Entre paréntesis….Cayetano Llobet T.
Es la ausencia de reglas del juego. Es la voluntad del que tiene el poder. Es la indefensión del que no lo tiene. Es la definición unilateral de lo que vale y lo que no vale. Es la afirmación de lo que me da la gana, sin rendir cuentas a nadie. Para eso se liquidan las instituciones: para el ejercicio tranquilo e impune de la arbitrariedad.
Las sociedades sometidas a su imperio se vuelven sociedades miedosas: están a merced del funcionario que define su libertad o su vida.
No hay espacios de garantía porque eran las instituciones las que los definían. Hoy, el burócrata, el funcionario cumplidor de las órdenes de la autoridad política, puede actuar sin ningún límite, independientemente de su desafío a la ley, al sentido común y al peligro del ridículo. Si a él le da la gana, esta foto existe y la considera un indicio para perseguir. Si en la otra foto se implica a un hombre del gobierno, no sirve para nada. Peor aún: su autor es sospechoso de conspirar contra la investigación en marcha y ¡hasta puede ser un terrorista!
Los protagonistas de la arbitrariedad actúan como si fueran serios. Todos tienen al aire de inquisidores escarbando en los rincones para encontrar pecados y pecadores. Y encontrado el candidato a la hoguera, son como las mulas cocheras a las que les ponen anteojeras para que no puedan mirar a otro lado. Se hacen solemnes en la aprobación y lectura de sus sentencias, haciendo creer que están impartiendo justicia.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Tienen su cerebro nublado: van a Sucre y los únicos violadores de derechos que encuentran son los de oposición. No saben de los muertos y de los cientos de heridos, La Calancha no existió, el gobierno no mató a nadie, allí nadie violó nada, no existían derechos, sólo había gente que combatía al gobierno, ¿cuál es el problema?
Y van a Pando y descubren que sólo hubo un provocador, un autor y un asesino. Nadie preparó un escenario previo, nadie armó a nadie, el primer muerto está en la misma lista de los otros. Sólo estaba Leopoldo y sus bandidos, no había ningún ministro, ningún plan, ningún organizador de enfrentamiento, ¿cuál es el problema?
Y cuando no tienen más remedio que fingir un juicio contra un oficial de grupos especiales encontrado colocando explosivos y atentando contra un canal de televisión, aparece la sentencia absolutoria y su reincorporación a su unidad militar, ¡porque los policías que lo capturaron, han sido cambiados de destino y no pueden declarar como testigos!, ¿cuál es el problema?
Y cuando un Rambo decide enriquecer su abundante historial de matonaje disparando contra periodistas y su material de trabajo, se teje, semanas después, la más increíble telenovela en la que los papeles se invierten radicalmente y resulta que el matón no era más que una pobre víctima. Aparece, milagrosamente, su camioneta cocinada a balazos, y él salvado casi milagrosamente del ataque feroz de familiares y periodistas. Para que la burla sea completa, el mismo comandante de policía que el día del incidente declaró a todos los medios que la Policía no sabía nada, que ni siquiera había sido informado del operativo, entrega un informe de cuatro páginas “informando” de lo sucedido y… ¿cuál es el problema?
En las sociedades donde impera la arbitrariedad, cualquiera puede ser perseguido y condenado. Son sociedades cojas porque no están apoyadas en garantías. No son las leyes las que se aplican, sino los códigos de la rabia y la venganza. Y la arbitrariedad siempre es partera de sociedades miedosas… ¡ése es el problema!