Es marcada la tendencia en algunos gobernantes a describir sus actos administrativos y políticos como “los primeros en la historia”, como “inéditos” o “sin precedentes”. Por lo general se trata de una actitud dirigida a tapar deficiencias o a dar a sus acciones una trascendencia que, por lo general, no tienen.
Un nítido exponente de este tipo de políticos es Evo Morales, quien en su intento de mostrarse como el redentor de los indígenas, está perdiendo la noción de la realidad e incurriendo en desvaríos que no pueden ser atribuidos solo a su desconocimiento de la historia.
Una pareja de campesinos saluda al presidente Víctor Paz Estenssoro. (foto archivo Los Tiempos)
La Revolución Nacional de 1952 fue, en palabras de Sergio Almaraz, uno de esos momentos en los que los pueblos adquieren una mayor lucidez y se expresan y actúan con verdadero sentido histórico.
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El reconocer el hito que significó la Revolución de 1952 no implica ser del MNR ni simpatizante de este partido. Se trata simple y llanamente de tener una visión medianamente objetiva de los acontecimientos históricos.
No vamos a pedir al presidente Morales que sea riguroso en sus apreciaciones históricas. Eso sería esperar mucho, pero sus asesores bien podrían instruirlo y no darle solo unas pocas frases hechas para consumo de auditorios de incondicionales.
Cuando Evo se refiere al tema indígena siempre rescata la figura de Tupac Katari que para él es esencial; nombra de pasada al “tata” Belzu y cuando quiere halagar a las Fuerzas Armadas, se acuerda de Germán Busch y Gualberto Villarroel. Sin embargo retrocede asustado y evita cualquier alusión a la Revolución de 1952 haciendo patente los prejuicios que le han inculcado sus asesores pseudo izquierdistas, a los cuales la verdad histórica parece importarles muy poco.
La Revolución del 52, a parte de medidas de indudable importancia económica como la reforma agraria aplicó otras de carácter social y político como el voto universal que determinaron la liberación del indio o del indígena del régimen de pongueaje.
René Zavaleta afirma que “la Revolución devuelve, a una nación que se había sentido vencida y abrumada una vez y otra, el sentido de la victoria histórica”. Refiriéndose a la reforma agraria, dice que “fue la medida impuesta con mayor sentido revolucionario y por eso fue también, a la larga, la más exitosa”.
Ocurre que existen “estudiosos” que se ocupan de poner bálsamos a la historia y suelen opinar que hubiese sido mejor que determinados hechos ocurrieran de esta forma y no de otra. Almaraz mismo dijo sin embargo, que la historia no es un escaparate del que podamos escoger lo que nos gusta y desechar lo que no nos gusta.
Por tanto Evo Morales, dentro de su estrecha visión que sus asesores no se animan a ampliar, considera que la historia comienza con él (por eso confunde las fechas como ayer en Sucre), que es un predestinado a redimir a los indígenas y dentro de su delirio pretende acomodar todos los hechos a este obtuso criterio.
Evo debiera preguntarse si un aymara como él, nacido en un olvidado pueblito de Oruro, hijo de campesinos pobres, habría llegado a ser presidente de la república sin el antecedente de la revolución liberadora del 52.