Aquella mañana del 17 de julio de 1980 todos los bolivianos se despertaron con la noticia de que la guarnición militar de Trinidad se había rebelado y exigía la renuncia de la presidenta Lidia Gueiler. Se trataba del golpe más anunciado en la historia de Bolivia, por cuanto existían antecedentes que hacían suponer que este se produciría en cualquier momento.
La débil democracia boliviana, que ya había pasado por siete años de dictadura banzerista, no estaba en condiciones de soportar una nueva arremetida de un grupo de militares que habían demostrado que no se andaban con vueltas. Estaban frescos en la memoria el asesinato del sacerdote Luis Espinal, un atentado con una granada de mano contra una manifestación de la UDP y el asalto contra las dependencias del entonces Ministerio del Interior por parte del jefe de Inteligencia del Ejército, Luis Arce Gómez, quien con esta acción comenzó a ganar notoriedad.
Fotos: Luis Arce Gomez. 9 Julio 2009, enfermo y envejecido, ingresa al penal de Chonchocoro para cumplir una condena de 30 años (Izq). En 1980 en el poder (Der)
En todos los puntos del país eran permanentes los atentados y todos veían detrás de ellos al oscuro coronel que ya se perfilaba en el poder.
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Luis Arce Gómez y Luis García Meza fueron la expresión de una corriente delincuencial en las Fuerzas Armadas generada al amparo del narcotráfico.
Ya al mediodía de ese 17 de julio se produjo el asalto a la sede de la Central Obrera Boliviana donde se produjo el asesinato del líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz y del dirigente minero Carlos Flores, en circunstancias que no han sido aclaradas del todo. Los cuerpos de ambos están desaparecidos hasta la fecha.
Este hecho fue perpetrado por un grupo de paramilitares que respondían a las órdenes de Arce Gómez que utilizaron ambulancias para cumplir su criminal propósito. Durante el operativo fueron detenidos varios dirigentes sindicales, políticos y periodistas.
El 18 de julio Arce Gómez protagonizó un nuevo capítulo de una cruel novela al entrevistar en directo por el canal gubernamental a los dirigentes de la COB , Juan Lechín Oquendo y Simón Reyes Rivera, capturados en el operativo realizado el día anterior. La torva faz del llamado “coronel de la cocaína” amenazante y disfrutando de un poder que quizás suponía eterno provocaba temor en todos los bolivianos.
El clima de terror se prolongó mucho más allá de los primeros días del golpe de Estado y los abusos cometidos al amparo del estado de sitio y el toque de queda eran permanentes. El asesinato de ocho dirigentes del MIR durante un sangriento operativo perpetrado por paramilitares al mando de Arce Gómez generó la repulsa nacional e internacional.
Arce Gómez fue, en suma, un personaje nefasto que expresó lo peor de un régimen que de por si era abiertamente atrabiliario.
Sin embargo, a parte de esta apretada recapitulación que podría llevar muchas páginas, es preciso también recoger ciertas enseñanzas. La primera, que nadie es impunemente poderoso y que todos, tarde o temprano, deberán rendir cuentas de sus actos. Que cuando se pretende actuar discrecionalmente al margen de toda norma acabarán siendo sancionados por las mismas normas que pisotearon.
Al respecto vale la pena recordar aquella amenaza de Arce Gómez cuando decía a los «subversivos» de la época, que caminaran con el testamento bajo el brazo advirtiendo que serían «taxativos» y no habría perdón. A 29 años de ese hecho, no deja de llamar la atención que el vicepresidente García Linera repita, palabras más y palabras menos, que serán implacables con los «separatistas» a quienes considera “traidores a la patria”, que no habrá clemencia para ellos y que «los bolivianos deben acostumbrarse a la presencia de los militares». También resuenan las furibundas amenazas del ministro Juan Ramón Quintana en Pando, cuando advertía que los opositores y el prefecto Fernández pronto irían «a convivir con los gusanos».
El segundo hecho a tomar en cuenta es que el régimen de Garcia Meza y Arce Gomez fue estigmatizado por el narcotráfico y la corrupción. Ahora también existen muchas sospechas sobre estos temas y seria conveniente que el gobierno se mire en el espejo y asuma en serio la lucha contra este flagelo.
Finalmente hay que parar las orejas cuando alguien afirma, de forma independiente si usa uniforme militar o sacos de alpaca con motivos tiahuanacotas, que se quedará por 50 años en el poder. Ese malhadado poder que cuando es absoluto envilece totalmente al que lo ejerce.