Una anciana con poco dinero, dos farmacéuticos ansiosos por cubrir las huellas de un crimen, un psicólogo con signos de locura, el presidente que anuncia el peligro de un magnicidio…
Por:Erick Ortega Pérez
Revista Domingo, La Prensa
El extraño asesinato de la tía del Presidente
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Una anciana con poco dinero en los bolsillos, dos farmacéuticos ansiosos por cubrir las huellas de un crimen, un psicólogo con signos de locura, el presidente Evo Morales Ayma que anuncia el peligro de un magnicidio… y, por último, un abogado que va tras las huellas de un posible caso de tráfico de órganos… Son algunas fichas de la muerte de Rufina Morales Tuco
Una anciana con poco dinero en los bolsillos, dos farmacéuticos ansiosos por cubrir las huellas de un crimen, un psicólogo con signos de locura, el presidente Evo Morales Ayma que anuncia el peligro de un magnicidio… y, por último, un abogado que va tras las huellas de un posible caso de tráfico de órganos… Todas éstas son algunas fichas del rompecabezas que conforma la muerte de Rufina Morales Tuco de Ayma, la tía abuela del Primer Mandatario boliviano. Domingo reconstruye este homicidio a partir de declaraciones de familiares y testigos, correos electrónicos y la documentación del caso 02700/09 que lleva adelante la Fiscalía. Es la crónica de un asesinato al que las autoridades han dado un “perfil bajo” pero que tiene todos los ingredientes de una novela policiaca de suspenso.
El último día
Al amanecer del lunes 8 de junio, Rufina se levantó de mal humor. Los huesos le dolían más de lo habitual y un resfrío acabó por confirmarle que sería un día para el olvido. Lo que la anciana de 72 años no sabía es que empezaba a vivir las últimas horas de su existencia… Así, después de las siete de la mañana se vistió con una pollera azul, una chompa lila, una manta y medias cafés y en la cabeza se colocó un ch’ullu para combatir el frío. Salió de su casa con dos objetivos: ir a cobrar su Renta Dignidad y visitar una farmacia para apaciguar sus dolores reumáticos. Y llevaba, como siempre, una bolsa para sus compras.
Aquel que fue su hogar está ubicado en la calle Libertad número 167, en la zona Valle Hermoso, casi en las afueras de la ciudad de Cochabamba. Antes de salir de éste, en las gradas, se topó con sus inquilinos Julia Quesada Orosco y Daniel Illanes Tillco. “Noté que ella se encontraba algo aburrida y renegona”, dice el hombre en sus declaración a la Fiscalía; mientras ella cuenta que Rufina trató a su consorte de “mentiroso”: “Le dijo a mi esposo: Estarán bajando con plata, ¿no?, porque tienen que pagarme el alquiler”. Los tres salieron juntos y tomaron un minibús verde de la línea 1. La pareja subió y se ubicó en el fondo del coche, y Rufina se quedó cerca de la puerta donde le cedieron asiento.
El tramo entre esta zona y el centro de la urbe dura entre 15 y 20 minutos. En la intersección de las calles San Martín y Honduras, Rufina aprovechó que el minibús paró frente a un semáforo en rojo. La mujer bajó del auto sin despedirse de sus inquilinos, que la vieron alejarse desde la ventana del motorizado, iba por el camino que desemboca en la calle Aroma.
A las nueve de la mañana, su esposo, Teófilo Ayma Choque, empezó a hacer fila para cobrar su renta de jubilación en el Banco de Crédito. El anciano de 80 años esperaba pacientemente a que le tocara su turno. Debía cobrar 1.863 bolivianos por los dos meses que le adeudaba la Caja… Esa mañana y antes de despedirse, Rufina le había comentado que iría a la botica para colocarse una inyección contra la artritis reumatoidea. Luego debían encontrarse en la avenida San Martín esquina Punata.
A las 09.32, en la calle Montes, entre la ruta 25 de Mayo y la avenida San Martín, la cajera Elsa Arevillca, de la agencia Prodem, cancelaba a Rufina su Renta Dignidad de dos meses: 400 bolivianos. La mujer guardó el dinero, salió de la institución financiera y avanzó a la farmacia Florida, en la avenida San Martín, entre las calles Montes y Honduras. Entró en el local, pero no volvió a salir, al menos no con vida.
