LA CRÓNICA – El escenario político ante la crisis
El Consejo de Ministros no aprobará hasta el próximo jueves el plan de ajuste Voces socialistas piden que "paguen los ricos"; Economía frena; Zapatero observa El Ejecutivo sopesó – y tiene en cartera-el copago sanitario y el alza de los medicamentos
EL DEBATE SOCIALISTA "No juguemos a Robin Hood, podríamos estropearlo todo", dicen en Economía
CC. OO. y UGT Los sindicatos se alejan de Zapatero, sin tambores de huelga general (por ahora)
ESPAÑA, INTERVENIDA El presidente, controlado por la UE, se sabe observado por EE. UU. y China
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Enric Juliana – Madrid LA VANGUARDIA
Preso de un fuerte agobio político, sembrado de contradicciones por el pánico al tiburoneo financiero y al desastre electoral, y condicionado por las dificultades técnicas de algunos de los recortes anunciados por José Luis Rodríguez Zapatero ante el Congreso de los Diputados, el Consejo de Ministros no aprobará hasta el próximo jueves la primera fase del mayor plan de ajuste que conoce España desde la cura de caballo de 1959, el Plan de Estabilización de Alberto Ullastres, Joan Sardà Dexeus y Enrique Fuentes Quintana, que salvó a España de la bancarrota falangista.
El retraso, según fuentes oficiales, obedece a la complejidad en el recorte de la nómina de los funcionarios. Todo ha ocurrido muy deprisa, conforme al signo de los tiempos. Muy deprisa. El plan anunciado el miércoles por el presidente del Gobierno se acabó de decidir el lunes, jornada en la que España quedó de facto intervenida por el Directorio Europeo, bajo la atenta vigilancia de las dos primeras potencias del mundo, Estados Unidos y China. Esta es la clave del momento: la política económica española ha sido intervenida por el Directorio Europeo (Alemania, Francia, Benelux y norte de Italia), con parpadeo de luces rojas en la Casa Blanca de Washington y en el Palacio del Pueblo de Pekín. Este es el centro del cuadro y a partir de ahí se entiende todo.
El joven abogado leonés que hace seis años conquistó de manera fulgurante la presidencia del Gobierno español nunca podía haber imaginado emociones tan fuertes. Entre el lunes y el martes, Rodríguez Zapatero tuvo que atender la llamada de los dos políticos más poderosos del planeta, el presidente estadounidense, Barack Obama, y el primer ministro chino, Wen Jiabao, ambos muy preocupados por la estabilidad del euro. El lunes por la noche no había margen para ninguna finta más y Zapatero tuvo que cargar con la enorme responsabilidad de negarse a sí mismo ante el Parlamento y ante millones de telespectadores. A consecuencia de ello, el Gobierno se halla hoy en estado de shock y un sector del PSOE – el que sigue con mayor devoción la doctrina norteamericana de los cuadros mentales y las metáforas ideológicas-busca un gesto paliativo, un gesto capaz de perforar los telediarios, un gesto que enerve a la derecha, un gesto justiciero: la subida de los impuestos a las rentas más altas.
Los directivos más experimentados del aparato económico gubernamental dicen, sin embargo, que no, que no es el momento: se podrían generar nuevas desconfianzas en los mercados financieros internacionales y echar por la borda el efecto estabilizador de los sacrificios sociales anunciados. Y podría estimularse la fuga de capitales en un momento muy delicado para el país. "No es el momento de jugar con Georges Lakoff a Robin Hood", sostienen veteranos socialdemócratas.
Rodríguez Zapatero insinuó la subida fiscal el mismo miércoles, en el almuerzo que mantuvo con los presidentes autonómicos socialistas (comida a la que no asistió el presidente de la Generalitat, José Montilla) y ayer por la mañana el vicepresidente tercero, Manuel Chaves, esencia del socialismo andaluz, intentó convertir el "más impuestos para los ricos" en la gran bandera de la jornada. La vicepresidenta Elena Salgado le salió al paso, señalando que tal medida no figura entre las previsiones inmediatas.
