pretendía medir la influencia de personajes de ficción en los escolares. «El éxito fue tal que después llevé la serie a una revista en la web. Sacaron a la Supercholita y colocaron a Kollaman», recuerda Montes.
El autor describe a Kollaman (hombre de occidente boliviano) como un antihéroe regional, muy nacionalista, que «muere por la patria y va a salvarla cueste lo cueste». A diferencia de los héroes, no lleva a los justicia a los villanos, sino que él mismo hace justicia, como ocurre con un líder separatista en una de las historias.
La ilustración de Kollaman está trabajada con base en fotografías retocadas en computadora con aire futurista.
«Kollaman tiene fe de que puede cambiar Bolivia, quiere ver un país fuerte y rico al punto que deje de necesitarlo. Mi historia marca el amor que siento por mi país», dice Montes mientras desgrana sus proyectos. Sueña con hacer un cortometraje con el personaje con actores reales en unos años.
Sus historias sin embargo se mueven en los márgenes de la política. «El único momento en que aparece Evo Morales es cuando le disparan y muere y ahí empieza otra historia cuando Chile busca meterse a Bolivia. Kollaman en un viaje al futuro ayuda a los bolivianos a recuperar la patria».
El antihéroe concluye esa historia con una reflexión: «Es una pena que ocurra algo tan grave para que nos unamos los bolivianos».