Todo va mejor con “Coca Colla”

El gobierno del presidente «indígena» acaba de anunciar el lanzamiento de su “producto estrella” con el cual pretende justificar la legalización de los crecientes cultivos ilegales de coca denominados eufemísticamente “excedentarios”.

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El 30 de diciembre de 2006, el presidente Evo Morales dio inicio a las obras para industrializar la coca en Lauca Ñ. Tres años después, la hoja sigue yendo hacia el narcotráfico.



En forma premeditada o quizás como producto de una traición del subconsciente, le ha dado el gracioso denominativo de “Coca Colla” alterando el nombre de un producto que es símbolo del capitalismo y que, casualmente, tiene entre sus componentes algún saborizante derivado de la hoja de coca.

No podemos decir que los masistas son ingenuos; saben muy lo que quieren y lo que hacen. En realidad creen que los ingenuos son los demás (sean bolivianos o extranjeros). Decir que el consumo legal o “acullicu” sumada a una supuesta industrialización requerirá toda la producción de coca a ser «legalizada» es algo que ni Evo cree.

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Durante mucho tiempo y no solo en el actual gobierno se realizaron campañas destinadas a hacer creer a la opinión pública que realmente la coca es un arbusto milagroso sobre el que la naturaleza o la pachamama ha volcado todas sus bendiciones. Otros, por el contrario, quieren hacer ver a la coca como la suma de todos los maleficios.

Ni tanto ni tan poco. La coca tiene algunos usos beneficiosos como ocurre por ejemplo en el campo de la medicina y en otros que aún no han sido identificados plenamente porque siempre han primado las consideraciones de tipo político. Tiene también su lado oscuro: es la materia prima indispensable para fabricar la cocaína, que es en la actualidad, junto con la marihuana, la droga de más consumo en el mundo.

Por tanto, si se quiere realizar un análisis sereno y convincente de la problemática de la coca, necesariamente debe considerarse ambos aspectos, cosa que al parecer, el gobierno no está dispuesto a hacer por cuestiones de interés político y económico.

Pretender que la fabricación de un refresco podrá  absorber toda la producción ilegal de coca, es simple y llanamente una mentira. No se trata del primer intento. En el pasado se ensayó con vinos, dentríficos, champús y otros, con resultados exiguos que terminaron en rotundos fracasos ya que ni los propios cocaleros compraban la pasta dental boliviana y preferían adquirir cualquier similar peruano ingresado de contrabando y por tanto mas barato.

Hay una realidad ineludible: en el Chapare se cultiva coca no porque se pretenda destinarla a la industrialización. Se la cultiva porque tiene un alto precio que es pagado por el narcotráfico y todo lo demás es cuento.

Con la segura legalización de un cato de coca por familia, Evo Morales estará pagando una factura política extendida a los cocaleros por su incondicional apoyo, lo cual le acarreará sin embargo, serios problemas dentro de la comunidad internacional que no se tragará el cuento de que se requieren 33 mil hectáreas de coca para producir una bebida, por más energizante que esta pueda ser.