Zapatero no tiene previsto intervenir en público hasta el próximo domingo. En aquel momento ya dispondrá de las primeras encuestas sobre el impacto de las medidas de ajuste en la opinión pública. Hasta el Consejo de Ministros del próximo jueves día 20 de mayo, el líder del PSOE dispone de cinco días para intentar modular la partitura. Cinco días, en las actuales circunstancias, son cinco siglos.
La partitura, sin embargo, podía haber sido de percusión mucho más dura. El Ejecutivo sopesó incluir en el ajuste el copago sanitario (visitas médicas y operaciones quirúrgicas) y el alza del precio de los medicamentos dispensados por la Seguridad Social (hoy gratuitos para los pensionistas y muy rebajados para los cotizantes activos). La medida, de grandísimo impacto social, fue provisionalmente descartada. Se mantiene en cartera, mientras avanzan las dos reformas de mayor calado estructural: el futuro de las pensiones a diez años vista y el cambio de la contratación laboral. Será la segunda fase del ajuste. Ayer, Zapatero tomó la temperatura a los sindicatos. Habrá protestas, pero aún no se oyen tambores de huelga general. La patronal CEOE, con su presidente Gerardo Díaz Ferrán en fuera de juego, está despanzurrada. No es un dato menor.
La Moncloa exige no dar detalles del ajuste
TOCA RELATIVIZAR Casi la mitad de las pensiones no se tocarán, justifican en Ferraz
JUAN CARLOS MERINO – Madrid LA VANGUARDIA
"¡Todos a una, p´alante!". El mensaje de unidad inquebrantable que los más animosos de la dirección del PSOE quisieron imponer el miércoles entre los suyos, una vez que José Luis Rodríguez Zapatero anunció la dureza de los recortes previstos, volvió a toparse ayer con un pequeño inconveniente: la mayoría de los socialistas están dispuestos a seguir al líder, ya que es lo único a lo que pueden aferrarse, pero como muchos no saben hasta dónde llegará el líder ni nadie les ha dado un plano de situación para orientarse, es fácil que alguno se pierda o coja el camino equivocado.
Y la Moncloa no quiere volver a dar los traspiés en los que el Gobierno ha incurrido en repetidas ocasiones – los conocidos "fallos de comunicación"-,así que ayer intentó atajar de raíz el enredo ya empezaba a gestarse. El miércoles, Zapatero dejó abierta la puerta, tanto en el Congreso como en el café que luego se tomó con los presidentes socialistas en Ferraz, a una futura subida fiscal para las rentas más altas, para compensar el tijeretazo a funcionarios, pensionistas o futuras madres. Y ayer mismo, tanto José Blanco como Manuel Chaves abundaron en esta idea, mientras Elena Salgado y Miguel Sebastián la negaron, dando de nuevo una imagen de descoordinación y de que cada uno iba por su lado.
Conscientes de la situación, la Moncloa elaboró una nota interna que Ferraz distribuyó entre cuadros dirigentes socialistas: "Os pedimos que no entréis en detalles sobre las medidas relacionadas con la bajada del sueldo de los funcionarios y sobre el establecimiento de un nuevo impuesto a las rentas altas". En Ferraz explican que no se trata de que los dirigentes socialistas no difundan las medidas anunciadas el miércoles – al contrario, saben que deben explicarlas, y mucho, a la ciudadanía-,sino de que no entren en detalles, que no toquen de oídas, para no crear confusión y porque los detalles, por ejemplo de los baremos de recorte salarial a los funcionarios, no se concretarán hasta que los apruebe el Consejo de Ministros del próximo jueves 20 de mayo.
Entre tanto, los socialistas se afanan en intentar rebajar el impacto negativo que las medidas tienen en los sectores afectados. Así argumentan, por ejemplo, que la congelación de las pensiones, al excluir las no contributivas y las mínimas, no afectarán casi a la mitad de los pensionistas.
Y también explican el recorte a los funcionarios: "No se puede permitir que los que perciben una renta fija y asegurada por parte del Estado no hagan ningún tipo de sacrificio cuando hay 4,6 millones de parados".
