La Diplomacia busca relaciones armónicas entre los países; es una ciencia no apta para aficionados y menos para comedidos impertinentes.
Sacha LLorenti (Foto Abi)
En las relaciones entre los países pueden ocurrir algunos roces que emergen de la defensa de intereses nacionales que en ocasiones se pueden contraponer. No son tampoco escasos los roces entre los presidentes de algunos países que en determinados casos pueden ser originados por la intemperancia y en otros por motivos más trascendentes.
En todos los casos la encargada de poner paños fríos es la diplomacia cuyos miembros, se supone, deben tener la suficiente cualificación para superar los impasses e impedir que la sangre llegue al río. La diplomacia es el arte que permite que nadie parezca o se sienta ofendido.
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Lo preocupante surge cuando algún comedido, ávido de palmadas en el lomo, quiere ser más papista que el Papa y se atribuye funciones que no le corresponden generando conflictos mayores a los que supuestamente se quiere superar.
Ese es el caso del viceministro disque de “coordinación con los movimientos sociales”, el siempre voluntarioso «Sacha» Llorenti, que no sabe que hacer para ganarse unos porotos y sus más que frecuentes “salidas” causarían risa si es que en ellas no se afectara la seriedad que debería tener el país en sus relaciones exteriores.
Ocurre que Sacha hace de todo menos “relacionarse” con esos apéndices funcionales al MAS que se ha venido en llamar “ movimientos sociales”. Su función es la del típico cortesano palaciego: estar atento a los deseos del eventual detentador del poder, halagarlo hasta la exasperación y hacerle creer que es el ombligo del mundo y que tiene razón en todo.
En esta ocasión, Sacha, que se considera un tipo muy sabido y capaz de resolver cualquier entuerto, salió al ruedo indicando que el presidente peruano, Alan García, atacaba a su colega boliviano como parte de una estrategia para compensar su baja popularidad.
Reunión entre el Vicecanciller Hugo Fernández y el Embajador de Perú Fernando Rojas, el 25 de agosto pasado (foto ANF)
En esta ocasión, Llorenti que ha dejado serias dudas sobre la forma en la que obtuvo su título de abogado, cometió dos serios deslices. El primero, respaldado por su condición de cortesano incursionó en un campo, el de las relaciones exteriores, que no le corresponde y del que no sabe ni entiende nada, al punto que el propio vicecanciller Hugo Fernández dejo claro que cualquier negociación con Chile que incluya una salida al mar para Bolivia a través de Arica necesariamente deberá ser consultada al Perú.
El segundo, apelando a ciertas encuestas, a las que el gobierno da credibilidad solo cuando lo favorecen, se refirió a la supuesta impopularidad del presidente Alán García, lo cual, por si no lo sabe Sacha, constituye una injerencia en los asuntos internos de otro país.
Es claro que el nivel de popularidad de los gobernantes de los países vecinos así como su estado físico no es algo que debiera interesar al gobierno de Morales que mas bien debiera preocuparse de no perder los mercados andinos para los productos bolivianos.
Sin embargo Sacha que no pierde oportunidad para resaltar a los ojos del “jefazo” y ganarse sus indulgencias se lanzó muy orondo con expresiones que mas bien embarran y no ayudan a la credibilidad del gobierno.
Hay quienes opinan que los exabruptos de alguien que hizo buenos negocios “defendiendo los derechos humanos” están motivados por su comprensible nerviosismo ante el veto que le podría venir de los “movimientos sociales” por la inoperancia que ha mostrado y su más que evidente servilismo y visible propensión a la intriga.
Sin embargo no estaría demás que la cancillería instruya a los funcionarios segundones, que ponen en evidencia la pobreza de recursos humanos del MAS, a que aplaquen sus ansias de figuración y se abstengan de hacer declaraciones que en nada ayudan al país y por el contrario consolidan la mala imagen de la ya deteriorada diplomacia boliviana.