A unas cuadras del sitio, en la avenida San Martín esquina Punata, Teófilo esperaba a Rufina. Eran las 11.00. Él ya había cobrado su dinero y tenía esperanzas de volver a su casa antes del mediodía. “Pero mi mujer no estaba, por eso le pregunté a un amigo que vende bolsas, de nombre Paulino y que a veces mi mujer habla con él, pero me dijo que mi mujer no apareció en toda la mañana”. Teófilo caminó hacia la botica y la vio desde afuera. Ni rastro de Rufina. Pensó que la farmacia Florida “estaba en remodelación” y se fue sin preguntar por ella.
Su pena no le quitó el hambre, Teófilo comió un plato de maní, compró verdura y se fue a su hogar en el micro 1. Tenía el optimismo de encontrarse con Rufina. Se topó con su yerno Julio Ramírez y cruzaron unas palabras. El reloj de su desesperación marcaba las dos de la tarde. Salió otra vez a la calle en busca de alguna huella que le llevara al paradero de su esposa. Hasta entonces, el corazón de ella todavía latía.
Antes, al mediodía, la puerta de la farmacia Florida estaba entreabierta e iba a ser el escenario de hechos curiosos. A las 13.30 aproximadamente, Delia Soliz Coca, quien es dueña de una repostería al lado de la botica, dejó su tienda para ir almorzar y divisó a Rufina sentada dentro de la droguería, muy indispuesta “y no podía ni pararse”. Beatriz Yampara, una vendedora callejera de tejidos para bebés, confirmó esta versión. Las dos la relataron en un ambiente de temor, porque Nelly Charo Gonzales, la farmacéutica, tenía fama de mal carácter e infundía respeto y miedo entre los vecinos de su negocio. Fue la última vez que se vio a la anciana con vida.
Mientras en el domicilio de ésta, en la calle Libertad, su familia vivía horas de incertidumbre e impotencia. La noche de ese lunes 8 de junio, Teófilo no pudo dormir, aunque para conciliar el sueño quiso convencerse de que su compañera pasó la velada en la vivienda de algún familiar o amigo. Pero al amanecer del martes cambió de idea.
Al mediodía todos los allegados de Rufina estaban enterados de su misteriosa desaparición. “Nos dirigimos a Radio Fides para que sacaran un comunicado, pero estaba cerrado, luego nos fuimos al Hospital Viedma donde buscamos en Emergencias, luego en la morgue del mismo hospital”, declara Teófilo a la Fiscalía. Fue en vano.
Levantó la denuncia en la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de Cochabamba. El miércoles 10, en el centro de la urbe, varios postes y calles presentaban carteles de búsqueda con dos fotografías de Rufina. En ambas, la mujer lucía demacrada, con chompa y blusa cremas, pollera azul y un sombrero blanco en la mano; estaba ligeramente despeinada y portaba una leve apertura de los labios en una mueca de sonrisa forzada.
El tiempo pasaba y no había pistas sobre el paradero de Rufina. A las 10.22 del lunes 15 de junio, a los ocho días de la desaparición, se procedió a la apertura del caso 02700/09 “por el delito de trata de seres humanos”, en el Ministerio Público.
Tras ello se solicitaron los extractos de llamadas telefónicas del teléfono celular de la anciana a la Empresa Nacional de Telecomunicaciones y la Cooperativa Mixta de Telecomunicaciones de Cochabamba. Las firmas de transportes interdepartamentales recibieron la orden de entregar sus listas de pasajeros. El Servicio Departamental de Gestión Social y la Defensoría de la Niñez y la Adolescencia tenían el mandato de revisar sus nóminas para identificar si Rufina llegó a alguno de los asilos o instituciones estatales. Se inició un rastreo que tendría un resultado macabro.
El hallazgo de Amadeo
Amadeo Rivera Gonzales tiene 17 años y hasta el martes 16 de junio no tenía idea de que en el mundo existía una Rufina Morales Tuco de Ayma. Tampoco sabía que la mujer era tía del presidente Morales. Pero el destino le iba a enseñar eso y mucho más.