La derecha, al rescate del socialismo
Sin apoyos a la izquierda, la tragedia obligará a PP, CiU y PNV a salir en auxilio de Zapatero
Jordi Barbeta LA VANGUARDIA
Aunque parezca mentira, José Luis Rodríguez Zapatero no va a tener problemas para que las Cortes le convaliden el decreto ley con el mayor recorte social de la historia que previsiblemente aprobará el Consejo de Ministros la semana que viene. Y aunque parezca más mentira todavía, será la derecha la que por acción o por omisión va a salir en auxilio del presidente del Gobierno y serán los demás grupos de la izquierda y los sindicatos los que le van a hacer la vida imposible.
De entrada, hay que decir que el Gobierno no tiene mayoría en el Parlamento y como el miércoles ningún grupo se pronunció a favor de las medidas que propuso el presidente, cabría llegar a la conclusión de que Zapatero no podrá convalidar el decreto y que una derrota parlamentaria de estas características le conduciría inexorablemente a la dimisión. Todos los portavoces reprocharon al presidente del Gobierno que tuviera que tomar medidas tan drásticas y que hiciera pagar ahora a justos por pecadores por su mala cabeza. Por haber tirado el dinero primero para ganar votos – los tristemente célebres 400 euros- y por haber tirado luego más dinero – cheques diversos y planes E-para ocultar la cruda realidad de la crisis que se venía encima. ¿Cómo y por qué le van a sacar ahora las castañas del fuego? Desde luego no le van a ayudar los sindicatos. La Unión General de Trabajadores, fundada por Pablo Iglesias, ha sido siempre el sindicato hermano (del PSOE) pero en el peor momento del presidente del Gobierno ha aplazado la fraternidad socialista y se ha descolgado con la convocatoria de una huelga general de los funcionarios sin esperar a que su líder Cándido Méndez terminara de escuchar la explicaciones de su correligionario José Luis Rodríguez Zapatero sobre la magnitud de la tragedia.
Los diputados de Izquierda Unida, Iniciativa per Catalunya y Esquerra Republicana, tan enfadados como se pusieron en la tribuna del Congreso, parecían encantados luego de poder recuperar un discurso que probablemente les va a permitir arañar algunos escaños al PSOE. Esa es su aspiración y para ello será necesario que se empleen a fondo rasgándose las vestiduras en los debates del decreto desde ahora hasta el final de la legislatura, votando por supuesto no, no y no contra sus hasta ahora aliados.
Menos motivos tendrían, en cambio, para ayudar a los socialistas los dos grupos nacionalistas, CiU y PNV, que el socialismo ha desalojado del poder sin ni siquiera vencerles en las urnas, sino mediante componendas. ¿Y qué decir del Partido Popular, cuya prioridad en esta vida es descabalgar al PSOE? No pudo ser el pacto de Estado cuando lo pidieron Duran Lleida y el Rey, por este orden, pero ahora se verá cómo funciona de verdad la razón de Estado y a quién compromete y a quién no. Porque es cierto que la fiesta se ha acabado y el teatro también. Para todos.
Todo el mundo sabe que las medidas de ajuste no son una iniciativa de Rodríguez Zapatero sino un dictado de Bruselas y Washington para contrarrestar los movimientos sísmicos contra la moneda europea. De la misma manera que el presidente del Gobierno ha dejado de actuar pensando exclusivamente en clave electoral, lo mismo tendrán que hacer las fuerzas políticas con vocación de Gobierno. Porque no se trata de ayudar a Zapatero sino de responder como país. Les va a doler pero el PP, CiU y el PNV no van a tener más remedio que dejar que se aprueben los recortes. Quizá lo hagan sin votar a favor, sólo absteniéndose para que con los votos socialistas el decreto sea convalidado, pero ahora la prioridad, incluso la de Mariano Rajoy, ha dejado de ser derribar a Zapatero.
Por primera vez en mucho tiempo saben que están en el mismo barco y que zozobra. Hasta es probable que lo sepan porque alguien les haya avisado.