Ciclos

 

Francesco Zaratti

ZARATTI Desde que, en mis años mozos, empecé a estudiar la Astronomía, caí en la cuenta de que todo, en este mundo, tiene un ciclo: hasta las estrellas nacen, se desarrollan y mueren. Por eso me parece un absurdo defender el creacionismo como explicación del devenir del universo, siendo que el evolucionismo, antes de ser una teoría científica bien fundamentada desde Darwin, está inserto en lo profundo de nuestro ser.



Los músicos cantan esta verdad con el estribillo “todo cambia”; los filósofos griegos, con Heráclito a la cabeza, nos recuerdan que “panta rei”, todo fluye, y nadie se baña dos veces en el mismo río. Ni vota dos veces por el mismo partido, se podría añadir después de los resultados electorales del domingo pasado, que han hecho confundir al Presidente el “hacer fraude” con el “ser defraudado”, por sus candidatos y sus estrategas inquisidores.

La palabra ciclo viene del griego “kyklos”, que significa círculo o rueda, algo que se desplaza entre un principio y un fin, volviendo a empezar. Todas las civilizaciones, aunque no conocieran la rueda, percibieron la existencia de ciclos en la naturaleza.

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De hecho, los ciclos se describen con ondas u oscilaciones: miro a mi nieta que a sus casi dos años ha emprendido velozmente su subida hacia la cresta de la vida, mientras mis hijos pasan por el pico de vitalidad y nosotros, padres y abuelos, hemos empezado, ojalá sin angustias ni depresiones innaturales, el camino del descenso, reemplazando a los que un día miramos desde la cresta de la onda como nuestros mayores.

Hay ciclos en la naturaleza y ciclos en la historia. Se dice que los que no conocen la Historia están condenados a repetirla. Sólo los creacionistas de la política, los soberbios Adanes de ayer y de hoy, creen que el mundo empieza con ellos y terminan comiendo la manzana de la perdición. Hoy en Bolivia, podría ser la manzana del moralismo, muy apetecible a los supuestos neofariseos “incorruptibles”. Tienen salones de espejos, pero no los aprovechan.

Hay ciclos naturales que pueden ser alterados por la acción del hombre, como el ciclo del carbono, causa del calentamiento del planeta, o como un conocido ciclo mensual, objeto de un famoso dicho del “pequeño buda”: “Niños en el asiento trasero pueden producir accidentes; accidentes en el asiento trasero pueden producir niños”.

Hoy también para mí termina un ciclo, que empezó hace más de cuatro años, poniendo a rodar “El satélite de la Luna” en la órbita de La Razón. Hasta los satélites cambian de órbita, no siempre por incompatibilidad – no es mi caso -, sino por desgaste o por tener que cumplir otra función en otra órbita, junto a otros satélites.

Me retiro voluntariamente, con agradecimiento y nostalgia, esperando no haber defraudado a mis fieles 25 lectores.

El Día – La Razón