Mirando las noticias no termino de asombrarme como nuestra realidad boliviana imita a la literatura de ficción, especialmente la del absurdo, por lo cual me pareció ilustrativo remitirles este resumen de la obra El Rinoceronte por su permanente actualidad.
En 1959 Eugène Ionesco publico en Paris su obra de teatro El Rinoceronte. La rinoceritis simboliza al fascismo, el comunismo, el totalitarismo que poco a poco contamina a todo un pueblo con una pandemia producto del temor y la sumisión al poder, de la preeminencia del corporativismo sobre el individuo, del conformismo y el acomodo.
Acto primero
La escena comienza en una ciudad tranquila, un domingo a la mañana. Dos hombres, Berenguer (el protagonista, empleado de una oficina tímido y poco seguro) y su dominante amigo Juan están sentados en la terraza de un café. De repente, un rinoceronte atraviesa la plaza con gran estruendo: los parroquianos observan la carrera del animal, volviendo a sus ocupaciones inmediatamente.
Berenguer divisa a la joven Daisy, una de sus compañeras de la oficina, de la que está enamorado, aunque es incapaz de declararse. En una mesa próxima, un anciano caballero conversa con el lógico, mientras Berenguer y Juan continúan discutiendo. El rinoceronte parecía ya olvidado cuando de nuevo se oyen los ruidos característicos del animal: galope precipitado, jadeo ronco, bramidos. Los personajes se ponen a hablar cada vez más alto para dominar el tumulto, después, ven al rinoceronte abalanzándose delante de ellos. La sirvienta deja caer su bandeja y la señora aparece abatida, sosteniendo en sus brazos a su gato, que el rinoceronte ha aplastado en su carrera.
Se entabla una discusión frívola entre Juan y Berenguer sobre si se trata de un único rinoceronte, sobre si tenía uno o dos cuernos y sobre si era de origen asiático o africano… (o era de la barra brava de Oriente o la de Blooming), que termina con Juan abandonando la terraza furioso y Berenguer lamentando la estúpida discusión.
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Acto segundo (en dos escenas)
Esta escena tiene lugar al día siguiente en la oficina donde trabaja Berenguer. Los presentes (la secretaria Daisy, el profesor jubilado Botard, el subjefe de la oficina Dudard y el jefe señor Papillón) comentan la ausencia de uno de los empleados, el señor Bœuf, y con especial incredulidad lo acontecido el día anterior. De repente entra la señora Bœuf que se dice perseguida por un rinoceronte… aparece un paquidermo que destroza la escalera, que ella reconoce como su marido (“¡No puedo dejarle así, pobrecito mío! ¡Me llama! ¡Me llama!”), y se van ambos, ella subida en los lomos de su pareja metamorfoseada.
Cada vez más habitantes se transforman en rinocerontes: los empleados quedan bloqueados en la oficina y son rescatados por los bomberos.
Cambia la escena, estamos en casa de Juan. Berenguer visita a su amigo para disculparse: Juan está enfermo, critica a la especie humana y poco a poco se convierte en rinoceronte delante de un Berenguer aterrorizado.
Acto tercero
La escena tiene lugar en casa de Berenguer. Los rinocerontes, cada vez más agresivos, no cesan de correr por la calle. Le va a visitar Dudard, que quita importancia al fenómeno (“De todos modos, no es enfermedad mortal. Hay enfermedades que son sanas. Estoy convencido de que se cura uno si quiere. Ya se les pasará.”), y comenta a Berenguer que el propio señor Papillón se ha transformado en paquidermo. Berenguer se indigna, y Dudard reprocha a su colega su intolerancia. Llega Daisy con la comida y comentando que Botard es ya un rinoceronte, mientras Dudard va en busca de la manada (“¡Tengo escrúpulos! ¡Mi deber me obliga a seguir a mis jefes y mis camaradas para lo mejor y para lo peor!”).
Daisy y Berenguer quedan solos, hacen planes de futuro… pero presionada por las circunstancias, Daisy sucumbe y se reúne con los rinocerontes (“Son dioses”).
La última escena es un monólogo de Berenger delante del espejo: A mí no me tendrán, ….pero se hecha hacia atrás y piensa: « ¿ y si llegara a convencerlos ?,… « ¿ y si son ellos los que tienen razón ? ». Él habló como Daisy: son ellos los que tienen razón y desea ser como ellos, tener uno o dos cuernos, la piel rugosa y dar bramidos. Berenger se encuentra solo, y finalmente decide resistir: “¡Soy el último hombre, seguiré siéndolo hasta el fin! ¡No capitulo!”.