Por Vanessa Canudas Parada. Fuente: tuffiare.wordpress.com
Habrá que decirle a los que trajeron a Marc Anthony que organizar un espectáculo musical no es igual que llevar papas o cebollas a un supermercado, ni vender celulares en una tienda. Montar un espectáculo requiere de organización y conocimiento de la industria musical: no basta con poner la plata, contratar al artista ni traerlo en vuelo privado, señores, deben montar un operativo de seguridad (no solo pa que cuide a la estrella), deben habilitar equipos de sonido e iluminación que llenen las expectativas del artista y del público que paga una entrada para ver un buen show.
A las 22:00 las puertas para entrar a cancha estaban cerradas y una multitud de personas apretujadas queriendo entrar. Chicas a punto de desmayarse, señores mayores espantados con semejante descontrol, caos total y ausencia absoluta de policías o por lo menos guardias privados que puedan tratar de organizar algo. Si parecía la escena bíblica en la que todos los animales corrían para entrar al Arca de Noé, y aún así, si no mal recuerdo, la historia cuenta que hasta estos animalitos trataron de entrar en orden.
Ingresar al estadio fue un suplicio pero estar en cancha fue peor. Aclaro que de mi manada de amigos creo que fuimos pocos los que subimos al arca. Del resto con los que fui no supe si se los llevó el diluvio. Fueron tres los que “estoicamente” llegamos a pisar el césped.
Bueno finalmente empezó el show. Haciendo esfuerzos para tratar de ver algo, logré apreciar el glamour de Marc, a su fiel estilo, impecable, vi un sexy movimiento de caderas, con lo único que me puede quedar toda la noche porque las anunciadas pantallas gigantes nunca encendieron (al menos hasta que me fui). Por lo demás, parecía que Marc cantaba debajo de una tutuma. Apenas podíamos escuchar algo, bueno, tratando de verle el lado bueno, dijimos, esperemos que mejoren el sonido a la segunda o tercera canción. Y así pasaron los temas y nada, no se daba la menor señal de mejoría. Si parecía una cita romántica con buena música ambiental sonando como fondo. Las cerca de 25.000 almas gritaban: “no se escucha, no se escucha”.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Marc escucharía? Seguro que sí, pero imagino que no podía hacer nada, solo esforzarse al límite para tratar de cantar más fuerte. Todos nos mirábamos las caras sin poder hacer nada. El panorama era igual o hasta más patético en las graderías. Seguro los únicos que más o menos disfrutaron del show fueron los que pagaron Bs 2.000 para estar en primera fila, y capaz que ni ellos porque no sintieron la emoción de escuchar al público corear, el marco y la mística de todo concierto.
A la cuarta canción decidimos irnos porque no había futuro. Y qué creen? Las puertas estaban cerradas, sí señores, cerradas! Y resulta que entre guardia y guardia se pasaban la bola diciendo: “no hay el tipo que tiene la llave”. Gracias a Dios que no hubo otra avalancha para salir porque hasta ahí nomás hubiésemos llegado y yo le estaría contando esta historia a San Pedro.
Después de media hora de idas y venidas, aparece un señor, uno de los organizadores, y queriéndose lavar las manos, dice: qué bárbaro, la gente es irresponsable dónde estará la llave! Los verdaderos irresponsables eran ellos que pudieron originar una posible desgracia como la de Cromañón. Menos mal que en este país tenemos un Dios aparte.
En conclusión: vendieron entradas como pan caliente, trajeron al artista como traer una mercadería más y lucraron de la manera más descarada burlándose de los fanáticos que esperaban –como se bombardeó por los medios durante más de tres semanas- un show de calidad, el mejor que supuestamente iba a tener Santa Cruz.
Vergüenza por Marc! con seguridad serán las peores condiciones con las que se topará en toda su historia musical.
Realmente los bolivianos somos demasiados benévolos y tolerantes. En otro país el público hubiese roto las mallas del estadio, o por lo menos exigido que le devuelvan las entradas y los organizadores estuviesen rindiendo cuentas a la justicia.
Lo único que valió la pena fue la previa. El junte en casa de una amiga en la que sí tuvimos música (una grabadora que sonaba más fuerte que el show en el estadio), muchas risas y este tipo de historias que con seguridad serán contadas en el próximo encuentro (si es que la “manada” sobrevivió porque no sé nada de ellos…)
El gran sabio fue mi compadre: dos semanas antes dijo: “ir a ese concierto ni loco, habrá una avalancha”. Blanco de grandes burlas en ese momento, ahora puedo decir que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”.