Que el no quiere ver, dice el refrán, con disculpas a los que sufren esa condición. Pero así anda la oposición política, amen de las clases dirigentes-dominantes: dispersas, desagregadas y sin liderazgo aglutinador, a cinco meses de las elecciones de diciembre 2009.
En vísperas de elecciones, cualquier partido político de oposición lo primero que debería hacer, es analizar la correlación de fuerzas para determinar cuales son las suyas, las del adversario y buscar la manera para enfrentarlo mejor. En la coyuntura actual, el adversario-enemigo principal es Evo Morales, el candidato y al mismo tiempo presidente de este difuso Estado Plurinacional que rechaza la historia republicana y las instituciones, anteriores a los ‘tiempos de cambio’. Tiene, además, lo que cree es su segura victoria: el artículo 166 de la controvertida Constitución. Al arbitrio de ese 166, con solo 40% de los votos válidos, siempre que el segundo no alcance 10% de diferencia, se declara ganador al de los 40%. La trampa electoral parece estar impresa en la propia Constitución, de ahí que será vital el control electoral, la aplicación del sistema biométrico y la salvaguarda del voto. Conociendo las mañas del MAS, con biométrico o sin él, el fraude rondará siempre
Por el momento, la sociedad civil está huérfana de propuestas de la oposición y a merced de veleidades personales, a costa del interés común, que debiera ser un frente amplio y plural. Y no sólo para enfrentar a Morales y su maquinaria electoral, sino en función de un proyecto que incluya la diversidad del país, sus potencialidades de desarrollo y oportunidades para que la gente del campo y la ciudad salga de la pobreza, pues, con aventuras indígeno-socialistas no hay producción ni redistribución de riqueza.
Hoy se nos ofrecen más ocho postulantes de la oposición, sin atisbos de llegar al menos a 30% de votos, ante al bien plantado candidato Morales, que se cree ganador y eso aumenta su confrontador narcisismo, alimentado por el culto a su personalidad.
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Hay dos opciones desgajadas del MAS, que se presume, le son funcionales: la del fundador y ex asambleísta Román Loayza y la del ex comandante del Ejército, Marcelo Antezana. La joven ex masista Adriana Gil acaba de hacer alianza con Manfred Reyes Villa, desechando la que hiciera con Loayza.
Se suman René Joaquino y Alejo Véliz; Podemos-PDC no se decanta por Jorge Quiroga aún; MNR-ADN no ha presentado candidato, mientras el MIR se relanza como socialdemocracia, en la voz de Rodrigo Paz Pereira y UCS busca su “reconstitución”, según Johnny Fernández. En tanto Samuel Doria Medina, Víctor Hugo Cárdenas y el presidente del Senado, Óscar Ortiz, hacen campaña por su lado. El Conalde se quedó sin candidato por susceptibilidades políticas.
¡Qué panorama! ¿Cómo no darse cuenta de quién es el enemigo principal, en vez de la desconfianza mutua entre opositores? ¿Por qué no han promovido una convergencia política para unir fuerzas, diseñar un proyecto político inclusivo, y no discriminatorio como el actual, con reconocimientos plenos a las múltiples determinaciones que hacen a la diversidad del país? Solo con un frente político sólido, se puede pensar en un candidato que represente las diferentes sensibilidades de la sociedad y de la oposición, y que se oponga a Morales con probabilidades de éxito.
Si se cura la ceguera de los hombres, estamos a tiempo de enfrentar y ganar a Evo Morales.