La OEA puesta a prueba

MarceloOstriaTrigo Marcelo Ostria Trigo

Alberto Lleras Camargo,  al renunciar al cargo de Secretario General de la OEA, en 1954 afirmó: "La organización no es buena ni mala en sí misma, como no lo es ninguna organización internacional. Es lo que los gobiernos miembros quieren que sea y no otra cosa". Sin embargo, ahora ya no se teme que la OEA tenga una u otra característica, que esté dotada o no de ciertas atribuciones, que sea capaz o no de preservar la paz. Se sospecha que hay designios para destruirla.

Pese a los consensos, como el que se dio durante la crisis de Honduras, se advierten dos posiciones opuestas: la de los alineados en un frente anti yanqui, inspirados en aquello de que la OEA es “el ministerio de colonias de los Estados Unidos” (Fidel Castro, durante la guerra fría) y que, por esto, hay que destruirla, y la otra: la de los apaciguadores que esperan que pase el vendaval populista, confiados en que entonces se podrá revitalizarla.



El objetivo de minar la OEA se puso de manifiesto con la creación de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR con el declarado objetivo de buscar “el desarrollo de un espacio integrado en lo político, social, cultural, económico, financiero, ambiental y en la infraestructura”. Pero, como señal de que subyace el propósito de sustituir a la organización hemisférica, UNASUR incursiona en asuntos políticos que, strictu sensu, debe ser tratados en el seno de la OEA.

Aquí entra en escena el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza. Quizá su antigua militancia en el MAPU, el desprendimiento marxista de la democracia cristiana chilena, influyó para que éste se banderice –luego de los insultos iniciales que recibió de Hugo Chávez- con el populismo. Su inclinación a los regímenes de Chávez, Ortega, Evo Morales y Rafael Correa, es manifiesta.

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Insulza se involucró en la tarea de lograr el retorno de Cuba a la OEA –rechazada luego por el mismo castrismo-, afirmó luego que las FARC no son terroristas, pese a los miles de secuestros y asesinatos de civiles, y culminó con su patética y torpe participación en la crisis de Honduras.

Todo esto muestra la incapacidad de Insulza para abstraerse de sus preferencias políticas en el desempeño de sus funciones como secretario general de la OEA. Por supuesto que no se le puede atribuir toda la culpa por el grave deterioro de la OEA. Hay causas concurrentes: El marasmo y el peligroso apaciguamiento.

No sorprende, entonces,  que se alcen voces de alerta ante la posibilidad de la reelección de Insulza. El influyente senador estadounidense Richard Lugar puso el dedo en la llaga al acusar al funcionario de no haber intentado evitar, contando con la Carta Democrática Interamericana, que presidentes electos en la región erosionen la democracia, aludiendo a Chávez, Ortega, Morales y Correa. A esto se sumó el diario The Washington Post que se manifestó contrario a la reelección de Insulza, por considerarlo “excesivamente tolerante con los regímenes más izquierdistas de la región”. Concordando con el senador Lugar, el diario acusa a José Miguel Insulza de ignorar la Carta Democrática Interamericana que los miembros de la OEA firmaron en 2001. El gobierno de Obama –dice el diario- “debería tener como interés principal sustituirlo con alguien que defienda la democracia”.

El próximo 24 de marzo, fecha fijada para elegir al nuevo secretario general de la OEA,  será clave para que el continente vuelva a contar con una organización regional equilibrada y eficaz o para ver como se destruye el legado de más de cien años de concertación americana.

Por ahora, la OEA, está en crisis, y esto puede afectarnos a todos los americanos.