Las píldoras cuadradas de Evo


image “Nunca se miente tanto como antes de una guerra, durante una elección y después de una cacería”, afirmaba el canciller Otto von Bismark, el articulador de la unidad alemana en el siglo XIX y que de política práctica evidentemente se las sabía todas.

No estamos a las puertas de una guerra internacional y la cacería no nos llama mucho la atención por lo que nos referiremos a las mentiras en un proceso eleccionario. Evo Morales ha demostrado que no es precisamente una persona muy confiable pero el temita este del “terrorismo y el separatismo” está a punto de explotarle en las manos y está agotando toda su creatividad para darle un cierto viso de credibilidad.

Sabe que este asunto puede resultarle tremendamente perjudicial una vez que tenemos a las puertas una elección en la que ha puesto sobre el asador todas sus ambiciones prorroguistas ilimitadas; sabe que se mintió a los bolivianos y que se lo sigue haciendo de la forma más descarada. Pero eso es no es todo. Pretende que todos nos traguemos a pie juntillas sus versiones que no convencerían a un retrasado mental y como no lo logra, entonces aflora su ira. Sale a la luz toda su intemperancia; ese fascista al que tiene oculto bajo un manto indigenista pero que pugna por manifestarse cada vez de manera más frecuente.



Es que no tiene argumentos para respaldar sus versiones aparte de la palabra de su Ministro de Gobierno, que todavía es menos confiable y creíble que la suya y como siempre el blanco de su ira son los periodistas de quienes exige que abandonen todo sentido medianamente crítico y acepten sus versiones como provenientes de quien tiene el don de la inhabilidad.

Los periodistas que mantienen una distancia profesional con sus versiones, son objeto de amenazas cada vez más abiertas y desembozadas, como aquella a la que le dijo que “se conocerían en el tiempo” y que su pregunta había sido grabada.

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Para Evo Morales, no aceptar su palabra significa de inmediato “respaldar el terrorismo” y no defender la vida o la patria. Quisiéramos de verdad creer que las palabras del presidente y candidato expresan una posición principista pero a la luz de los hechos esta resulta una tarea imposible.

¿Es que se puede creer en sus palabras cuando tiene como acompañante de fórmula a un terrorista? Alvaro García Linera, a pesar de que ahora quiera maquillar sus acciones, fue parte de un grupo terrorista y por tanto, según las propias palabras de Evo Morales, está contra la vida y está contra la patria.

De igual forma lo reprochable para él no es que se hayan “sembrado” pruebas durante el sangriento operativo en el hotel Las Américas para intentar incriminar a un grupo de dirigentes cívicos y opositores. Lo que le resulta inconcebible es que las pruebas de ese “sembrado” se hayan filtrado y hayan arrojado más dudas sobre las versiones gubernamentales que de por si resultaban poco convincentes.

Ahora no le queda más que decir que la CIA o la DEA han infiltrado a la policía para, una vez más, intentar desviar la atención y continuar con su estrategia mostrándose como una permanente víctima de una oscura conspiración imperial.

Evo Morales mintió siempre. Lo hizo antes como candidato y presidente pero al parecer está dispuesto a redoblar la dosis en esta nueva etapa pre electoral particularmente en lo que se ha denominado el “caso Rosza” y que a estas alturas se ha vuelto expresivo de los extremos a los cuales está dispuesto a llegar para perpetuarse en el poder.