Chávez no pudo incorporar a Honduras a su proyecto y ahora el chavismo ve amenazado el comedido concurso de la OEA en sus tropelías.
A partir de los sucesos violentos de Perú del mes pasado y la crisis de Honduras, el mundo ya sabe mejor quién es quién en América Latina y los resortes democráticos del continente han comenzado a funcionar, antes de que Hugo Chávez siga intoxicando la región con su torpe intervencionismo desestabilizador.
Los 34 muertos que enlutaron a los peruanos sirvieron para quitarle el velo de “inocente indigenismo” al proceso que lleva adelante el MAS en Bolivia, responsable en gran parte de la sangrienta rebelión que tenía como objetivo derrocar al presidente Alan García, repitiendo una experiencia que se dio en el país el año 2003.
Nadie se atrevería a elogiar el golpe de estado del 28 de junio producido en Honduras, porque no tiene nada de encomiable, aunque es imposible desconocer que fue el clímax de una crisis que ya se había desatado meses antes en el país centroamericano, con Chávez y su claque como los autores de un plan bien orquestado para convertir a la democracia hondureña en una “merienda de negros”.
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Lo que pasó después fue aún más ilustrativo sobre el papel que están cumpliendo los integrantes de este clan que se cobija en la billetera del chavismo y la mitología del castrismo. Es más, se pudo conocer con toda claridad hasta dónde está involucrado en “el proyecto”, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, el chileno que le debe su cargo a Chávez y que estaba apostando su reelección al bloque en el que pretendían meter por la ventana al derrocado presidente hondureño, Manuel Zelaya. Por lo menos, Insulza ya se aseguró un voto menos en contra, ya que el Honduras de Micheletti ha sido expulsado del organismo internacional.
Días antes de que los militares sacaran del país a Zelaya, “el proyecto” le jugó una montonera a los países que defienden la democracia y logró abrirle las puertas de la OEA a Cuba, aunque no del todo, pues antes de que la trampa completa se consolide, Estados Unidos consiguió establecer que el retorno cubano sólo se producirá cuando los Castro aflojen el torniquete de la dictadura y ofrezcan muestras concretas de respeto a las libertades y los derechos humanos.
Con estas actuaciones, Chávez y compañía han comenzado a ser mala palabra en algunos países como Guatemala, donde ya hubo pronunciamientos de rechazo a las intromisiones y en lo que respecta a Insulza, su nombre ha quedado absolutamente deslegitimado para intervenir como mediador en la crisis hondureña. Prueba de ello es que, sin ningún disimulo, el chileno fue apartado del caso y el consenso cayó solito para designar al presidente costarricense y Premio Nóbel de La Paz, Óscar Arias, como el gestor de un diálogo entre Zelaya y Micheletti, sin plazos fatales y sobre todo, sin la presión desesperante de un chavismo que se sintió golpeado el 28 de junio.
Sin Honduras a su servicio, Hugo Chávez siente que se le levanta una barrera en América Central. Ni hablar del día en que pierda uno de sus alfiles más importantes, José Miguel Insulza, cuyo nombre ha sido vetado por Estados Unidos, pieza clave de la supervivencia de la OEA.