Él vive en la avenida Santibáñez, a un kilómetro del cruce a Villa Israel, en las afueras de la ciudad cochabambina. Aquel martes salió de su hogar a las ocho de la mañana, juntó a sus amigos Macgiver Rocha y Javier Zoto, ambos menores de edad, y entre los tres se fueron a cazar palomas. Estuvieron un par de horas disparando al aire. Atinaron. Bajaron del cielo cuatro palomas y a las 14.30, cuando les dio hambre, volvieron tras sus pasos.
Un camión veloz casi los embistió. Por precaución, Amadeo se fue a un lado del camino. Sin querer llevó la mirada hacia un basural cerca del río. “Cuando miré hacia abajo, hacia el río, vi que en medio de la basura se veía una pierna humana… les hice ver a mis dos amigos diciéndoles que había una persona muerta”. Ellos no le creyeron al principio, pero después comprobaron que decía la verdad. Y se dieron cuenta de que había otra pierna cercenada de la que sólo se distinguían partes de los huesos. Eran los restos de Rufina.
Mientras volvía a su domicilio, Amadeo llamó por teléfono a su papá para contarle lo que vieron. A las cinco de la tarde, un contingente de efectivos de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen llegó a la ribera del riachuelo, allí donde Amadeo vio la pierna. Dos perros adiestrados olfatearon el área hasta bien entrada la noche. Pese a que encontraron partes de la manta café, trenzas e incluso la cédula de identidad de la mujer, los uniformados recabaron lo poco que había quedado del cuerpo y la ropa de la anciana para que los análisis científicos certificaran a quién pertenecían.
Sin necesidad de prueba alguna, aquella misma noche, en la morgue, la familia de Rufina empezó a llorar por su muerte. A Teófilo, las lágrimas se le acabaron de tanto llanto… Los medios confirmaron el hallazgo. La tía abuela del Primer Mandatario había sido descuartizada. Evo Morales solicitaría luego la aclaración del crimen. La caja de Pandora se había abierto, y trajo más sorpresas y dudas.
Se busca asesino
“…La advertencia está hecha, a Evo Morales Ayma quien será el próximo a quien descuartizaremos al igual que mandamos a haxer a la señora Rufina Morales de Ayma. Lo crean o no así lo hiximos…”
Fue el sábado 20 de junio, a las 10.55, cuando apareció esta frase en un e-mail con bastantes errores ortográficos y destilando odio hacia el Presidente. El correo electrónico del emisor era miguelaramburoc#@hotmail.com. Iba firmado por Carlos Eduardo Almeida de Souza Al-Haram, líder del Movimiento Anticomunista de Libertaçao de los Povos (Movimiento Anticomunista de la Liberación de los Pueblos). En el espacio etiquetado como “Asunto” estaba escrito: “FW: Hiximos justicia a Cristian Urresti vengamos su muerte”.
Cristian Urresti, un muchacho de 17 años, fue una de las tres víctimas de los enfrentamientos del 11 de enero de 2007 entre afines y contrarios a Evo Morales en la urbe de Cochabamba, cuando las huestes cocaleras tomaron la Casa Prefectural y sus avenidas y calles aledañas, para exigir la renuncia del entonces prefecto Manfred Reyes Villa. Urresti fue la única baja del bloque cívico opositor y su asesinato nunca fue resuelto. Se convirtió en un símbolo de los jóvenes citadinos. Y desde el 20 de junio, su fantasma fue ligado con la desaparición de Rufina.
¿A quiénes llegó el e-mail? A una veintena de personajes políticos y grupos radicales opositores, entre estos últimos, cofradías juveniles, como la Unión Kochala, la Unión La Paz, la Juventud Kochala.
La misiva se refiere también a la desarticulación de la célula terrorista del croata- boliviano Eduardo Rózsa Flores, en abril de este año: “… Por tanto Evo Morales Ayma cree que sólo desarticuló a la supuesta banda de terroristas que atentó contra su vida, pero ahora es el momento para hacerle saber que existe una organización internacional mucho más fortalecida que acabaremos en el momento adecuado y en el tiempo preciso terminaremos con los días del mentiroso… Evo Morales Ayma”.
