El fin de un año y de una época


Si a la larga serán los motivos que alimentan el miedo o los que avivan la esperanza los que se impongan, es algo que no se puede predecir. Lo único cierto es que está en manos de todos que se imponga una u otra posibilidad



los_tiempos_beta Editorial Los Tiempos

Como todos los años, cuando concluye un año más, la fecha de hoy se presta a hacer un balance de lo que nos dejaron los últimos 12 meses. Tarea harto difícil en cualquier circunstancia, pero mucho más cuando, como ocurre ahora, hay suficientes motivos para afirmar que estamos asistiendo a algo más que al fin de otro ciclo anual.

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Lejos de ello, han sido tantos y tan importantes los hechos ocurridos durante el año que concluye que se puede decir que 2009 marcó el fin de todo un período de la historia de nuestro país y 2010 será el primero de uno nuevo.

Siendo tan grande la dimensión del cambio que sólo por casualidad coincide con el fin de un año y el inicio de otro, resulta imposible resumir en pocas frases lo que eso significa y mucho menos hacer valoraciones subjetivas. Tendrá que ser desde una visión más amplia, para lo que hará falta una perspectiva que por la inmediatez de los hechos hoy no tenemos, que en un futuro se juzgue y valore el proceso del que estamos siendo testigos.

Por ahora, sólo cabe hacer un esfuerzo de objetividad para reconocer que independientemente de los deseos, afectos y desafectos e intereses en juego, la página de nuestra historia que ha sido escrita durante el año que concluye fue el resultado de una incontestable voluntad colectiva expresada a través de las urnas. El pueblo boliviano, ejerciendo su libertad de elegir, decidió tomar un camino y ese es un dato de la realidad ante el que sólo cabe el reconocimiento y la aceptación.

Ante un hecho tan contundente, cuya condición de realidad objetiva ya está fuera de toda duda, no tiene sentido mantener fija la mirada en un pasado hacia el que, para bien o para mal, ya no hay camino de retorno. Ese ya es un territorio que queda sólo al alcance de los historiadores, por lo que cualquier posibilidad de acción tiene, como condición previa, dirigir la atención y la voluntad hacia un futuro que se abre como un enorme desafío.

El año que mañana se inicia y la época que se inaugurará con una nueva gestión gubernamental llegan llenos de esperanza para unos y temores para otros. Esperanza para unos, porque por diversos motivos han llegado a la íntima convicción de que el camino elegido es el mejor de los posibles y por él llegaremos a un futuro mejor. Pero también son muchos los que sienten temor porque con similar convicción consideran que es muy grande el error de los primeros y son muy negativas las consecuencias que traerá la elección hecha.

Entre los principales motivos del temor se destaca la posibilidad de que en nuestro país se imponga un régimen proclive a caer en la tentación totalitaria. Un régimen que no respete los derechos y libertades de quienes no comparten su visión y opte por imponer un sistema económico, político y social que pase por alto los derechos de las minorías.

Si a la larga serán los motivos que alimentan el miedo o los que avivan la esperanza los que se impongan, es algo que no se puede predecir. Lo que sí se puede afirmar con seguridad es que está en manos de todos, y no sólo de los gobernantes, que se imponga una u otra posibilidad.