La frazadita

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Rubén Vargas.

El presidente Morales ha declarado que “devolverá al Alcalde [Juan del Granado] una frazada que le dio en el Chapare en 1997, cuando él era dirigente sindical” (La Razón, 12 de abril, p. A4). Es una noticia, sin duda, interesante. Hay que lamentar, sin embargo, que el laconismo presidencial (o periodístico) nos deje en ayunas respecto a datos importantísimos para entender mejor esta historia. ¿En qué circunstancias, hace ya trece años, se realizó esa singular entrega de dones? ¿Qué hacía Evo Morales en el Chapare en 1997 sin frazada? ¿Por qué a Juan del Granado, en cambio, en esas mismas circunstancias le sobraba una frazada? ¿Cuál es el estado actual de la frazada? Y sobre todo, ¿qué dibujo tiene? ¿Tigre? ¿Panda? ¿Ratón Mickey?



Se me ocurren dos interpretaciones de este hecho.

La primera es tan previsible que apenas merece ser señalada. La historia de la frazada, o mejor, la historia de la despechada devolución de la frazada, es apenas un ejemplo de la práctica colonial por excelencia: la negación del otro, la descalificación del diferente. Esta práctica, traducida a la política, señala que no existen adversarios sino enemigos. Y que la mejor forma de existir de esos enemigos es, sencillamente, no existir. Por eso, en la curiosa economía narrativa/moral de esta historia, la devolución de la frazada anula cualquier lazo anterior y así permite, sin remordimientos, acabar con el enemigo.

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La segunda interpretación tiene también relación con una de las formas del ser nacional. En todos los ámbitos, pero especialmente en el amor y la política, profesamos un afecto desmedido por el melodrama. Esta afición al melodrama manda que toda ruptura, da lo mismo que sea de lazos amorosos o políticos, debe ser debidamente escenificada, como un espectáculo para el aleccionamiento del público o para su manipulación. (De ahí viene, precisamente, uno de los reclamos más frecuentes de los amantes en trance de ruptura: “¡No me hagas escenas!”). El Compadre, hombre de tablas al fin, llevó este amor al melodrama a alturas político-eróticas jamás igualadas: “No me hablen de ella, ¿acaso ustedes no han amado?” En el caso que nos ocupa, la historia de la frazada puede inscribirse como una variación de una categoría melodramática de gran aceptación, y que ha encontrado su más perfecta forma, ya lo habrá adivinado el lector, en el valsecito peruano que dice: “Devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás”.

Falta saber dónde y cuándo se procederá a la devolución de la frazada. Y si ésta será transmitida por el canal estatal y la red de radios comunitarias Patria Nueva. (La Razón)

Rubén Vargas, es poeta y periodista.