Internet se convirtió en la palestra desde donde Carlos Eduardo Almeida de Souza disparó un arsenal de acusaciones y asechanzas. Desde allí hizo gala de manejar datos “clasificados” del Gobierno y que contaba con fuentes “de peso”. Por ejemplo, aseguró que el camarógrafo Wagner Orlando Rivero, de Televisión Boliviana, fue contratado por el cocalero Julio Salazar para filmar la muerte de Urresti. Es más, anunció que un infiltrado del Movimiento Anticomunista de la Liberación de los Pueblos vio aquellas imágenes.
Como una muestra de sus contactos internacionales, Almeida de Souza afirmó que se contactó con el Gobierno peruano y que Alan García había simpatizado inmediatamente con él y se comprometió a colaborarle con “información de Inteligencia”; justo en una época matizada por los impasses entre éste y su par boliviano. Más aún, Almeida de Souza arguyó tener espías que pinchan las conversaciones de los líderes opositores y reveló, siempre vía e-mails, sitios y nombres de políticos oficialistas que llevarían a cabo cruciales reuniones.
El sábado 27 de junio, el presidente Morales dejó de restarle importancia a la sombra de Almeida de Souza, su Movimiento y sus panfletos virtuales y callejeros. Durante una donación a la Policía interrumpió su discurso para recordar la muerte de su tía abuela y las amenazas que se cernían sobre su integridad: “Seguramente algunas personas quieren amedrentarme e intimidarme, no van a poder, estoy preparado, vamos a defendernos cueste lo que cueste, vamos a seguir trabajando por el pueblo boliviano buscando su igualdad y dignidad”.
Se instaló la tesis del magnicidio, lo cual fue alimentado por el abogado de la familia Morales, Marco Guía Paredes, quien anunció que los últimos descubrimientos “corroboran que verdaderamente se estaba planificando darle muerte al Presidente”. La noticia se esparció como reguero de pólvora. El periódico La Prensa sacó un artículo a cuatro columnas bajo el título: “Supuestos anticomunistas se atribuyen crimen de tía de Evo”. En la nota se explica la conformación del grupo irregular, el autoinculpamiento del crimen de Rufina y la amenaza contra la vida del Mandatario.
En medio de esta historia apareció el diputado Arturo Murillo, uno de los destinatarios de los e-mails de Almeida. Él se animó a formular tres hipótesis ante los medios de comunicación. Primera, Almeida de Souza es “un loco en busca de protagonismo y con mucha imaginación”; segunda, la alerta de magnicidio “puede ser verdad y hay que ver la forma de detener a este supuesto asesino suelto”, y tercera, “el loco viene de la plaza Murillo, que es la hipótesis más cercana”, lanzando una “indirecta” a Morales, sobre un posible plan de “victimización” o de “autoatentado”.
La maraña de mentiras
La Policía se enfocó en un objetivo desde el 1 de julio. Un par de agentes tocó la puerta de la vivienda del estudiante universitario Eduardo Rodríguez Foronda (36) y le consultó sobre Carlos Eduardo Almeida de Souza Al-Haram. La visita no era azarosa. Antes de llegar hasta allí, se puso en marcha un operativo de Inteligencia que ató cabos sueltos. Se conversó con sus amigos. Se supo de sus afinidades políticas. Las pistas ligaban al estudiante de Psicología con el desconocido líder brasileño.
Rodríguez negó toda relación. Descartó cualquier afinidad con el Movimiento Anticomunista; pero sus palabras contradecían los hechos. En el interior de su departamento se descubrió panfletería firmada por Almeida de Souza y, peor aún, en su computadora figuraban las cartas virtuales que firmaba el hombre que se atribuyó el asesinato de Rufina Morales Tuco de Ayma.
El interrogatorio reveló que Almeida era una invención de Rodríguez. No sólo éste, sino que todos los contactos de Inteligencia gubernamentales y la información proveída en sus e-mails eran ficticios. Y la “doble personalidad” de Rodríguez se puso más en evidencia cuando los policías descubrieron que éste se envió cartas y se contestó a sí mismo desde el correo de Carmen Rosa Guzmán. Ella, obviamente, también provenía de la mente del futuro psicólogo.
