No eran días normales, eran tiempos de parto. Esos que la historia tiene. Y sus hechos cuentan desde el ángulo con el que se quiere proyectarlos. Se amanecía con el cielo celeste y el sol brillando, pero con el humor cargado de ira. Piedras, zanjas, rostros que querían batalla. Lucha, y nada más. Pocos desayunaban, porque vestirse y salir a las calles era la tarea para cumplir.
“!Dejen de bloquear carajo!” Me contó años después un vecino de la ciudad de El Alto, les gritaba en su barrió a los activistas, comandados por el dirigente de la Junta Vecinal. “Ahora vas ver mierda” le respondieron. En efecto, pronto se vio en serias dificultades. Le cortaron el agua y la energía eléctrica. Cuando quiso evitar el abuso, su familiares le aconsejaron que mejor les hiciera caso y se pusiera a bloquear la cuadra – porque, sino, era peor pues – “Y así nos hecho todos los días, obligados hemos estado, grave era, ahora los veo de capos en el gobierno y nosotros seguimos igualito”
El Estado tiene su lógica, cuando se trata de la seguridad del Gobierno. Y todos actúan con esa misma razón. No hay diferencias de color ni ideológicas. Con la misma fuerza con que actuó Gonzalo Sánchez de Lozada, lo hizo Evo Morales en nombre de la “seguridad del Estado”. El pueblo pone los muertos y los gobiernos la bala.
Pero unos coronan sus propósitos y otros no. Evo Morales, logró sus objetivos. Lo ayudó Chávez y las FARC, utilizó la red social del El Alto a su favor, produjo la confrontación, con la provocación violenta y el actor principal de todo lo actuado fue Felipe Quispe. Levanto a los indios del altiplano. Les pidió que dispararan contra el Ejercito, gritó: “Ahora sí guerra civil”, anunció “la caída de este gobierno asesino y violador” y mientras Quispe se movilizaba por el altiplano, Evo bloqueaba la ruta central que une occidente con oriente. Paralizando toda la actividad económica.
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El Ejército desbloqueaba al amanecer y los indios bloqueaban al anochecer. Era un juego de manos y piedras. Al final los ánimos se cabreaban. No estuvieron solos los actores de este juego. Desde los medios, esos mismos periodistas que hoy día ocupan puestos de trabajo en el Gobierno, se encargaban de atizar las cosas, difundiendo “noticias” sobre cercos a La Paz, sobre el avance de treinta mil mineros por las carreteras, el envenenamiento del agua potable, la toma de las casas en la zona sur y tantas necedades que se dijeron para crear todo un ambiente de terror.
¿Todos ellos no formaron parte de los resultados en las calles? ¿Y porque ahora se convierten en jueces y difusores de la verdad histórica, contando “su verdad”, la misma que usaron para tener los cargos que ocupan?
Pero lo más importante es preguntarnos: ¿para qué ha servido todo eso?, ¿dónde estamos ahora que no estuvimos ayer?, ¿qué ha cambiado en la vida de los alteños y de los paceños?
Se nos habla de la guerra del gas. ¿Y de cuanto gas estamos hablando ahora, que tienen los hogares en El Alto, en las provincias del altiplano, en los edificios de La Paz? ¿Y qué podemos decir del gas en Tarija?, allí donde existen las mayores reservas de este hidrocarburo, la ciudad y sus provincias, no tienen gas domiciliario. Y qué tendríamos que decir del gas que exportábamos a Brasil, Argentina y cuyo mercado se iba a expandir por todo el continente. ¿Por favor díganme donde está el gas?
Ahora lo importamos. ¿Y para esto murieron los alteños?
¡Cuánta hipocresía para honrar a las vidas que se usaron con otros propósitos! Y a nadie le importa mucho ahora. Porque tendrían que rendir cuentas. Y para no hacerlo, convocan al ALBA, se distraen entre cocteles y comida, fiesta y tribunas porque ya pasó el tiempo de hablar de los muertos que provocaron. Ahora tienen que disfrutar el goce del Poder, que esos muertos les brindaron.