La alivianada deuda externa

alberto_bonadona Alberto Bonadona Cossío

Endeudarse no es malo, depende del uso que se le otorgue a la deuda. Pueden ser problemas de salud que obligan a que uno se endeude o razones más pedestres como es invertir en actividades productivas. Si el propósito de la deuda es la producción, por supuesto, se espera que sea en algo rentable. Si es el Estado el que se presta debe ser una rentabilidad que redunde en el bienestar colectivo y no en el beneficio privado, como ocurre por el corrupto uso de los recursos que se aprovecha del poder político circunstancial.

Sea por esta última causa o porque se invirtió mal (con baja o negativa rentabilidad financiera), en Bolivia, como en la mayoría de los países latinoamericanos, la deuda externa se convirtió en pesada carga. Mayor peso contrajo en los países pobres donde pagar el principal y los intereses solían ser mayores que los flujos anuales que continuaban aumentando la deuda contraída. De aquí surgió, no sólo para América Latina sino para todos los países pobres y altamente endeudados, la iniciativa HPIC (por sus siglas en inglés) dirigida a condonar la deuda de los países que cayeron en esta categoría, entre los cuales, misteriosamente, se encontró Bolivia.



La condonación también llegó por el lado del no siempre bondadoso FMI que, como indica el último Informe del BCB sobre la deuda externa, borró más del 50% de la deuda boliviana entre 2006 y 2007. Al mismo tiempo siguieron los perdones de Japón, Banco Mundial BID y de otros países acreedores que se conmiseraron del penoso endeudamiento de Bolivia. El monto más alto alcanzado por el país fue de 5.182 millones de dólares a fines de 2003, equivalente al 64% del PIB. A partir de 2004 se inicia el descenso gracias a la aplicación del referido perdón. Así, en 2005 se redujo a 4.980 millones para dar un primer gran descenso en 2006 cuando llegó a 3.298 millones. Luego otro espectacular brinco al año siguiente que la ubicó en 2.251 millones de dólares, su nivel más bajo alcanzado en las tres últimas décadas que, en proporción al PIB, significó únicamente el 17%. Aunque el monto de la deuda se elevó a cerca de 2.500 millones en 2008, la misma relación cayó al 15% debido a que el crecimiento del PIB alcanzó un record en la historia económica nacional gracias a los precios internacionales y volúmenes también únicos en las exportaciones de materias primas.

La deuda externa continuó subiendo a 2.838 millones de dólares el año pasado. No obstante, no hay razones para generar falsas alarmas. Lo que se debe observar respecto a esta deuda es la relación que guarda con el PIB, la misma que aún permanece baja. Sin duda, con los valores que la producción nacional ha alcanzado, Bolivia no muestra señales de insolvencia internacional. Adicionalmente se debe considerar un sistema financiero que, con millonarias reservas internacionales y captaciones bancarias equivalentes, goza de buena salud. Se trata ahora, sin embargo, de lograr saltos económicos importantes para hacer rentable el endeudamiento y que la reducción de la pesada carga gracias a la condonación sirva para apalancar el desarrollo del país y no para repetir la historia de endeudarse estérilmente. Un serio y gran desafío para el gobierno plurinacional que todavía no muestra la claridad necesaria en orientar el desarrollo de Bolivia.

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