Aquel día de julio, durante su detención, Rodríguez desplegó tres actitudes. Primero negó todo lo que se le atribuía, luego aceptó su culpa y finalmente pidió perdón al Presidente. Cuando se le preguntó por qué armó esa maraña de mentiras, no pudo controlar los nervios y confesó que deseaba ser parte de la Unión Juvenil Kochala.
El director de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen, Alberto Aracena, alegó que Rodríguez “asumió esta actitud toda vez que había una especie de resentimiento por no haberle dejado participar como miembro activo” de esa cofradía. Y dicha hipótesis alcanzó rango de verdad cuando líderes de esa organización aceptaron que el acusado intentó ingresar, empero, fue rechazado por su “carácter violento”.
Rodríguez fue recluido. Y a los cuatro días lo mismo pasaría con Marco Antonio Veira (33), por su supuesto nexo con el implicado en el envío de los mensajes electrónicos. En su casa se decomisaron el disco duro de un ordenador, una cámara fotográfica, un pen drive, documentos de identidad y tarjetas personales. Ambos se convirtieron en sospechosos del asesinato, pero la pesquisa dio otro giro inesperado.
El desenlace va al comienzo
¿Quién mató a Rufina? Rodríguez y Veira estaban involucrados. Igual se manejó la posibilidad de que la mujer haya sido víctima de ladrones de beneficiarios de la Renta Dignidad. Incluso se sospechó de su familia, ya que resultó extraño que su esposo haya cobrado el 8 de junio su renta de jubilado, pues junto a los restos de su mujer se halló su documento de identidad.
No obstante, los investigadores parecen haber resuelto el caso. Una de las hipótesis que más fuerza han cobrado concierne a los dueños de la farmacia Florida, lo cual lleva la historia al principio… A las ocho de la noche del lunes 8 de junio, Carlos López Quiroz llegó a la botica que era regentada por su esposa. Se topó con el cadáver de una anciana. Su mujer le dijo que no aguantó la inyección y que murió. Juntos planearon la desaparición del cadáver de Rufina Morales.
Las presunciones en su contra llegaron días después, cuando Gonzales evitó hablar con la Policía. Después negó que conociera a Rufina. Y al final aceptó que ella fue a su droguería. Lo demás se dedujo por las declaraciones de sus vecinos comerciantes, que vieron a Rufina casi agonizante en el local. Y surgió otro elemento más, el sitio no tenía autorización para colocar inyectables. Los agentes manejan su crónica de lo que sucedió tras el fallecimiento de Rufina.
De vuelta a la noche del crimen. A la medianoche llegaron dos hermanos de la farmacéutica (Gualberto y Freddy) en un par de vehículos, un Mitsubishi negro y un auto blanco. En la misma botica, a la una de la mañana del martes 9, envolvieron el cuerpo inerte en una bolsa plástica azul.
Veinte minutos después encendieron los motores y llevaron el cadáver en el Mitsubishi negro. Arribaron a un área olvidada de la urbe cochabambina. Quitaron la envoltura de los restos. Y a las dos de la mañana los soltaron en el kilómetro 11 de la carretera a Santibáñez, región más conocida como Mosojpata. Dieron una vuelta al sur. Ingresaron al cruce de Tarata y retornaron por la carretera antigua a Santa Cruz. Luego cada uno se dirigió a su hogar.
El cuerpo de Rufina apareció descuartizado y fue visto por un muchacho de 17 años y sus amigos una semana más tarde. Los perros entrenados por la Policía hallaron sólo pedazos de la anciana… le faltaban el tórax, otros órganos y era alimento de los canes vagabundos del lugar… lo que despertó mayores dudas. “Creo que se puede tratar de un caso de tráfico de órganos”, afirma el abogado Guía. Y tiene razones para avalar su hipótesis. “Le sacaron los ojos desde sus cuencas. Dónde se ha visto eso”.
Sembrada la última incógnita, se espera la llegada de científicos extranjeros que determinen si Guía está en lo cierto. Mientras tanto, los sospechosos del crimen se encuentran en prisión. La novela que tiene o tuvo como protagonista a Rufina Morales Tuco de Ayma sigue con final abierto.
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