El Gobierno no quiere periodismo porque éste pregunta e investiga. Se siente más cómodo con la propaganda, con adulo y la manipulación.
El Gobierno de Evo Morales ha dejado bien claro cuál es el tipo de periodismo que pretende que se practique en Bolivia. Lo dejó saber el año pasado cuando difundía como la gran verdad un video trucado de una supuesta matanza de campesinos en Pando y hace unos días le brindó (y le sigue brindando) amplios espacios en el canal de televisión estatal a un presunto periodista español, cuya mayor virtud es ser un ilustre desconocido, pues hasta se comprobó que había estado ligado al narcotráfico.
El sujeto en cuestión, que llegó al país contando una versión cinematográfica sobre el boliviano-húngaro Eduardo Rózsa, tuvo que irse a hurtadillas del país, avergonzado por el mar de contradicciones en las que incurrió y porque los hombres y mujeres que hacen periodismo de verdad en el país, consiguieron rápidamente develar su oscuro pasado. Al canal 7 no parece importarle el ridículo, pues continúa difundiendo las ocurrencias del español como si nada hubiera sucedido.
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El pasado lunes, el periódico La Razón difundió un suplemento sobre el caso Rózsa y provocó la indignación del Gobierno, que ha amenazado incluso con enjuiciar al diario, al que acusa de “apología del delito”. Primero, hay que aclarar que el único hecho delictivo que puede haberse consumado es la matanza de tres extranjeros en el hotel Las Américas, el 16 de abril de 2009, de tal forma que la sindicación parece ser producto de una simple bravuconada.
En segundo lugar, hay que decir que si un órgano de prensa tan prestigioso –que tenía todo el derecho y el respaldo legal para rechazar la separata solicitada-, decide publicarla es porque hubo una evaluación minuciosa del contenido y no vio en ella ningún elemento que pueda comprometer su integridad. El único problema de ese suplemento es que contiene, además del discurso oficial, la versión de los hechos que no le gusta escuchar al Gobierno. El otro gran dilema es que por primera vez, la historia no oficial del “caso terrorismo” aparece con gran despliegue en La Paz, “el país” de Evo Morales, el lugar donde se ha prohibido la disidencia, donde se paga caro desentonar en la Plaza Murillo y donde, por lo visto, se ha vuelto muy difícil hacer periodismo.
La separata en cuestión tiene todos los méritos de un buen trabajo periodístico: fuentes que respaldan la información, evidencias, documentos y contraposición de versiones. Gran parte del trabajo que hicieron los autores es una recopilación de cada uno de los hechos que se han estado publicando desde el 16 de abril en los distintos medios de comunicación del país, por lo que resulta insulso que el Gobierno reaccione de esa manera justo con La Razón, por haberse convertido en el mensajero de una desagradable noticia para el Gobierno. Si algo debe tener mal sabor para el oficialismo es que pese al oneroso esfuerzo propagandístico, político y paralegal empeñado en el caso terrorismo, muy pocos son los que se han tragado el cuento.
Cuando el totalitarismo reinaba al otro lado de la Cortina de Hierro, desapareció el periodismo aunque los medios de comunicación siguieron existiendo, pero con el nombre de órganos de propaganda. ¿A eso estamos yendo?.