El transfugio político es una costumbre que se va arraigando en el país y aunque no está penalizado, provoca repudio de la población, porque resulta incomprensible que dirigentes políticos que militan en una tienda partidaria se pasen a otra que les ofrece oportunidades para lucrar con las arcas del Estado.
Pero no solamente cambian de partido una vez, hay politiqueros que lo hacen constantemente. Esto queda demostrado por gente que se identificó y trabajó con anteriores gobiernos, concretamente con los llamados neoliberales.
El transfugio lleva más allá de lo concebible porque, por ejemplo, los otrora agresores de campesinos militantes y afines al gobernante Movimiento Al Socialismo que querían ingresar a la Plaza 24 de Septiembre en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, ahora resultan aliados de sus víctimas y del MAS. Resulta que las agresiones quedan en el olvido y hacen las pases los verdugos con sus víctimas. En el pasado algo similar sucedió con el Movimiento Nacionalista Revolucionario y la Falange Socialista Boliviana, el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria con Acción Democrática Nacionalista, el Partido Comunista Marxista Leninista – Frente Revolucionario de Izquierda con ADN, y otros pactos para formar alianzas que les permitan abusar del poder y lucrar con el patrimonio de los bolivianos.
Para un analista político el tránsfuga “es gente que no tiene oficio ni beneficio, por lo tanto tiene que buscar a toda costa ubicarse en el Gobierno para medrar de él”. Esto parece cierto porque centenares de funcionarios gubernamentales cumplieron similares funciones en anteriores regímenes de ideología contraria al actual.
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Bolivia requiere una Ley de partidos políticos que penalice el transfugio, a fin de evitar que legisladores que resultan elegidos por un partido o agrupación cambien de posición una vez posesionados. Como no se sanciona al que traiciona a la fuente de su mandato constitucional, el que cambia de camiseta se convierte en enemigo de su progenitor como senador o diputado. Ejemplos al respecto sobran, como el de un diputado socialista que en estado de ebriedad disparó un revolver y mató a uno de sus camaradas, aunque los investigadores aseguraron que fue en defensa propia. Liberado de culpas, el acusado renunció a su partido e ingresó a la fuerza política que controlaba el gobierno.
El Congreso Nacional que cumple su mandato en meses más se caracterizó por el transfugio de algunos de sus miembros, tanto de la Cámara Alta como de la Baja. En un caso, ante la falta de votos para la aprobación de una ley que era de urgencia para el Gobierno, se recurrió al apoyo de senadores suplentes de la oposición. Esa muestra de deslealtad es característica en el país. Lo peor es que aquellos que cambiaron, por intereses personales, de tienda partidaria, se llenan la boca para hablar de democracia y de transparencia política.
El dicho “en política todo vale” es aplicado al pie de la letra por los que no tienen conciencia política. Sin embargo los que cambian de partido cuando se les presentan situaciones favorables, son aceptados incluso por aquellos a los que se oponían. Por ello deberían hacer política los que no se sirven de ella. Es hora para poner freno al mercantilismo y la servidumbre ante el poder, que tanto daño hacen al país, porque la población ha perdido confianza en los dirigentes y partidos nacionales.
Los candidatos de agrupaciones que intervendrán en las elecciones generales del próximo diciembre están demostrando falta de personalidad y consecuencia porque de un momento a otro cambian de posición y pasan de una fuerza política a otra. Lo cierto es que los dirigentes políticos no están seguros de sus listas al cierre de las mismas. El justificativo legal para esto es que muchos de los aspirantes a cargos electivos no podrán cumplir con los requisitos establecidos para esas postulaciones, lo que permitirá hacer sustituciones. En todo caso el plazo que vencía la tercera semana de octubre debió ser el definitivo.