El Presidente dice que Bolivia ahora es más respetada y más conocida que antes. Lo será más cuando empiece a derrotar a la pobreza.
No se sabe bien a qué se refería, pero el presidente Morales habló de un comentario que, según él, está circulando en el mundo: “Evo está patentando a Bolivia”. Explicando las cosas, lo que dijo después no tiene nada ver con una “patente”, aunque luego se puede hablar de ello: de la marca registrada que está dejando el MAS.
El Primer Mandatario ha dicho que cuando él habla en los foros internacionales “no vuela ni una mosca”. Si está refiriéndose a la cumbre de Copenhague, seguramente fue así, porque hasta las moscas se fueron del salón en el que pronunció el discurso que ha sido calificado unánimemente como “patético”, “cínico” y perturbador del inicio de un acuerdo mundial sobre el clima. Afortunadamente no fue el único que hizo papelones y su intervención no fue la que cambió el rumbo de las cosas, (eso sería demasiada pedantería), porque en realidad fue China la que pateó el tablero.
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El canciller Choquehuanca trató de evitar el comentario sobre las “sillas vacías” en la capital de Dinamarca y afirmó que hubo algunos que sí escucharon al presidente. Se refería a un puñado de representantes de las mismas ONGs que vienen apoyando todo lo que hace y dice Evo Morales.
Ahora vamos a lo de la “patente” y en eso también se equivoca el Presidente, porque el populismo no es un invento ni de él ni de Hugo Chávez, su mentor. Ni siquiera en Bolivia, Evo Morales puede reclamar los derechos de propiedad intelectual. Para hablar de líderes populistas habría que remontarse a la antigua Roma donde nacieron los verdaderos inventores de la combinación perfecta para secuestrar el poder: “pan y circo”. Más cerca está Napoleón y para palpar las consecuencias de este modelo político, sólo hay que fijarse cómo el argentino Juan Domingo Perón, convirtió a una potencia en un país tercermundista, donde hace medio siglo padecen la dictadura de un sindicalismo parasitario, donde la prebenda y el clientelismo luchan a brazo partido para sepultar a la patria productiva que resalta el trabajo digno y la competitividad como bases del desarrollo.
No pasará mucho tiempo hasta que Evo Morales pueda contemplar el legado que deja en un país el hecho de no respetar las leyes, el establecer privilegios en base al color de la piel y la etnia y el acumular a fuerza de repartir plata, sin preocuparse de desarrollar políticas duraderas a favor de los pobres en los campos de la educación, salubridad, la construcción de infraestructura (no hablamos de canchitas de fútbol) y generación de empleo digno, únicas recetas capaces de generar el verdadero cambio en Bolivia, donde los índices de marginalidad siguen intactos.
“Bolivia es más conocida ahora”, ha dicho el presidente y seguramente tiene razón. Muchos creen que su enorme liderazgo puede servir para que el país abandone el fondo de todos los rankings sociales del mundo y los primeros lugares, cuando se habla de corrupción y baja capacidad institucional para resolver los problemas estructurales. Pero Evo Morales tiene sus prioridades, las mismas que ha hecho presentes en su reunión de evaluación de la gestión 2009 realizada en el Chapare. Allí ha prometido que va a legalizar la coca que se destina al narcotráfico. Y en ese tema nadie lo puede negar. Bolivia pasará a ser aún más conocida.