Coca y Pachamama, el gran despiste de la cumbre

El problema del cambio climático debe mover a la acción a base de la verdad; el gobierno anfitrión no debe mentir presentando una visión unilateral del problema.

imageUn campesino muestra su cultivo de flores en el valle bajo marchitas por los químicos de las fábricas de cocaína, que hay en Pantipata, distante a unos 25 kilómetros de la ciudad de Cochabamba. (foto Los Tiempos)

El problema del calentamiento global y los cambios climáticos, sin duda debe movernos a la reflexión. En este tema confluyen varios aspectos, desde la explotación irracional de los recursos naturales que sin duda se produce bajo el sistema capitalista pero también se pudo observar bajo el socialista, hasta ciertos aspectos que se pretende soslayar en la llamada “cumbre climática de los pueblos”, convocada por Evo Morales.



Es innegable que la “revolución industrial” conllevó una serie de “efectos colaterales” que han tenido un impacto negativo sobre el medio ambiente: la polución ambiental, la contaminación de las aguas, la acelerada deforestación, inundaciones, sequías, son solo unas cuantas expresiones de los problemas que puede confrontar la humanidad cuando no se establece un adecuado equilibrio entre la explotación de los recursos para la satisfacción de las necesidades de nuestras sociedades y la preservación del medio ambiente.

Sin embargo es necesario decir que cuando se quiere dar al tema un enfoque propagandístico o de promoción personal, los resultados nunca serán buenos. Evo Morales pretende que el problema es una consecuencia, única y exclusivamente, del sistema capitalista, lo cual, a la luz de los hechos resulta erróneo.

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Basta con recordar la catástrofe de Chernobyl en la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y cuyas secuelas, a más de 20 años, se siguen manifestando hasta hoy en forma dramática.

Pero hay otro aspecto que no es muy conocido porque no ha tenido las mismas repercusiones mediáticas que el anterior. El mar de Aral, en la misma URSS, en la actualidad se ha convertido en un desierto. Hasta los años 60 del siglo pasado, el mar de Aral, era un espejo de agua dulce casi diez veces mayor que el lago Titicaca, pero al influjo de los requerimientos de la industria soviética se construyeron en los ríos que desembocaban en él, varias plantas hidroléctricas y represas que impedían el normal flujo de las aguas, además que las industrias que se asentaron en las regiones aledañas arrojaban en el todos sus desechos, algunos altamente tóxicos.

Es bueno que Evo Morales se preocupe por el problema y que lo haga en los términos que prefiera: puede llamar a proteger a la Madre Tierra, a la Pachamama pero lo que sí es evidente que no es consecuente con los principios que dice sustentar.

Solo hay que observar el terrible problema ambiental que se presenta en el Chapare y los Yungas debido al cultivo intensivo de la hoja de coca. Resulta que los requerimientos de la “hoja sagrada”, que provienen en un 10% del consumo tradicional y en un 90 por ciento del narcotráfico, han ocasionado una acelerada deforestación en esas regiones. El Chapare ya no es el edén tropical de hace unos decenios y en los yungas paceños sus pobladores ahora deben «importar» fruta y verduras de otras zonas del país.

Los cultivos de coca han reemplazado a los bosques y la mancha se expande de manera sostenida hacia el resto del país con el respaldo del presidente Morales, a la vez máximo dirigente de los cocaleros. Si se erradica o se “sustituye voluntariamente” unas cuantas hectáreas, estas son inmediatamente reemplazadas con cultivos en otras áreas protegidas como el parque Nacional Carrasco, el Isíboro-Sécure y hasta el parque Nacional Amboró.

Como se sabe, donde se planta la coca, “no vuelve a crecer el pasto” y las consecuencias ya son visibles. A esto se suma que a causa de la fabricación de droga, un fenómeno directamente ligado con el cultivo de la coca. toneladas de precursores químicos son echados a los ríos contaminando las aguas y provocando irreversibles daños a la fauna y a la flora.

Por tanto, lo menos que se puede pedir a Evo, es que no le mienta a sus invitados a la cumbre presentando una visión unilateral del problema. Un grave problema que también incluye el recurso agua que hoy defienden los campesinos de Potosi y Oruro frente a mineras transnacionales y frente a «un vecino país amigo de Evo» que se ha adueñado del Silala.

Se ha enfatizado hoy sobre el cultivo de la hoja de coca, por la condición de dirigente cocalero del presidente Morales que curiosamente es quien convoca esta cumbre, que entre paréntesis más parece una cumbre indigenista que del medio ambiente y donde a nadie se le ocurrirá señalar que los crecientes cultivos de coca inciden también a la deforestación, una de las causas del calentamiento global.

Seria interesante que al menos la prensa internacional o algunos avispados asistentes a la cumbre de Tiquipaya escapen a la visitas guiadas organizadas por el gobierno y se den una vueltita para admirar los parques nacionales invadidos de una exótica planta que alimenta una floreciente industria ilícita.