Neda, la voz indignada que calló la represión del régimen islámico


La joven estudiante asesinada el sábado se ha convertido en el símbolo de las protestas

clip_image002Neda, la estudiante asesinada Foto: AP

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Témoris Grecko para LA NACION de Buenos Aires

TEHERAN.- Neda tenía 26 años. Su nombre es una palabra árabe que en farsi sólo se usa en el lenguaje poético. Y significa "voz" o "llamada". Su apellido era Agha Soltan. Era una joven normal de Teherán, como tantas que buscan tomar las riendas de su vida pero se estrellan con las restricciones impuestas por los fanáticos religiosos. Con lo que el candidato opositor Mir Hossein Moussavi llama "querer llevar al cielo a la gente por la fuerza".

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Involuntariamente, estaba describiendo lo que hicieron con Neda, la joven que recibió un disparo en el pecho y cuya agonía fue revelada al mundo tras ser captada por un teléfono celular y subida a YouTube.

Era una joven con sensibilidad. Le gustaba la música, especialmente el pop persa, y tomaba clases de piano. Cantaba muy bien. Se vestía a la usanza actual, con el pañuelo para el pelo un poco tirado hacia atrás para poder lucirlo, y usaba jeans.

Estaba aprendiendo turco porque quería convertirse en guía de turismo y llevar grupos a la milenaria Estambul. El mundo la fascinaba y se pagó viajes al exterior: Turquía, obviamente, Dubai, Tailandia.

Pertenecer al siglo XXI no impedía que Neda valorara la tradición musulmana de su gente. Estudiaba filosofía islámica en la Universidad Azadi (Libertad), una institución privada. Tampoco se sentía ajena a los problemas que atravesaba su país.

Sus amigos han explicado cómo se indignó por las mentiras y el fraude, por los ataques contra personas inocentes, los asesinatos. No era una activista. No tenía la vocación de organizar a los demás y promover acciones. Pero era consciente de la importancia de hacer una llamada a los demás, de levantar la voz para corregir los abusos y buscar la justicia.

Por eso trató de llegar el sábado pasado, viva y bella, a la manifestación de protesta acompañada por su profesor de música, Hamid Panahi, y dos amigos más. Llegaba tarde y la combinación de la marcha con la incompetencia de las autoridades, que simplemente dejan desatendido el tráfico, generó un atasco que detuvo su marcha.

"Me estoy quemando"

Ella y Panahi salieron del auto para tomar aire. Cuando Neda hablaba con alguien por teléfono, su plexo solar fue destrozado por una bala. Una sola. Disparada por un francotirador basij . Uno de aquellos que salieron a imponer la decisión del ayatollah Ali Khamenei, guía supremo de Irán y representante de Dios sobre la Tierra, de los que quieren llevar a la gente al cielo por la fuerza.

"Era una persona llena de alegría", la describiría Panahi más tarde. "Era un rayo de luz. Me duele tanto. ¡Tenía tantas esperanzas para ella!"

La imagen tiene la baja definición de un celular y las sacudidas de un camarógrafo amateur sorprendido por hechos demasiado veloces. Pero nos deja ver bien lo que pasa. Corremos con la cámara hacia donde está Neda en el suelo. Hay gritos, la gente está asustada y se acerca a ayudar. Ella no parece darse cuenta de lo que ocurre. O no lo cree. O ya casi se ha ido. Dice Panahi que ella musitó "me estoy quemando, me estoy quemando". El y un médico presente tapan la herida con las manos. La sangre ya sale por la boca y la nariz. Otro hombre llega y toma su cabeza; entre lamentos, no quiere dejarla. "No tengas miedo."

¿Miedo a qué? ¿Qué hay del otro lado?

Tal vez una voz. Una llamada.

Neda fue asesinada un día después de que Khamenei saliera a convalidar el fraude electoral y a ordenar la ofensiva de represión que terminó con la vida de la joven. El no entiende de los cambios sociales ni tecnológicos, pero ahora un extraño milpiés de bits y bytes ha dado la vuelta al mundo con las últimas imágenes de Neda.

En Irán, todos estos autodesignados defensores de Dios actúan con mezquindad suprema: así como el gran líder negó las condolencias el viernes, así como han llamado terroristas a quienes ellos mismos mataron el sábado (Neda es una), ahora pusieron a sus vergonzosos amanuenses a escribir insultos contra Neda en Twitter y YouTube y afirman que el video es un montaje.

Peor todavía: a la familia le prohibieron celebrar un funeral y le exigieron retirar los tradicionales carteles de duelo en su casa. Tuvieron que enterrarla en secreto y bajo vigilancia. Porque el ayatollah puede no tener idea de qué clase de mundo es el que vivimos ahora, pero sabe bien del poder de transformación política que tienen los muertos -los mártires- en la tradición islámica chiita.

Lo sabe porque él lo ha aprovechado antes. Como en 1978, con el ayatollah Ruhollah Khomeini, cuando los días de duelo (el tercero, el séptimo, el cuadragésimo) por los estudiantes asesinados por otro tirano, el sha de entonces, sirvieron para catalizar la revolución que creó la presente república islámica. La revolución que está devorando a sus hijos.

Al menos, la desaparición física -y renacimiento simbólico- de Neda va a ayudar a transmitir un mensaje que tantos jóvenes iraníes piden a los periodistas enviar: "No somos terroristas. No somos fanáticos. Somos chicos normales, nos gustan la música y los viajes y aprender idiomas. Somos amigables y tenemos un gran sentido de la hospitalidad. Los religiosos megalómanos que nos gobiernan no nos representan. Hablamos por la voz de Neda. Hacemos la llamada de Neda".


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