Daniel A. Pasquier Rivero
El próximo 9 se recordará en todo el mundo la caída del muro de la ignominia, de la intolerancia, de la separación de las familias por razones sin razones, del sufrimiento sin sentido de millones de seres humanos, el muro de Berlín. Símbolo de la opresión convertido en menos de 24 horas en símbolo de libertad. Pasaron 28 años, parecía imposible que cayera; allí miles murieron, impacientes, cruzando la barrera de hormigón o en las congeladas aguas que lo rodeaban en parte. Muro levantado por los detentadores del poder, con ideas y doctrinas totalitarias, sin espacio para el respeto al ser humano. Porque sus doctrinas entroncadas a concepciones materialistas del mundo y de la historia, ven a Juan y María como 70 o 50 kilos de carne junto a algunos fluidos, materiales para la muerte, movidos por el azar y destinados a la nada. ¿Qué importa que vivan, que sufran o que mueran?
Estado Plurinacional 2009 (EP). El recuerdo del muro obliga a mirar hacia los muros alrededor nuestro, pues tumbados frente al televisor convertimos en rutina la letanía de los sufrimientos ciudadanos, y las consecuencias de la pobreza, ese engendro de la improvisación en la administración de los recursos públicos y la falta de solidaridad de los demás. La presencia de enfermedades endémicas sin tratamiento ni atención adecuada, la falta de conocimiento a pesar de estar rodeados de tecnología de avanzada y todas las bibliotecas del mundo disponibles si no dentro de las casas, plantadas en la puerta de sus comunidades. Ignorancia inaceptable, sólo por el descuido canalla de autoridades que prefieren jugar a soldaditos y a la guerra antes que atender a la población marginada. Chávez presupuesta 145.000 dólares/año para artículos de tocador, para solo 18 horas con 15 segundos, si cumple los 3 minutos/día en la ducha. Deficiencias y diferencias que hieren. Así como hay mulatos dictadores, a otros en la ciudad o en el campo les golpea la miseria o la pobreza material y cultural.
No acostumbrados a presenciar el dolor ajeno, sin reaccionar. Los Derechos Humanos (DDHH) consagrados y aceptados universalmente, los mismos que están en la CPE, son tus derechos, nuestros derechos, la de nuestros hijos y los de los hijos de nuestros hijos. Se trata de libertad, democracia, respeto a la vida, el poder expresar opinión, gozar de la presunción de inocencia, el ser juzgado con imparcialidad y mediante mecanismos establecidos y transparentes, donde corresponda, y no donde al tirano de turno se le ocurra. Donde no caben ejecuciones ni persecuciones por ninguna causa, ni funcionario alguno puede alegar impunemente desconocer. Aunque aparecen nombres y apellidos detrás de todos los sufrimientos posibles, somos nosotros los que estamos sufriendo. Sus rostros son los nuestros. Sus ojos llenos de angustia son nuestros ojos. Sus temores, nuestros temores. Un día tocarán a nuestras puertas. No hay sufrimiento alguno no compartido sobre la tierra; no puede haber iniquidad que nos sea indiferente.
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Y frente al silencio de muchos, la valentía de unos pocos, convertidos en la voz de este pueblo todavía rebelde, que rechaza el accionar de mercenarios en la administración pública. Es un compromiso con el país, con la región, con la familia, con nuestros semejantes el denunciar allí donde hay pobreza, donde hay marginación, abuso, racismo, xenofobia; allí donde hay corrupción, donde hay violencia, donde los unos intentan aplastar a los otros. Sólo la cobardía permite el crecimiento de un Mugawe, un Stalin o un Hitler. Sólo el miedo puede permitir un holocausto de millones de seres humanos, sin resistencia, sea en hornos crematorios o al degüello en medio de los arrozales. Huanuni, La Calancha, Pando y otros tienen responsables y no hay que permitir que la memoria los mande al rincón del olvido.
Está por verse cuánto cálculo político esconde sólo cobardía. Lo advirtió Correa (PAT), cofrade de ALBA “Conozco el apoyo para Evo Morales, pero prepárense para todo hasta el 6 de diciembre”. Ni la OEA ni la ONU van a defender nuestros derechos. Será ese ejército de voluntades dispuesto a vencer toda mentira, toda hipocresía y el cinismo que destilan las factorías del oficialismo tratando de hacer correr ríos donde no hay agua y sembrar millones para enterrar vacas sedientas. Los DDHH estarán garantizados en un Estado de Derecho y no por la justicia salvaje comunitaria, donde las pasiones de la turbamulta dictan el destino de bienes y de humanos. Es la elección entre civilización y salvajismo, como lo marcaron los libros y lo ha ratificado la corta experiencia de estos cuatro años, suficientes. Reconocer la diversidad de culturas, pero con una comprensión del mundo que trasciende nuestras selvas y montañas. Nadie en su sano juicio puede negar las tremendas inequidades que están en la estructura de la sociedad boliviana, pero nadie tampoco puede pretender resolverlas retrocediendo el reloj de la historia, menos aún, poniendo como referencia el pequeñísimo ombligo arrugado y fracasado caribeño, que mueve a lástima a los propios correligionarios. Lula ha prometido a Chávez promover transferencia de conocimiento y tecnología brasilera para garantizar a Venezuela seguridad alimentaria, energía suficiente y confiable, y un plan de viviendas, impostergable en medio de tanta desgracia, siendo uno de los países más ricos del mundo en recursos naturales y quinto en reservas de hidrocarburos.
No hay que esperar más revoluciones para reconducir todo el proceso de cambio. Del caos del EP renacerá Bolivia, como República Unitaria, con vocación autonomísta, para garantizar el acceso al bienestar y a las oportunidades a todos, rompiendo el usufructo detentado por unos pocos. Es la sed de libertad, es el respeto a los DDHH, lo que nos guía. Mira al que sufre, ese rostro es el tuyo. Siempre seremos más; no nos vencerán.