La preocupación del vice por la «ignorancia» debió empezar por Evo y le habría evitado el papelón de confundir el reino de España con una república.
Si uno escucha los empalagosos discursos o declaraciones del vicepresidente Alvaro García Linera, podría pensar que los masistas son tipos extraordinarios. Inteligentes hasta la exageración y hasta guapos los hombres y bellas las mujeres. A ese extremo enfermizo ha llegado la percepción que tienen de ellos mismos y que se expresa en el muy atildado Alvarito, que con sus delicados ademanes, muy bien podría ser incluido como conductor en ese programa cruceño en el que se niegan a ser ángeles.
Los masistas dicen ser los únicos que tienen un “programa” de doscientas y pico páginas y afirman que los otros, los de la oposición no tienen nada. Los opositores son seres que no tienen razón de ser y subsisten gracias a la benevolencia oficialista, que advierten, se puede acabar muy pronto.
Alvaro, al compás de sus muy finos gestos para acomodarse su rebelde jopo, no se cansa de tildar de “ignorante” a quien se le cruce por el camino y de amenazar con regalar libros que dice haber leído pero que al parecer no asimiló, si observamos los resultados de su gestión.
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Ahora se le ha ocurrido que debería regalar algún libro al candidato del Plan Progreso, Manfred Reyes Villa, debido a que este declaró que se debería recuperar para Bolivia la denominación de República, que en la actual Constitución Política del Estado ha sido reemplazada por la de “Estado Plurinacional”, cuyo concepto no ha sido explicado ni entendido por el mismo Alvaro y menos aun por el candidato Evo.
El «vice» mencionó a Platón y nos imaginamos que el libro que quiere regalar a Manfred es “La República” en la cual el filósofo griego plasma su ideal de organización política para una determinada sociedad.
La preocupación de García Linera por los conocimientos que puedan tener los opositores es loable pero como en todo “la caridad bien entendida comienza por casa” y por ello debería haber «instruido» con algunos datos al presidente Morales antes de su viaje a Madrid y le habría evitado el papelón de confundir al reino de España con una república.
Contra todo el discurso y práctica gubernamental, Alvaro, igual que Platón considera que la sociedad debe estar dirigida por los filósofos, por los “sabios”, que no son precisamente las virtudes de los masistas ni de su jefe y es que ocurre que Evo Morales no tiene lagunas, sino mares, océanos, en su formación; océanos que en caso que Alvaro quisiera cubrirlos con conocimientos, no le alcanzaría con regalarle todos los libros que dice haber leído, incluidos los que escribió.
Alvaro siempre está al lado de Evo (mirándole embelesado) pero al parecer no escucha lo que dice. Evo dice que su escuela es la de la vida; que si salió bachiller fue a golpe y porrazo y es seguro que Platón no está dentro de sus conocidos pero queda claro que Alvaro jamás le recomendaría leerlo.
Por otra parte convendremos que la sabiduría acompañada de la humildad nos aproxima a la grandeza y grandes fueron Einstein, Ghandi y otros, para quienes la petulancia les era absolutamente ajena. Jorge Luís Borges decía enorgullecerse más de lo que leyó de lo que escribió. Estas personas no necesitaban pregonar su sabiduría; esta era inmediatamente reconocida por todos y por eso marcaron un sendero para la humanidad.
La petulancia, el engreimiento si son características de los otros. De esos individuos atrabiliarios que como Mussolini y Hitler necesitaban hacer, a cada paso, una exaltación de sus supuestos conocimientos de forma de legitimarse y acercarse al ideal platónico de que la república sea gobernada por filósofos.
Por de pronto, en la Bolivia de hoy, estamos muy lejos de ser gobernados por sabios. La experiencia cotidiana del desempeño de los funcionarios gubernamentales y de los dirigentes de «organizaciones sociales», lamentablemente nos enseñan otra cosa y por lo visto el arrogante vicepresidente que califica a otros de «ignorantes» debe empezar a usar anteojos para mirar bien en su propio entorno.